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Hiendelaencina y sus minas de plata

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Layuno, Angeles, y otros: “Minas de plata de Hiendelaencina.Territorio, patrimonio y paisaje”. Colección de Monografías sobre Arquitectura, nº 5. Edita, Universidad de Alcalá. 2014. 256 páginas, numerosas ilustraciones a color. ISBN 978-84-16133-12-3. PVP.: 30 €.

Aunque ya se publicó hace años una obra (enorme en el volumen y en el contenido) sobre Hiendelaencina, a cargo del profesor Abelardo Gismera, es ahora cuando la Universidad de Alcalá de Henares, desde su Escuela Superior de Arquitectura, la profesora de Teoría e Historia de la Arquitectura y de Patrimonio Industrial, doña Ángeles Layuno, coordinando un amplio grupo de profesores y arquitectos estudiosos de estos temas, aporta nueva visión, con nuevas metodologías, para proporcionarnos una mirada actualizada de estas ruinas que a quien las contempla por primera vez les causa confusión y deja estupefactos.

Contenido de la obra

El Prólogo corre a cargo del profesor y arquitecto especialista en rehabilitación de edificios históricos, don Javier Rivera Blanco.La directora de la publicación, Ángeles Layuno, se encarga de escribir una Introducción y estudiar el patrimonio y el paisaje industrial de Hiendelaencina. También habla luego de edificios, espacios urbanos e instalaciones de la minería. Por otra parte, Francisco Maza nos informa de la importancia de la cartografía en la investigación, y son Pilar Chías y Tomás Abad quienes se destacan en el estudio de la imagen y construcción del territorio y del paisaje a través de la cartografía histórica.
Les sigue Javier Maderuelo con el tema “Territorio y paisaje”, siendo Antonio Baño quien plantea un gran capítulo acerca de la construcción en el patrimonio histórico y minero de Hiendelaencina. Un último capítulo de Ana Parra y Gloria Viejo está dedicado a “La Constante”, la fábrica de beneficio de minerales de plata. Todo ello complementado con unas conclusiones comunes, más las referencias bibliográficas y gráficas correspondientes. Es de destacar la gran cantidad de imágenes que aporta el libro, tanto en formato fotográfico, como en planos.




Hiendelaencina y sus minas

El trabajo que da pie a la creación de este libro es fruto de los resultados del proyecto de investigación “Bases metodológicas y criterios de identificación, catalogación y recuperación del paisaje industrial. El caso de las minas de plata de Hiendelaencia (Guadalajara)”.
Dicen los autores de la obra que Hiendelaencina, el denominado "país de la plata" debido a la riqueza de sus yacimientos argentíferos, es un municipio situado al Norte de la provincia de Guadalajara, al pie de la Sierra del Alto Rey, que alcanzó entre 1844 y 1925 una gran repercusión dentro del mundo de la minería española. La actividad productiva del antiguo distrito minero fue decreciendo posteriormente, entrando en una fase de obsolescencia asociada a la existencia de un patrimonio y un paisaje minero de evidente valor histórico, geológico, constructivo y paisajístico, generando un conjunto de bienes, que si bien actualmente abandonados y arruinados, mantienen visible las huellas del proceso de explotación.
El estudio de los bienes de la minería se ha derivado de unos parámetros conceptuales y metodológicos vinculados a la dimensión territorial del patrimonio industrial, abarcando desde una mirada transversal la evolución histórica del territorio y del paisaje con el fin de explicar la relación industria-territorio de manera diacrónica, la evolución tecnológica ligada al estudio de las edificaciones e instalaciones en superficie, así como la evolución de la morfología del núcleo poblacional, y de aquellos  otros elementos agropecuarios y etnográficos que descifran la complejidad que todo paisaje entraña, atendiendo a la yuxtaposición funcional y material de los vestigios construidos.
Con ello se pretende individualizar los actuales riesgos de destrucción y degradación del patrimonio minero-industrial, así como establecer unos criterios de identificación y valoración susceptibles de presidir los procedimientos de protección y de intervención para su puesta en valor, considerando que Hiendelaencina es aspirante en la actualidad a convertir su patrimonio industrial en un recurso cultural imbricado en los programas de desarrollo de esta comarca de Guadalajara. Partiendo de esa premisa, los autores han adoptado un doble planteamiento en el entendimiento del paisaje: uno que afecta a su descripción territorial objetiva, y el otro relativo a la construcción del paisaje como imagen cultural derivada de la percepción fenomenológica del medio.

La Constante

Consideramos como especialmente interesante el trabajo monográfico que firman Ana Parra y Gloria Viejo sobre “La Constante, fábrica de beneficio de minerales de plata” con el que han obtenido las mejores calificaciones académicas en sus estudios finales de Arquitectura Técnica en el campus de Guadalajara. El conjunto de imágenes y sobre todo de documentación y narración que nos proporcionan, es quizás lo más nítido y elocuente que hasta ahora se ha escrito sobre este pedazo mínimo e intenso de la geografía provincial. Agradecemos especialmente a estas autoras alcarreñas el esfuerzo y la dedicación larga y profunda al análisis de este lugar que tiene las características de emblemático y mágico en la Sierra Norte, y que reúne al mismo tiempo los elementos claves para considerar con seriedad el patrimonio industrial de nuestro país, que ha sido (y sigue siendo, por desgracia, a diade hoy) olvidado y preterido, dejándolo perder y arruinando en buen modo, con él, la memoria colectiva de los logros humanos.
El libro, en todo caso, nos ha resultado de gran interés y cuajado de ofertas nuevas, visuales, informativas y valorativas. A tener en cuenta por todos los que quieren saber más de Guadalajara y aumentar un poco más su “biblioteca alcarreñista”.




Homenaje al Cardenal Mendoza, en el cuarto Centenario de su muerte

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Aunque en el quinto centenario de la muerte del Cardenal Mendoza (en 1995), la ciudad de Guadalajara tuvo el detalle de recordarle alzando una estatua que le memorara, además de un libro que nos hablaba de la Huella viva  del personaje, aquí queremos recordar la forma en que la ciudad recordó ese aniversario redondo en 1895, con motivo del cuarto centenario de su fallecimiento.
Fue el periódico mas leído de entonces, “Flores y Abejas”, el que le dedicó un homenaje impreso, con ayuda económica del Ayuntamiento de la ciudad y de la Excmª Diputación Provicial, sacando un número monográfico que para entonces constituyó un producto de gran elegancia, porque se hizo sobre un papel más consistente, se usaron dibujos realizados ex profeso para la ocasión y se contó con la aportación literaria de numerosas firmas. La primera de ellas, la del Cronista Provincial que a la sazón lo era don Juan Catalina García López, quien hizo en sus tres primeras páginas una resumida semblanza del personaje. Le siguen iniciándose los textos con barrocas iniciales, textos muy diversos: desde salutaciones breves de autoridades, a versos y poesías al gusto de la época de vates locales, así como explicación de las piezas relativas a la historia y la huella vital del Cardenal, dibujadas en esa ocasión por Manuel Laredo, quien consigue una espectacular portada y numerosos detalles artísticos, como cruces, cálices, portadas, escudos, retratos, etc…



Entre las firmas que consolidan este número de Flores y Abejas, podemos mencionar las de Juan Diges Antón (Cronista de la ciudad), el Vizconde de Palazuelos,  Juan López Cortijo (alcalde de Guadalajara a la sazón), don Manuel González Hierro, don Antonio Molero Asenjo (presidente del Ateneo de Guadalajara), Marcelino Villanueva y Deprit (redactor del periódico, como lo eran también Federico López, su director, y Luis Cordavias), con frases del cardenal de Toledo, Monescillo y Viso, o Juan Lorenzo Encabo, párroco de Hita, sin olvidar al Conde de Romanones, emergente político liberal por entonces, y Enrique Serrano Fatigati. Una larga nómina de participantes dan caché a esta publicación, que hoy se cuenta entre las piezas bibliográficas más buscadas de la provincia de Guadalajara, y que se puede consultar también, completa, en esta página: http://www.aache.com/docs/centenario_cardenal.htm

A.H.C.


La tierra de Alvar Fáñez

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Pérez Henares, Antonio:“La tierra de Alvar Fáñez”. Almuzara Ediciones. Córdoba, 2014. Novela, 540 págs. Con bibliografía, grabados, árboles genealógicos y apéndices complementarios sobre personajes y datación. 17 x 24 cms. Encuadernación en tapa dura. ISBN 978-84-16100-63-7. 25 €.


Una novela histórica que apasiona desde el primer momento. Una visión de la España turbulenta en la que leoneses y castellanos luchan contra todo el que se les pone por delante o les rodea: pasiones personales, envidias, venganzas, amores y un largo etcétera que Pérez Henares conjuga sabiamente, con un lenguaje atrayente y cautivador. El lector de esta “tierra de Alvar Fáñez” se va a llevar una sorpresa porque (si tiene capacidad para ello) se va a sumergir en la crónica viva, palpitante, realista, del siglo XI, y va a caminar entre sus protagonistas punteros. La basamenta histórica, que es novedosa en muchos puntos, y rigurosa a un tiempo, la aporta Plácido Ballesteros San José, a quien el autor reconoce y agradece su aportación documental. Mientras que Pérez Henares, veterano ya en las lides de la narración y en la transmisión de emociones, redondea con esta obra su curriculum de novelista y apunta más allá, con esta saga de violencia y pasiones en la Edad Media castellana.

Con un mérito añadido para los alcarreños, como él, como nosotros: que en la novela es permanente la presencia de nuestra tierra, y de nuestras gentes. Y ello por una razón bien sencilla, porque la historia de Castilla se teje sobre la urdimbre de nuestros caminos. Para los que quieran, y sepan, unir sus vidas actuales, pasajeras y volátiles, a las de sus ancestros, es un gozo también saber que esas voces, esas carreras, esas angutias y esas alegrías las tuvieron nuestros tatarabuelos. Zorita, Guadalajara, Cuenca y Valencia, Toledo y Talavera…. Tantas ciudades en las que vivimos y alentamos, están haciéndose aquí carne de una historia densa y real.

A lo largo de más de 500 páginas Pérez Henares revela, con gran rigor histórico, los verdaderos hechos que tuvieron lugar bajo el reinado de Alfonso VI y de su hija, la reina Urraca, y nos presenta cómo su vasallo, Álvar, se ganó el respeto dedicando su vida a la defensa y consolidación de las posiciones castellanas frente a los almorávides. La novela rompe también con la tradición secular de situar al Cid como el héroe relevante de aquella época, en detrimento de Álvar Fáñez, y pone en entredicho la interpretación de aquel periodo realizada por Menéndez Pidal, quien consideraba al Campeador como el principal artífice de todas las hazañas de la época.

Por lo tanto, la originalidad de esta obra estriba, entre otras cosas, en la investigación realizada por Antonio Pérez Henares, apoyado por Plácido Ballesteros San-José, que nos permiten llegar a la conclusión que el mérito de la Reconquista no se debe solo a las gestas de Rodrigo Diaz de Vivar, sino a la acción de Álvar Fáñez en la frontera del Tajo frente a los almorávides, entre 1086 y 1114.

La novela tiene por protagonista personal a Fan Fáñez, sobrino y protegido de Álvar, en una época en la que Alfonso VI, acompañado de sus servidores Pedro Ansúrez y García Ordóñez, movía las piezas de su reino como si fuera un maestro de ajedrez. Eran tiempos convulsos, y en el reino de Castilla, siempre frontera, cada bastión jugaba un papel crucial en la política, el poder y la guerra. El joven Fan, rescatado por su tío Álvar, cabalgará primero junto al de Vivar en el destierro y luego servirá a su rey Alfonso defendiendo la frontera del Tajo y del Henares, desde Zorita, por Guadalajara, hasta la ciudad de Toledo, frente a los sucesivos intentos de recuperarla de los musulmanes.

Reconozco que las primeras 200 páginas, con la suma de ires y venires de los protagonistas, sus traiciones, guerras, descendencias, etc, se hace un poco lenta. Pero las últimas 200 son mucho más movidas, apasionantes, y además revelan un mundo medieval que hasta ahora no se había visto con esta óptica: la defensa de Zorita y su castillo, de sus gentes incluidas los hebreos, de las amistades de cristianos y musulmanes, la llegada de los yihadistas almorávides arrasando con todo, la defensa heroica de Toledo … esa es la parte más atractiva y vívida, la que nos lleva ya sin freno hasta el final, la muerte de Alvar Fáñez, en una pelea sin sentido entre cristianos, ocurrida además en 1114, el año en el que, tímidamente, Guadalajara ha conmemorado el 900 aniversario de la muerte de su héroe conquistador.

Creo que esta novela de Pérez Henares ha sido el más cumplido homenaje a la memoria de esta figura insigne, capital, de la historia de Guadalajara y de Castilla entera.

A.H.C.

El tercer rey de España

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Gregorio Checa López: “Mendoza, Cardenal y Rey de España”. Edición de la “Revista Literaria. Novelas y Cuentos”, Madrid 1956. 60 págs.


Sobre un papel de muy baja calidad, con la tipografía propia de la época, y con el lenguaje inherente a los años de cántico a las grandezas de la patria, este libro que es en realidad un folleto aunque de muy densa lectura nos proporciona la curiosidad de disponer de otra biografía de don Pedro González de Mendoza, de quien en la cubierta, impresa a tres tintas (todo un alarde para la época) se dice “La egregia y magnífica figura del gran Cardenal, el enérgico y sabio político, llamado “tercer rey de España”, en sus muchas vicisitudes, luchas, andanzas y peligros junto a los Reyes Católicos; rindió a nuestro país, con sus altos servicios, el más hermoso tributo de patriotismo”. Así, con ese lenguaje grandilocuente y patriótico, está escrito todo el texto, en el que cada actividad de las muchas y variopintas que tuvo el Cardenal son consideradas dignas de alabanza, y solo algunas, como “pecadillos” se solventan en un par de párrafos y hasta como con una media sonrisa se le perdonan como “Los fallos del hombre”… No es por tanto un texto imprescindible, pero para los coleccionistas de temas alcarreños, esta publicación es sin duda un objetivo.


En cuanto al autor, don Gregorio Checa López, y según se dice en la contraportada de esta obra “es una prestigiosa personalidad de la enseñanza, el periodismo y las letras. Procedente del señorío de Molina de Aragón, ingresó en el Seminario de Sigüenza, pasando después a la Universidad Pontificia de Zaragoza, licenciándose más tarde en Filosofía y Letras”. Le encontramos autor de otras obras de muy diversa índole, desde la “historia sagrada” que expone en “Historia de la ermita de la Virgen de la Soledad y de sus pasos, en el Pobo de Dueñas: la más antigua del Señorío de Molina”, hasta la novela titulada “La campanada del juez” editada en 1945, acompañadas de un “Compendio de Gramática Inglesa y ejercicios d ela misma” más su relación de historia sacra “Antigüedad en España de la devoción a los Sagrados Corazones”. Como es evidente, ejerció de clérigo y su condición religiosa imregnó por completo su variopinta obra.

Los pájaros de Guadalajara ciudad

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López –Palacios Villaverde, José Antonio: “Aves de la ciudad de Guadalajara”. C.E.I. Acción Verde. Guadalajara, 1987. 21 x 30 cms. 160 págs. Muchos grabados. ISBN 84-404-0935-4

Aunque este es un libro con unos créditos largos, porque mucha gente lo propició, ponemos como autor del mismo a José Antonio López-Palacios, por haber sido quien escribió los textos. Además, participaron en él Jesús Puebla Dongil y Jesús Fragias Roche en la catalogación de los animales y el trabajo de campo; Pilar Redondo Guijarro y Rafael Pinilla en las supervisión general, y José Luis Arias, Francisco Lamata, José Antonio López Palacios en la realización de las fotografías. El libro lo sufragó el Ayuntamiento de Guadalajara a través de su programa cultural “Guadalajara viva” y los autores aún dan las gracias a muchas otras personas, relacionadas con el Ayuntamiento, que lo hicieron posible. Juan José Calvo, de DALMA, lo prologó, junto con Javier de Irízar, alcalde más varias firmas de autoridades en la materia, la fauna y conservacionistas.
El libro es una auténtica enciclopedia de las aves que viven en la ciudad de Guadalajara. Hoy, ya bien entrado el siglo XXI, aparte de las omnipresentes palomas, parece que apenas existen aves en la ciudad. Algunas mañanas veo urracas y mirlos, de vez en cuando surca el cielo una cigüeña, y en los parques pelean por las migas de los bocadillos infantiles los sempiternos gorriones. Y poco más. Parece como si los seres vivos volantes estuvieran de retirada, como si hubieran muerto, desaparecido, o no les interesara estar en esta ciudad que también está en desbandada. Pero en 1987 eran muy abundantes las especies, y los autores de este libro llegaron a contabilizar, localizar y describir 42 especies.

De cada una de ellas, a doble página, aparece la descripción, hábitat, costumbres, nidificación y observaciones, más el dibujo en el lado derecho. Se complementa el libro con algunas fotos en color, y muy útiles mapas en los que se señalan los lugares donde con más profusión o frecuencia se ve a cada una de las especies. Realmente es entretenido y útil este libro, porque nos habla de esos otros “ciudadanos” que nos acompañan en la vida, y que normalmente nos la alegran, a pesar de que la más abundante de todas las especies, la “cimarrona” o paloma doméstica es realmente un peligro para el normal desarrollo de la ciudad, por los problemas que con sus detritos ocasiona. En todo caso, sabiendo convivir con ellos, todos estos pájaros son buenos amigos y útiles, seguro. El libro, ya raro de encontrar hoy en día, es un complemento a tantas historias y tantos patrimonios, porque en él sus personajes se alzan en el aire con la facilidad que les dan sus alas y sus trinos.
Existe otro libro, más moderno y llamativo, que trata de las aves del Valle del Henares, y que, como es obvio, son mucho más numerosas. Aquí se ve.

El arte medieval en Guadalajara

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Basilio Pavón Maldonado: “Guadalajara medieval. Arte y Arqueología árabe y mudéjar”. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto “Miguel Asín”. Madrid, 1984. 21 x 29 cms. 230 + 268 págs. ISBN 84-00-05803-8.

Es este uno de esos libros que nunca están arrinconados, porque se usan mucho, se consultan a menudo, se utilizan sus imágenes, se buscan detalles, palabras, espacios, datos… es un libro vivo, y así lleva siéndolo 30 años, desde que el profesor Pavón Maldonado acabó su investigación sobre el mundo árabe y mudéjar de Guadalajara y nos dejó esta muestra de su saber, de su investigación y de su veteranía en el quehacer de la búsqueda científica del pasado.
Aparte de una introducción breve pero muy centrada, el autor consigue una de sus mejores páginas en el capítulo uno, donde ampliamente nos ilustra sobre “Guadalajara: Síntesis histórico-arqueológica de la provincia” con planos, fotografías, listados y apreciaciones de los edificios más singulares de la época que estudia, como son el puente sobre el río Henares, los torreos y restos de la muralla, los templos mudéjares (los que hay y los que hubo) con muchas imágenes de su autoría, planos, cerámicas, restos arqueológicos encontrados, etc.
El libro se adentra posteriormente en los “itinerarios y villas” de junto al Henares y sus afluentes, del entorno de Sigüenza, del trayecto del río Tajuña, de los territorios alcarreños que median entre este y el Tajo, de Zorita y su tierra (a la que considera principal foco del mudejarismo) y de Molina de Aragón, con influencias más leves de los árabes, pero también con bastantes restos. Como se ve, la visión panorámica y el estudio concienzudo la plantea Pavón en base a los cursos de los ríos, que es como siempre hemos pensado que debía plantearse cualquier división histórica (y geográfica, por supuesto) de la tierra de Guadalajara.
En cada uno de sus capítulos, va presentando poblaciones, monumentos, restos, suposiciones, alza planos y reconstruye edificios, todo ello en relación con la época medieval que estudia. Así se constituye esta obra en un monumental aporte al conocimiento de algo que hoy tanto interesa, casi más que cuando Pavón lo escribió, pero con unos resultados que aún no han sido superados. La Edad Media de Guadalajara y su actual territorio provincial en torno, tienen en este magnífico libro de Basilio Pavón su más cumplido muestrario, una publicación absolutamente imprescindible para conocer mejor los lugares en que habitamos. El medio millar de fotografías que aporta en la segunda parte del libro, aunque en monocromo impresas, son más que suficientes para ilustrarnos gráficamente de lo que en el texto nos describe. Planos por docenas, reproducciones de piezas, detalles, escudos, fragmentos de cerámicas y yeserías, estelas, cimacios… un mundo bullicioso y expresivo que se nos pone en la mano. También es este, hoy ya, un libro difícil de encontrar, si no es en “librerías de viejo”. Pero siempre tendrá sus lectores, seguro, y sus coleccionistas.


A.H.C.

Nombres de calles de Guadalajara

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Francisco Viana Gil: “Calles de Guadalajara”. Guadalajara, 1988. 208 páginas y plano desplegable. ISBN 84-505-7678-4


Aunque en la primera página del libro cambia el título, y el autor le señala como “Biografía al callejero de Guadalajara”. La obra trata de ofrecer el significado de los nombres de las calles de Guadalajara. Pero lo hace con una concisión tal, que de algunas solo caben cuatro líneas. Otras, sin embargo, son más amplias, y en ellas se explaya el autor poniendo lo relativo a las biografías de quienes dan nombre a las calles. Aunque no muy antiguo, el libro (que fue impreso en una imprenta de Alcalá de Henares) tiene un aire retro con cierta gracia, y lo que intenta se consigue, aunque nosotros diríamos que es este un tema que está pidiendo una revisión, una nueva obra que ofrezca una información más actual, y con un enfoque distinto, explicando en los nombres de las calles la evolución urbana e histórica de la población, pues hasta el hecho de que muchas de sus calles lleven nombres propios, todos tienen de alguna manera una relación con la ciudad. En los 25 años que han pasado desde que se editó el libro, han aparecido muchas otras calles nuevas, y algunas han cambiado sus titulaciones. Los planos que aporta son útiles y en general el libro interesa, aunque el lector siempre se queda con las ganas de saber algo más de cada título callejero.

La Ruta del Arcipreste de Hita

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Antonio Herrera Casado: “La Ruta delArcipreste y otros viajes extraordinarios”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2011. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 80. 180 páginas.

Es este un libro que Herrera Casado debía a sus habituales lectores del periódico. El autor, que desde 1970 está escribiendo, analizando y ofreciendo datos sobre la historia y el patrimonio de Guadalajara, ha tenido siempre como tribuna donde exponer sus hallazgos e interpretaciones el periódico “Nueva Alcarria”, donde nos ha dejado cientos, miles de escritos que apuntan datos (muchos de ellos desconocidos) referentes a esta tierra alcarreña. Pero como muchas de esas aportaciones se queman en la perentoriedad del papel que vuela, de la hoja del periódico que se pasa, a veces deprisa, y casi siempre por única vez, ha querido dejar algunos de esos viajes que él califica de extraordinarios, recogidos en un libro, en el que además abre con el amplio relato de una ruta caminera y sorprendente, que hasta ahora no se había concretado, o al menos no lo había hecho con la contundencia y la certeza de lo simple.
Esa Ruta del Arcipreste que da título al libro y con el que abre sus primeras 24 páginas, es el resultado de las conclusiones a las que llegó el Congreso Internacional para establecer la Ruta del Arcipreste, celebrado en Guadalajara en junio de 1997 (Ver más datos), y en ella se plasman las conclusiones por todos aceptadas para consolidar en ese trayecto que discurre por las provincias de Guadalajara, Segovia y Madrid, el nítido camino que el autor medieval siguió y nos lo cuenta en sus escritos.
La ruta es detallada al máximo por el autor, con pueblos, lugares, puentes, monasterios, sierras y puertos, caminos y cumbres por las que pasar. Con muchas fotos, datos prácticos y el ánimo consiguiente para descubrir, con un libro clásico en las manos, esa España que se mantiene silenciosa pero que aturde de tan expresiva que es.




Al libro le añade Herrera hasta 32 viajes por las cuatro comarcas de la provincia, esas que denominamos como Campiña del Henares, Alcarria, Serranías (la norte y la del Ducado) y Señorío de Molina. En cada uno de ellos, previamente publicado en Nueva Alcarria, nos muestra detalles de pueblos, de monumentos, de picotas, de cuevas y de fuentes. Por citar algunos, está el “Viaje a Valverde de los Arroyos”, el “Viaje a la Peña Escrita de Canales”, el “Viaje al Monasterio de Lupiana” y el “Viaje a las plazas mayores de la Alcarria”, por citar solamente uno de cada una de las comarcas. En ellos, Herrera cuenta su visión, sus impresiones, y describe las cosas que mira atentamente. Todas son oportunidades para pasar un fin de semana admirando alguno de los asombrosos perfiles de Guadalajara y su tierra. El libro tiene sus correspondientes índices y las indicaciones prácticas que el viajero debe tener en cuenta para que su viaje sea provechoso.

Monumental estudio sobre el patrimonio desaparecido

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Fernández Pardo, Francisco: “Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español”. Tomo VI. Edición del autor. Madrid, 2014. 904 págs., 800 grabados, muchos en color. Tamaño 22 x 30 cms. Encuadernación en tapa dura. Gran lujo. ISBN 978-7392-780-2. PVP: 88,40 €.

Todavía me tiemblan las manos, desde que terminé de pasar la última página de este libro, considerando con asombro lo que en él se contiene. Una información detallada, meticulosa, y muy abundante, acerca de una increíble variedad de temas referentes al expolio del patrimonio artístico español a lo largo de los siglos, y muy especialmente en los últimos cien años.
Sin palabras me he quedado para poder calificar este libro. Bastaría, para transmitir levemente el mensaje que contiene, copiar los títulos de los 37 capítulos que en él aparecen, aparentemente independientes unos de otros, con temas específicos, pero todos enlazados por el tema común. Por citar algunos, que pueden dar idea del volumen de información y de los derroteros que alcanza la obra: “La piqueta municipal contra fuentes, rollos, molinos, teatros comercios…”, o “La implicación de España en el expolio nazi”, sin olvidar “Los expolios arqueológicos en España” o “Los tristes designios del tesoro bibliográfico y documental”. Cada uno de sus capítulos es por sí mismo una enciclopedia de datos, de noticias, de valoraciones y de imágenes.
Por dar idea de qué va, a pesar de su variada temática, conviene quizás empezar por el artículo dedicado a las que considera Fernández Pardo “Cuatro ciudades degradadas: Cuenca, Almería, Murcia y Málaga”. Cuando pensamos que en Guadalajara se han hecho, a lo largo de los últimos cien años, un cúmulo de despropósitos difíciles de resumir aquí, el asombro se nos dispara al ver lo que se ha cometido en otras, en esas ciudades españolas a las que F. Pardo considera el ejemplo más relevante de la destrucción patrimonial. Hay trabajos dedicados a “Los atentados contra las casas blasonadas” y en la responsabilidad de tantos destrozos no perdona a nadie, desde los ayuntamientos, los ministerios de Fomento, Cultura y demás… a la propia Iglesia Católica, que sale mal parada en el trabajo titulado “Las funestas consecuencias del Concilio Vaticano” o en este otro dedicado a “La Iglesia, el Estado y los impostores del arte”.
La dedicación del profesor Francisco Fernández Pardo(Logroño, 1937) al estudio de este tema tan variopinto, pero que hiere a la raíz de la nación y de sus individuos, lleva ya 30 años de militancia casi exclusiva. Doctor en Filosofía y Letras, psicólogo, académico de la Real de Bellas Artes de Cataluña, profesor de Historia y de Historia del Arte en Institutos y Universidades, Fernández Pardo es hoy reconocido como la máxima autoridad en España de los análisis del expolio artístico español. Son tan grandes, tan numerosas y tan escandalosas las historias que conoce, que revela en sus libros y que expone en sus conferencias, que muchas veces han rayado en lo que hoy se denomina “incorrección política”, pero que no hacen sino exponer con crudeza los atentados que nuestra herencia cultural y artística han sufrido por parte de una sociedad ajena a las valoraciones culturales del patrimonio, y atentas casi siempre al enriquecimiento y a la vanidad de quienes dirigen las instituciones.

El autor completa con este sexto tomo su gran obra que totaliza las 4.000 páginas, y que en los cinco libros anteriores, con el mismo título, y actualmente agotados en librerías e imposibles de encontrar si no es en Bibliotecas, aborda de forma metódica y por épocas la “dispersión y destrucción” del patrimonio hispano. En este libro, absolutamente recomendable para quienes se interesan por la integridad y recuperación de monumentos, documentos y piezas clave de nuestra esencia social, Fernández Pardo toca en esos 37 capítulos los temas intemporales y puntuales del tráfico patrimonial, su destrucción, su abandono y en algunos casos su afortunada recuperación y restauración. Hay de todo.

A.H.C. 

Un canto a Castilla, su historia y su literatura

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MAÑUECO, Juan Pablo, Castilla, este canto es tu canto. Parte I: La historia, la literatura, el futuro, Guadalajara, El Autor / Aache ediciones, 2014, 154 pp. (I.S.B.N.: 978-84-15537-54-0).

Dice Antonio Herrera Casado, Cronista Oficial de la provincia de Guadalajara y editor del texto que comentamos, que:

“En este libro se rinde el merecido homenaje que nuestra tierra, Castilla, esperaba. Lo hace un poeta que ha caminado las sendas y los valles, las pueblas y los montes, escuchando la voz antigua de nuestra nación. Y de ella surge, por su mano, este  torrente de versos, esta catarata de ideas, esta belleza continuada de mensajes y palabras”.

Juan Pablo Mañueco (Madrid, 1954), ha escrito numerosas obras, pero recordaremos ahora y aquí “Guadalajara, te doy mi palabra”, que inició una serie de trabajos que iremos comentando paulatinamente.

El presente libro consta de dos partes y no tiene prólogo alguno, aunque sí epílogo.

El autor, además de poeta de medido verso al estilo clásico, se convierte por arte de magia en historiador. El lector no sabe si está ante un poeta, un historiador o un juglar que, al modo medieval, fuera recorriendo plazas y mercados haciendo sonar su voz y su música para conocimiento y general regocijo de los oyentes -hoy lectores-.

Parte la obra, su cuarto poemario, a modo de comentario de la epopeya castellana, desde que el agareno llega a las tierras sureñas haciendo que sus habitantes se tuviesen que desplazar a zonas más al norte donde poder asentarse sin tanto temor a las escaramuzas bélicas, hasta 1499, en que se publica La Celestina,  ya con un lenguaje más asentado y maduro que Castilla utilizaba con normalidad para dar a la luz obras maravillosas y ejemplares en el mundo de la cultura y que, después, con la conquista de América, epopeya castellana en su totalidad, se expandiría por la mayor parte del planeta.

Consta este primer volumen, bellamente dedicado “A Castilla, mi tierra, mi cultura, mi palabra. [Pero también] A mi hija, María Victoria”, de tres partes, que, a su vez, se subdividen en otras ocho, la primera titulada: “El nacimiento, la historia, la literatura”, que es la más extensa; “El hoy y el mañana”, la segunda, y un “Epílogo”.

Así, el primer apartado se centra en “El nacimiento (siglo VIII). Antiguo clan que octavo a nuevo adujo” y que consta de “Introito”:

“Aún no oyes juglares / por este lugar calmo y sosegado / tañendo sus cantares; / pero, al bosque abrazado, / silba un idioma naciente, / que ha llegado. // Ni escuchas las canciones / de amor, de amigo, de gesta y alborada, / más nutre tus rincones / voz recién aflorada / que pronto entone copla bien rimada”.

 “La invasión musulmana” y “Un pueblo nuevo”, que bien podría servirnos como ejemplo del contenido del resto del mismo, que se extiende por el nombre de Castilla en el siglo IX. -“Bardulia, que ahora llamamos Castilla”-, que consta de otros tres poemas: “El nuevo nombre”, “La denominación geográfica suple al anterior nombre de gentes” y “Los cartularios de Valpuesta”, “Los escritos (siglo X). Idioma inaugural, que reidor, balbuciente” (“Glosas emilianenses y silenses”) y “Las jarchas”.

El apartado IV trata de “Los sentimientos (siglo XI)”, sobre la lírica que comenzaba a destellar en aquel momento y continua con otras jarchas más: “Lloran las jarchas”, tan bellas como aquellas conocidas que dicen así:
“Vieni la Pasqua e vieni sin elu (él) / ¿ay, como arde mío coraçón por elu”.

O esa otra que tanto llega al corazón:
“Tanto amare, tanto amare, / habib, tanto amare, / ¡enfermaron ojos antes sanos / y duelen tan male!”.

El lector ve cómo crece progresivamente el sentido poético de Juan Pablo Mañueco, al tiempo que el libro se va convirtiendo en un compendio de la historia de España escrito en verso. Por eso siguen a los capítulos anteriores otros más, hasta llegar al apartado V. “La épica (siglo XII). Para gestas, sobra el grano y abunda el compañero”, donde se habla de “Los siete infantes de Salas o Lara”, de “Bernardo del Carpio”, del “Poema de Mío Cid” y del “Auto de los Reyes Magos”, comienzo del teatro en castellano, para continuar con (VI).- “El Mester de Clerecía (siglo XIII)”, donde no podía faltar la figura de Gonzalo de Berceo, el Poema de Fernán González, Alfonso X el Sabio y otros hechos significativos en la cultura de Castilla: Como reina de los mares, rumbo a Sevilla, o hacia el Mediterráneo y el Canal de la Mancha, además de la norma del idioma castellano y la fundación e importancia de la Universidad de Salamanca.
Y con ello se llega nuestro poeta al apartado séptimo: “Lírica y Didáctica (siglo XIV)”, que es el siglo de Juan Ruiz arcipreste de Hita, del canciller don Pero López de Ayala, de don Juan Manuel, y también, del Romancero Viejo, de la lírica popular y de la culta, que poco más tarde desembocarán en un prerrenacimiento que significará la madurez de la lengua y la literatura con el Marqués de Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique… Una Lírica cancioneril, las novelas sentimentales y de caballerías, la Historia en prosa y el Teatro, con la tragi-comedia -¿cómo es posible que una tragedia sea a la vez comedia?- de Calixto y Melibea que situaron a Castilla en las más altas cumbres de la cultura universal.

Después vienen unas “Seguidillas de las comarcas castellanas (el, la, los y las, y no hay más que hablar)”:
“De Castilla a la Mancha / no va distancia, / Que la Mancha es comarca. // De Castilla a la Mancha / tan sin distancia / que Castilla se ensancha / desde la Mancha. // De Castilla a la Jara / nula distancia, / que la Jara es comarca, / como la Mancha. // De Castilla a la Sagra / sobra distancia / que viera quien mirara / misma sustancia. // Desde el Valle de Alcudia / no hay lejanía, / a Castilla separa / de Andalucía. // Cervantes lo dijera / en Rinconete, / que en val de Alcudia ubica / su Molinete. // Los Montes de Toledo / …”

Eso es, Mañueco, hace un excelso canto, amplio, a su Castilla, a la Castilla de todos, a la Castilla universal, a esa Castilla que se pierde por entre las discusiones de otras comunidades y que ya no es capaz de ofrecer sus ubres, ahora vacías, a otras provincias, comunidades, gentes, que tanto la exprimieron. Juan Pablo Mañueco hace un canto universal a esta tierra castellana que le vio y nos vio nacer, y no crítica a los demás sino que ensalza las cualidades de su madre tierra patria. Surge aquí la necesidad de utilizar el lema mendocino: “Dar es señorío; recibir servidumbre”.

Es el poema que nos cuenta esa amplia peripecia vital de la Castilla amplia y generosa, maternal, que a través de los tiempos, desde su “pequeño rincón” -aquel donde naciera-, fue transformándose en la tierra más poderosa de Europa, que fuera tanto como serlo del orbe total.

La parte final es un epílogo que se conforma en homenaje a la Lírica medieval, cuya lectura recomiendo al interesado, puesto que habla de aspectos particulares, realizados por el propio poeta, a semejanza de otros que sirven de ejemplo y dan idea de su forma de ser y de su composición.
Son, desde mi punto de vista, poemas didácticos con los que aprender las viejas rimas y saber más a fondo del mundo de la poesía universal, que es la española (o si se quiere, castellana), de aquella época.

 José Ramón López de los Mozos

Una fiesta única: la Pandorga de Auñón

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Recupera López de los Mozos la memoria de una celebración que ha devenido en única en toda la provincia. Se trata de “La Pandorga” de Auñón. La estudia, y describe, junto con apéndices documentales en las que se cita, en un artículo que acaba de publicarse en la “Revista de Folklore” nº 393 de Noviembre de 2014, en las páginas 35 a 42. El título exacto es “La Pandorga de Semana Santa en Auñón”.
Junto con Cózar del Amo (+) el estudioso de nuestras tradiciones, José Ramón López de los Mozos, nos ofrece una revisión sucinta pero muy reveladora de esta costumbre que en Auñviene de  Edadmuy reveladora de esta costumbre que en Auñón viene de la más profunda Edad Media, y que consistía en un ágape jolgorioso en la madrugada del sábado santa al Domingo de Resurrección, para celebrar ese hecho capital del cristianismo, la vuelta a la Vida de Cristo muerto. En Auñón era una cofradía, la de la Vera Cruz, y desde al menos 1619 como consta en sus estatuyos, la encargada de preparar ese rito, consistente en comida, bebida y algarabía por las calles, desde el cementerio que estaba junto al convento franciscano de San Sebastián, hasta la iglesia parroquial. La fiesta, hoy, ha degenerado en gamberrismo, y muchos aprovechan ese momento tradicional para hacer descalabros en las propiedades ajenas.
En cualquier caso, la fiesta es referida, anotada, descrita y salvada en la memoria por parte de nuestro más sabio folclorista y analista del pasado social de nuestra tierra: López de los Mozos se apunta otro tanto con este pequeño artículo, sencillo e imprescindible.

A.H.C.

Castilla es cantada por Juan Pablo Mañueco

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MAÑUECO, Juan Pablo, Castilla, este canto es tu canto. Parte II: Las ciudades, los paisajes, los estilos, Guadalajara, El Autor / Aache ediciones, 2014, 156 pp. (I.S.B.N.: 978-84-15537-55-7).

Y, si antes -decíamos- nos hemos emocionado con la evolución de la cultura castellana en la mayor parte de sus formas, ahora llega, con esta segunda parte, el momento de disfrutar de “Las ciudades, los paisajes, los estilos”, a través de una especie de traslación en el tiempo, de un inmenso viaje en ese infinito túnel del tiempo que es la Historia, que se inicia en las húmedas y salvajes tierras de la antigua Bardulia (de la que también se habló anteriormente), que fueron y son, las tierras de Burgos, Cantabria y Palencia, y que después de un paseo suave y descansado a través de sus pueblos, ciudades y villas, de sus gentes y de sus costumbres y paisajes, llega a donde quería llegar nuestro querido autor, pues que Juan Pablo Mañueco nos conduce hasta la cuna y el posterior despertar y desarrollo de la lengua castellana, de la cultura castellana tan amplia a lo largo de su idioma y su literatura, pero también de esos otros medios de comunicación tan útiles que fueron los ríos, desde el Ebro, al Duero, al Tajo y al Guadiana, atravesando sus cursos por lugares posibles, introduciéndonos en sus agrestes bosques y viviendo, en fin, en sus épocas, desde Cantabria y adyacentes, para, cruzando la Cordillera Central, llegar hasta estas tierras de Guadalajara, Cuenca y Madrid.

Es una gratificante nota amplia, inmensa, de la geografía más puramente castellana, incardinada en la lírica suya, propia, aquella lírica que la fue caracterizando y se dio a conocer en otros mundos, dejando la correspondiente huella cultural.

Y después, pasar a “catar el melón alcarreño” (por antonomasia), en esta misma su tierra que analiza poéticamente a través de su cultura y sus paisajes, de lo que el hombre hizo y ha venido haciendo y de lo que la naturaleza ofreció en su momento. Hombre y naturaleza (naturaleza, al fin), dándose la mano para ser Cultura, puesto que todo lo que toca el Hombre se torna en Cultura, ya sea el campo (agri-cultura) o cualquiera otra cosa e interés universal. Ese es su valor.

Al fin nos encontramos con un agradecimiento lírico a los distintos momentos que ha ido atravesando la literatura castellana, desde el periodo medieval hasta el siglo antecedente al nuestro; un agradecimiento que demuestra la habilidad de Mañueco a la hora de componer sonetos y liras, redondillas y cuartetas… Tan en desuso en los tiempos que corren, dados más a la poesía áulica, ñoña y más agradecida, según sean o vengan dadas las circunstancias.

El lector debe darse cuenta que este segundo volumen comienza con una variante en su dedicatoria, lo cual no es baladí:
“A Castilla, mi tierra, mi cultura, mi palabra. / A mi hija, María Victoria, mi ventura. / A mi mujer, María Victoria, a quien se encaminan los / versos de amor que se hallaren en este libro”,
lo cual es significativo, porque es una ampliación del amor que el autor del libro ha puesto en su escritura. Cuanto más se ama lo que se escribe -el escritor escribe- más amor deposita en quienes rodean su existencia cotidiana. Lo importante es, sin embargo, que haya amor.

Y eso también puede comprobarlo el lector introduciéndose en las páginas siguientes, que, al comienzo, constituyen una gran sorpresa por la amplitud de geografías diversas y, al mismo tiempo, casi iguales. Gentes sencillas, castellanos que trabajan diariamente la gleba o la artesanía, que subsisten en el mejor de los casos, que viven, pero que mantienen los empujes de la morisma, refugiándose en castillos y conventos o viendo como las tierras que cultivan son pasto de las llamas y del odio extranjero… Pero gentes que al fin y al cabo fueron las que hicieron esta Castilla que hoy desluce desmoronada y hambrienta.

Y comienza el libro, amplio en geografías como digo, en un viaje interior de soles, ríos y lágrimas de Castilla, para irse adentrando lentamente en Cantabria, Burgos, La Rioja, Soria, Segovia, Valladolid, Palencia, León, Zamora, Salamanca, Ávila, Madrid, Guadalajara, Cuenca, Toledo, Ciudad Real y Albacete, todas las que están y las que son y fueron. Y cada una de esas actuales provincias abiertas en canal para orear los entresijos más importantes y aún frescos de su cultura, que es su forma de ser, pues que en cada lugar surge su más genuina representación glosada en poesía diversa: la sirena de Castro Urdiales, los cazadores de ballenas de Santoña y Laredo, los faros, San Vicente de la Barquera, en Cantabria; Oña y Pancorvo, con su sonoridad toponímica, en tierras de Burgos; la oración de Gonzalo de Berceo, en La Rioja; la inmensa belleza de las danzas sorianas -seguidillas al naciente Duero machadiano- o el bello canto a las ruinas del castillo de Gormaz; las igualmente bellas, irresistibles seguidillas, de los ríos de Segovia, al alcázar o el viejo recuerdo del edicto de Coca escrito en arcilla:
“Esta arcilla tan firme, esta hermosura / que expresiones de asombro nos coloca / es la alcazaba galante que en Coca / alza en barro cocido la llanura. // […] // El color blanco más es el que dura / en la doble estructura torreada / que a góticas bellezas se aventura. // Mas la arcilla rojiza, preguntada, / expresa lo mudéjar de esta altura / con voz de canto. Leve y perfilada”.

Hay una gran belleza en lo anterior y un fondo filosófico profundo, que habría que  analizar despaciosamente, sorbo a sorbo, para poder libar mejor las gotas de miel de esta poesía a veces tan dura como la madre que la parió, pero real como la vida misma, como el mundo que nos rodea y del que forma parte importante.

Juan Pablo Mañueco ha sabido compaginar amor y poesía en homenaje a esta su tierra castellana primitiva, de la que surgieron las demás tierras…

Bellísimo, en fin, el soneto dedicado a Hita (“Guardián de Hita”, página 81).

Y pasamos a una “Cala más sosegada en Arriaca y su provincia”, donde la poesía de fija y se ancla en detalles que podrían pasar desapercibidos: los leones de las galerías del patio del palacio de los duques del Infantado; en una sencilla reflexión sobre el antiguo alcázar moro de Guadalajara; en doña Aldonza de Mendoza en su marmóreo resistir al tiempo y su desgaste, o en el óleo de la “Virgen de la Leche”, de Alonso Cano… Todo un mar de sugerencias que da paso a un no menos bello “septenario de preguntas por las iglesias de Guadalajara”, centrado en cada una de las actualmente existentes y a un final basado en los estilos. Todo haciendo cumplir el subtítulo del libro.

Quizá sea este el punto donde más debe fijarse el lector, puesto que Mañueco, siguiendo precisamente los estilos que dice, se convierte en autor vivo de aquellos tiempos y escribe al “antiquo modo”, recreándose, como homenaje digno a sus antepasados vates.

Pero además, Juan Pablo, regala a Castilla -y nos regala también a los lectores de su libro-, con una nueva creación suya: la “victoriola”, que en ocasiones acompaña con cuartetos serventesios o añade estrambotes de tercetos quebrados…

Pero dejemos que el libro viva su vida… Que
“Siga ahora quien quiera estas rimas en el rimado / que escribió Jun Ruiz, cura sagaz, muy avezado / en señalar las virtudes del oro tan dorado, / al que se humillan reyes, obispos y el Papado”.

Bien venidos sean estos dos libros que, sin duda constituyen una importante aportación al  mundo de la poesía en tierras de Guadalajara, hasta cierto punto tan olvidado y poco reconocido.


José Ramón López de los Mozos

El Quijote entre todos

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En este año celebramos el IV Centenario de la edición de la segunda parte de “Don Quijote de la Mancha”. Si la primera creó y dio vida al personaje, en la segunda cobró la fuerza y la dimensión de una figura universal.
Sobre la obra de Cervantes se han realizado múltiples experimentos. El primero fue el de un tal Avellaneda, que viendo la popularidad del personaje desde su primera salida, optó por sacar a luz una segunda parte que forzó la respuesta del auténtico autor, Miguel de Cervantes, escribiendo esa segunda parte de la que ahora conmemoramos los cuatrocientos años de su aparición.
Otras muchas aventuras se han montado sobre la obra del genial manchego, Alonso Quijano “el Bueno”: desde la letanía que le escribiera Rubén Darío, a los ensayos de Unamuno; o desde la visión que en su torno realiza nuestro paisano Ramón de Garciasol a los experimentos de Trapiello sobre el destino de todos los personajes de la novela tras la muerte de don Quijote.
Y en punto a ediciones, estas han sido innumerables, traducidas a docenas de idiomas, en ediciones grandes, pequeñas, enormes, a mano, en dibujos, etc…
Aache ediciones, de Guadalajara y La Casa de la Torre, de El Toboso, en 1999 primeramente, y ahora en 2015 de nuevo, se embarcó en una edición muy especial, que consiste en un homenaje al Quijote hecho desde la región de Castilla-La Mancha. Una obra en dos tomos, que lleva por título “El Quijote entre todos”, y que nos ofrece la inmortal obra pero no en su versión original, sino con cada uno de sus capítulos comentado e ilustrado por escritores y artistas castellano-manchegos.

En qué consiste esta obra

«El Quijote entre todos», es una edición formada por dos libros, en el primero de los cuales aparecen los 52 capítulos de la primera y más conocida parte de la obra cervantina, pero comentados todos y cada uno por otros tantos escritores y «famosos» castellano-manchegos. Añadida a cada capítulo se muestra una ilustración original, realizada ex-profeso para esta obra por otros 52 artistas de nuestra región.  En el segundo tomo, más de lo mismo: los 74 capítulos comentados uno a uno e ilustrados de similar manera.
¿Los nombres? Escritores de talla e ilustrados con experiencia: José Antonio Suárez de Puga, Julie Sopetrán, María Antonia Velasco, Francisco García Marquina, Andrés Berlanga, Alfredo Villaverde, Antonio Herrera, Lorenzo Díaz, José Luis Pécker y Pedro Aguilar, y artistas del prestigio de Antonio Mingote, José Luis Cabañas, Oscar Pinar, Víctor de la Vega, Raúl Santos, Rafael Pedrós, Amador Alvarez Calzón, César Gil Senovilla, Antonio Burgos, Sopetrán Domènech, Luis Gamo, Jesús Campoamor, y el fotógrafo Santiago Bernal, más una larga lista de las primeras figuras del arte actual en Castilla-La Mancha. Todo un espectáculo de arte y literatura alcarreña en torno al Quijote, que desde ahora se irá haciendo, él mismo, un poquito más alcarreño, aunque nunca pueda llegar a denominarse, como muchos quisiéramos, don Quijote de la Alcarria. Don Alonso Quijano el Bueno es, no le quepa duda a nadie, del ancho mundo entero.
La obra, que vuelve a la vida, es una verdadera joya para los coleccionistas de quijotes, que hay tantos, y una nueva referencia de Guadalajara en el palmarés multisecular y universal de esta obra.

Pregunta Final


Tras repasar los libros que ofrecen el Quijote comentado e ilustrado, nos podemos hacer una final pregunta: “¿A quién interesa hoy El Quijote y sus andanzas manchegas?” y se nos ocurre lanzar una respuesta: “A millones de personas en todo el mundo. Después de la Biblia, El Quijote ha sido el libro traducido a más idiomas”.
De lo que ha resultado una idea genial: Reunir a un centenar largo de escritores y artistas de Castilla-La Mancha, la región de donde salió Don Quijote hacia el mundo, para que comenten y dibujen las andanzas del personaje. 
Una edición única, singular, emocionante.

Costumbrismo tradicional de Castilla

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GARCÍA FRANCISCO, Isabel, Los recuerdos de Félix García. Reflejo de la cultura popular castellana, Guadalajara, El Autor / Intermedio, 2014, 288 pp. (I.S.B.N.: 978-84-942961-2-3).
La razón de la existencia de este libro no puede estar tan clara como indica su propia autora:

“Los recuerdos de Félix García, el primer libro que escribe, es una recopilación de todo lo que su padre recuerda desde niño. Con él quiere rendirle un homenaje por esa memoria tan prodigiosa y también dar a conocer nuestras raíces, nuestro folklore y nuestro pasado, para que no quede en el olvido cuando nuestros mayores desaparezcan”.

Isabel García nació y vivió sus más tiernos años infantiles en Trescasas (Segovia), desde donde después de algún tiempo se trasladó a vivir a Azuqueca de Henares. Hoy trabaja en la Diputación Provincial de Guadalajara y, como queda dicho, este es su primer libro, un libro, como podrá comprobar el lector, enamorado de todo aquello que recuerde y represente a su padre, al que adora -esa es la palabra que cabe usar en este momento- le ha ido dictando, recordando año tras año, tiempo tras tiempo, para que quede reflejado y conservado cara a las generaciones venideras.
El subtítulo ya comienza por aclararnos algún que otro concepto: “Reflejo de la Cultura popular castellana”, puesto que esto de “cultura popular” podría ser muy amplio… Pero no es momento para discusiones acerca de una denominación más o menos adecuada: los eruditos del tema dicen que lo mejor sería decir “tradición local”, puesto que los cambios y variaciones son muchísimos, tantos como castellanos, como hombres, mujeres y niños que, antaño (y, a veces, hogaño) habitaban y habitan, por así decir, los pueblos donde nacieron sus abuelos y sus padres. Hoy, en el mejor de los casos como segunda vivienda, si es que los pequeños se juntan con otros y juegan en los soleados días del verano, que no en las lánguidas otoñales tardes, ni menos aún en los gélidos inviernos de la paramera…
El libro, amplio en su paginación de casi trescientas hojas, es una amplia recopilación de coplas y romances, de poesías sencillas, locales, que Félix García fue escuchando en las calles de su pueblo, Trescasas, en las fiestas y regocijos, en bautizos y bodas, a lo largo, fundamentalmente, de un periodo situado entre 1944 y 1945. Además, dice su hija Isabel, su padre se gastaba el poco dinero del que disponía en comprar coplas a los ciegos, cuando “bajaba” a Segovia, “pliegos de cordel” que después aprendía de memoria y que, actualmente, a sus ochenta y cinco años, sigue recordando a la perfección.
Así, pues, surgió la presente recopilación. Como forma de aunar y recopilar los recuerdos de Félix y dejarlos materialmente escritos para que otros, para que los vinieran después o detrás de nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos, puedan leerlos y estudiarlos y, a través de ellos, ver y analizar la forma de vida que vivimos antes, que vivieron nuestros antepasados, a pesar de que el tiempo transcurrido no haya sido tanto, aunque sí los cambios y adelantos tanto en tecnología como en cultura globalizada.
Dice Isabel que su padre nació en 1929 y que es el mayor de once hermanos; que desde pequeño ayudaba a sus padres en las tareas del campo y que no frecuentó con la suficiente asiduidad la escuela del pueblo, aunque terminó los estudios primarios y fue defendiéndose por la vida sin problemas, hasta que llegó a la industrializada Azuqueca donde entró a trabajar en la fábrica de vidrio.
Hombre de una gran memoria, Isabel, su hija, recuerda que en cierta ocasión iban a representarse en Trescasas unas comedias, pero que él, Félix, tuvo que marcharse del pueblo a la sierra, durante una semana, para hacer portes de leña. Tiempo que aprovechó, mientras iba en el carro, para leer detenidamente los papeles de los actores que intervendrían en la comedia, de modo que cuando regresó al pueblo se sabía a la perfección su papel y el de los demás.
Félix es un hombre que recuerda aquellos viejos y antañones tiempos en los que las noches invernales de los pueblos se pasaban junto a la lumbre de la cocina, en la que el abuelo, se sentaba como lo que era, el auténtico paterfamilias, en el “escaño” de madera y respaldo alto (puesto que los hogares calentaban por delante, pero la espalda se quedaba helada si la puerta del fondo no cerraba como era debido).
Allí, viendo las llamas del fuego chisporrotear, el abuelo, como los sabios de la antigua Grecia, contaba anécdotas, hechos pasados -generalmente cruentos: algún asesinato acaecido en un pueblo cercano…-, cuentos anteriormente oídos a sus abuelos y consejas y, en algunas ocasiones, propicias para ello, asustaba un poco a los más pequeños de la saga, con escenas de lobos que se comían a los niños malos que no querían dormir por la noche, o llegaba la oscura figura del Sacamantecas… Eso contribuía a que se siguiese manteniendo viva la tradición oral, a que se conservasen los cuentos y romances, algunos tan bellos como el de “La loba parda”.
Hoy, Félix, viene a ser lo mismo, el hombre que ya ha vivido y deja su huella y sus conocimientos a los venideros a través de la mano recopiladora de su hija. Yo creo que personas de este tipo merecen un respeto profundo y un sincero reconocimiento por su labor y por la obra que desempañan, sin exigir nada a cambio.
Dice su hija Isabel, a modo de resumen, las siguientes palabras, que transcribo letra a letra, porque ese es el fin y el contenido del texto que comentamos:

“En este libro hay recopilado un poco de todo: romances, coplas, poemas, poesías, fábulas, canciones populares, infantiles, del folklore español y otras que cantaban en Trescasas (Segovia) en determinadas épocas del año, coplillas, estribillos de jotas, refranes, adivinanzas, trabalenguas, algún chascarrillo, chistes…, sin faltar, por supuesto, el apartado “picantón””.

Pero, añade, que no está aquí todo lo su padre sabe y recuerda que brota a cada momento, ni tampoco algunos trozos sueltos de otros recuerdos, en parte ya perdidos. De todos modos es mucho lo que hay y mucho lo que se ha ido cayendo del carro y recoge el camino, que, quien sabe, tal vez, cuando menos se esperé, surgirá como un brote fresco y espontáneo en la cuneta.
Lo que no sabe Félix, ni quizá lo sepa su hija Isabel, es que este libro servirá el día de mañana para que muchos estudiosos puedan comparar romances y cuentos, saberes perdidos que, de esta forma, permanecerán para siempre.
Una caja de caudales donde se conserva el patrimonio popular de un pueblo durante una fecha… Nada menos que su memoria colectiva (grandes y pequeñas cosas que valdrán a unos y otros dejarán de lado por creer que no forman parte del “saber popular”).


José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Alvar Fáñez: un estudio de categoría

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BALLESTEROS SAN JOSÉ, Plácido, Alvar Fáñez.Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114), Guadalajara, Intermedio Ediciones, 2014, 240 pp. + mapa plegable (ISBN: 978-84-942961-1-6).

(I)

Poco es lo que se escribe sobre Guadalajara durante la Edad Media y, a veces, lo poco es también enrevesado. El libro que hoy comentamos es claro y contundente. No es muy extenso, porque para decir las cosas con claridad no hace falta ser farragoso y Plácido Ballesteros, autor de Alvar Fáñez. Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114), ha dado en el clavo al dejar constancia en este libro de la peripecia vital y la historia del gran desconocido adalid, al que siempre se consideró un segundón a la sombra de Rodrigo Díaz de Vivar, tenido como primo suyo o familiar directo.
El autor, Doctor en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid, sigue paso a paso, con gran rigor, desgranando numerosas teorías acerca del personaje, basadas generalmente en leyendas y aspectos folclóricos que vienen arrastrándose, sin un análisis profundo, desde la misma Edad Media, llegando hasta nuestros días muy alteradas.
Plácido Ballesteros consigue desbrozar los aspectos verdaderamente históricos, la auténtica y verdadera historia a  través de una profunda y exhaustiva revisión de los documentos todavía existentes, por nimios que puedan parecer los datos que contienen acerca de Alvar Fáñez y también de otros personajes de la época: fundamentalmente de  Alfonso VI y la reina Urraca, en un momento tan controvertido como el que vino tras la conquista de Toledo, en 1085, cuando Alvar Fáñez cobró mayor importancia al ser encargado de custodiar y conservar las fronteras del Tajo frente a la invasión de los terribles almorávides, deseosos de volver a recuperar la imperial Toledo.
La labor que el investigador ha tenido que realizar ha sido ardua, puesto que el grueso de su trabajo ha consistido en ir revisando con el consiguiente rigor, multitud de crónicas cristianas y musulmanas fiables: la Historia Silense, la Crónica del Obispo Don Pelayo, el Cronicón Compostelano, la Historia Roderici, la Chrónica Adefonsi Imperatoris, las Crónicas Najerense y Tudense, las obras de Jiménez de Rada, los Anales Toledanos, I, etcétera, entre los primeros, y las Memorias de Abd Allah, la Crónica Anónima de los Reyes de Taifas, la Historia de Al-Andalus de Ibn al-Kardabus, y el al-Bayan al-Mugrib de Ibn Idari (o La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas), entre las fuentes musulmanas de primer orden, además de una cuidada selección de estudios, cerca de una treintena, que el lector puede seguir en la bibliografía final que acompaña al libro y que, dicho sea de paso, contribuye eficazmente, junto al extenso apéndice titulado “Personajes. El protagonista y su familia” y un completísimo “Resúmen gráfico”, a prestar al libro gran interés didáctico.
El libro está divido en dos grandes capítulos: Alvar Fáñez, entre la historia y la leyenda y La verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez.
En el primero de ellos, queda claramente demostrado que en casi todas las crónicas mencionadas, Alvar Fáñez viene a ser considerado como un personaje absolutamente desdibujado, casi llegando a convertirse en ficción o, simplemente, uno de los capitanes destacados de la mesnada del Cid en su camino al destierro y durante los sucesos levantinos; algo, señala Ballesteros, que corresponde a una visión totalmente falsa y alejada de la realidad histórica, debida principalmente a invenciones juglarescas intercaladas en las crónicas cultas referentes al reinado de Alfonso VI a partir de finales del siglo XII, que contribuyeron a que la Historia se convirtiese en Epopeya, como puede comprobarse a través de los ya conocidos tópicos novelescos propios de aquel reinado: la partición de los reinos por Fernando I, que dio lugar a los enfrentamientos subsiguientes entre sus hijos, como así sucedió tras su fallecimiento y, también, la  sustitución del rito mozárabe por el romano, que se decidió de una manera un tanto truculenta, elementos estos que fueron integrados y aún ampliados en el Poema del Cid y con mayor amplitud en la Estoria de España mandada confeccionar por Alfonso X a fines del siglo XIII.
Es en este primer apartado donde Ballesteros va analizando pormenorizadamente el proceso de incorporación de los elementos que constituyen las “leyendas juglaresas” en las crónicas medievales, tanto en las más cercanas temporalmente, como en las posteriores más inmediatas, en las que se ofrecen noticias puntuales de los hechos más sobresalientes del momento “con pequeñas pero muy significativas diferencias entre ellas”.
En las tres se concede el protagonismo a la familia real y no aparece mención alguna a Alvar Fáñez, pero tampoco al Cid Campeador, como demuestra a continuación a través del estudio comparativo de las diferentes crónicas: 
La Crónica Silense o Historia Legionense (ca. 1110-1118), que refiere la división del reino y el posterior enfrentamiento entre hermanos.
La Crónica del Obispo Don Pelayo de Oviedo(ca. 1120-1128), en la que, además de la división del reino y el consiguiente enfrentamiento, se habla de otros aspectos como la conquista del reino de Toledo y la repoblación de la Extremadura castellana, la adopción del rito romano, la irrupción almorávide y la batalla de Sagrajas (que merecen escasa atención para el cronista) y la puntual relación de las cinco mujeres legítimas del rey Alfonso VI, además de dos amantes (una la mora Zaida, madre del infante Sancho, muerto en la batalla de Uclés).
El Cronicón Compostelano (ca. 1130), que vuelve a la división del reino y al posterior enfrentamiento y ofrece pocos datos sobre el reinado de Alfonso VI, dedicando algunas notas -no muy precisas- a la conquista de Toledo y con más detenimiento al cambio del rito religioso, además de una breve reseña, “muy negativa”, del reinado de Urraca, que reinó tiránicamente y murió “tras una vida infeliz de parto de hijos adulterinos”.
La Historia Roderici (primeras décadas del siglo XII / 1188-1190), crónica personal de Rodrigo Díaz fechada tradicionalmente muy próxima a los acontecimientos, aunque Menéndez Pidal la creyó escrita por un testigo de los hechos a principios del siglo XII, tras la muerte del Cid, por lo que se trata de la biografía más antigua del Campeador, por lo que es la fuente principal para el conocimiento de los hechos de dicho personaje, donde no aparece por ningún lado la “jura” de Santa Gadea, ni se menciona Alvar Fáñez.
La Chrónica Adefonsis Imperatoris (ca. 1153-1157), cuya primera parte detalla los sucesos políticos del reinado de Alfonso VII, sin mencionar a Alvar Fáñez, mientras que en la segunda narra la defensa del reino de Toledo de los ataques almorávides, en cuyos primeros capítulos el protagonismo corresponde a nuestro adalid y donde se dice que las aceifas musulmanas atravesaban constantemente “aquella tierra que fue de Alvar Fáñez”, al que denomina “el valiente caudillo de los cristianos”. El final de esta Chrónica de Alfonso VII contiene el Poema de Almería, entre cuya nómina de personajes se menciona un tal Álvaro, hijo del que fuera alcaide de Toledo Rodrigo Álvarez, identificado en el Poemacomo yerno de Alvar Fáñez.
La Crónica Najerense (ca. 1173-1194), sigue el mismo modelo: habla de la división del reino (siguiendo el texto de la Crónica Silense) y del enfrentamiento posterior, la conquista de Toledo, la repoblación de la Extremadura, la irrupción almorávide, salvo en el cambio de rito, donde introduce elementos claramente juglarescos.
El Chronicón Mundi, del Obispo Lucas de Tuy (1236), que ofrece una visión positiva de la reina Urraca al tratar del enfrentamiento con sus hermanos y destaca que en la conquista de Toledo el rey recibe a un mensajero que le da cuenta del sueño de Çibrian, obispo de León, en el que san Isidro le comunica que tras quince días de asedio, Toledo se rendirá.
De Rebus Hispaniae, del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada (1243 / 1246), tipo de “historia oficial” en la que su autor evita en todo momento los aspectos negativos que pudieran surgir, además de seguir en gran parte una fuente literaria; sin embargo es la primera vez que la figura histórica de Alvar Fáñez aparece en una crónica “oficial”:

 “Llegados los supervivientes a Toledo [tras la batalla de Uclés], el rey les pregunta, reprochándoles, por su hijo muerto [el infante Sancho], a lo que el Conde Gómez le responde que el rey no se lo había encomendado a él. Como quiera que el monarca, tras indicar que el ayo del infante había muerto protegiendo al niño, seguía con sus acusaciones por no haber muerto ellos también en la defensa del heredero, Alvar Fáñez, varón valiente y fiel, le contestó que el rey debía comprender en su dolor que, una vez muerto el infante, su sacrificio habría sido en vano, porque dado que ya no se podía hacer nada por el príncipe, allí estaban para defender lo que con mucho sacrificio habían conquistado con la sangre de tantos, de manera que la gloria del rey no se perdiera como se había perdido su hijo”.

La Estoria de España, de Alfonso X el Sabio (ca. 1270 / 74-1360) a través de dos de sus versiones: la Primera Cónica General de España y la Crónica de los Veinte Reyes, en las que se suelen incluir obras literarias como cantares de gesta y fuentes folclóricas, por lo que Ballesteros solamente presta atención a los relatos relacionados con la época de Alvar Fáñez, como son el Cantar del rey don Fernando, el Cantar del rey don Sancho y la Jura de Santa Gadea (hoy perdidos), la Gesta de las Mocedades de Rodrigo, el Carmen Campidoctoris y el Cantar de la Mora Zaida, además de algunas referencias de tipo tradicional “segund dizen los ancianos que son muy antigos, que alcançaron mas las cosas daquel tiempo”, como se puede ver textualmente en el capítulo 866 de la Primera Crónica General, al explicar que el ganador de la batalla de Almodóvar fue Alvar Fáñez, frente a lo sostenido en otras fuentes. Pero también en algunas versiones, en los capítulos referentes a los reinados de Fernando I, Sancho II y Alfonso VI van apareciendo menciones acerca de la participación del Cid en los hechos más significativos, al igual que sucede con Alvar Fáñez, al que se identifica con el entorno del Campeador, por ejemplo en los enfrentamientos surgidos entre Sancho II y el rey García, donde se concede un papel relevante a nuestro personaje, pues según la Primera Crónica General, Santo II manda como mensajero a Alvar Fáñez, al que se identifica como sobrino del Cid, ante el rey García, con el encargo de exigirle la entrega del reino o que, por el contrario, se prepare para la batalla (aunque nuestro protagonista lamenta tener que realizar dicha misión, cumple con lo ordenado por su señor).
Sin embargo, la Crónica de Veinte Reyesno identifica al mensajero sino con Alvar Fernández, del que no se menciona relación alguna con el Cid, de modo que aunque Alvar Fáñez sea “citado casi una cincuentena de veces, aparece como su mejor capitán, su lugarteniente en las situaciones más difíciles, a que le son encomendadas las misiones más delicadas…” no deja de ser elalter egoliterario del héroe, lo cual contribuyó a ensombrecer su verdadera trayectoria histórica.
Y los Anales Toledanos I y II (ca. 1219-1244 / 1250), siendo en los Primerosdondese da sucinta noticia de la toma de Cuenca por Alvar Fáñez en 1111, así como también su muerte en 1114, a manos de las milicias concejiles de Segovia, mientras que en los Segundos se recogen varios enfrentamientos de nuestro protagonista con los almorávides: el de Almodóvar de 1091 auxiliando a al-Mu’-tamid, taifa sevillano, antes de su deposición y posterior destierro a Marrakesh, y el cerco de Montesant en 1113, defendiendo Aurelia (Oreja).

(Continuará).


José Ramón López de los Mozos

Alvar Fáñez: un estudio de categoría

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(y II)

Tras este repaso de las crónicas, concluye Ballesteros que en los capítulos de la Estoria de España, llevada a cabo a finales del siglo XIII por el taller historiográfico de Alfonso X, Alvar Fáñez, que como personaje histórico había sido sacrificado por los juglares a mayor gloria del Campeador, queda identificado como personaje literario del Cid. Tradiciones épicas que después pervivirían en la historiografía moderna y contemporánea, en contraposición con los detallados y bien informados relatos de los autores musulmanes coetáneos, especialmente las Memorias de Abd Allah (1073-1090), dadas a conocer -en parte- por Levi Provençal en 1935 y completas en 1980, en los capítulos referentes a la compleja fragmentación política de al-Andalus, los enfrentamientos entre taifas y la presión que sobre todos ellos ejerció Alfonso VI, auténtico protagonista del texto, en el que también aparecen mencionados los nombres del conde mozárabe Sisnando Davídiz, de Pedro Ansúrez y de Alvar Fáñez, sin que aparezca la figura del Cid por ninguna parte.
Otra fuente es el libro titulado Elocuencia evidenciadora de la gran calamidad, escrito por Ibn Alqama, que recogió la Estoria alfonsí, en el que se dice que cuando Alfonso VI acudió en ayuda de al-Qadir en su enfrentamiento contra los almorávides en Sagrajas, también se unieron a las tropas de Alvar Fáñez algunos contingentes mercenarios musulmanes, circunstancias parecidas a las que figuran en el Dajira o Tesoro de las hermosas cualidades de la gente de la Península, escrito por Ibn Bassam, dado a conocer en 1861 por R. P. Dozy (Historia de los musulmanes de España hasta la conquista de Andalucía por los almorávides).
Ibn al-Kardabus ofrece datos novedosos acerca de Yusuf ibn Tasfin, Alfonso VI, el Cid y Alvar Fáñez, que no figura como mero segundón, como venía siendo lo normal en la historiografía tradicional, sino como persona tan importante como el propio Cid, o más, destacándolo como principal colaborador con el rey en la defensa del territorio toledano, a cuyas tropas se unieron grupos de musulmanes malvados, apóstatas del Islam, que se comportaron con toda crueldad. Menciona igualmente la derrota sufrida por Alvar Fáñez frente al emir Sir Ibn Abi Barkr, lugarteniente de Yusuf, y como tras la batalla de Consuegra, Yusuf, antes de su regreso a África, envió una división de su ejército a Cuenca, donde nuestro protagonista les hizo frente. Por último, señalar dos referencias más: la defensa de Toledo (1113-1114) y la muerte de Alvar Fáñez en el último año citado (1114), datos que también aparecen con exactitud en las fuentes cristianas.
El capítulo segundo analiza, como ya queda dicho, la verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez, desde sus orígenes familiares, harto imprecisos. Ya vimos más arriba como en la Primera Crónica General aparece “Aluar Hannez, un caballero muy bueno, que era sobrino del Cid”, dato que aceptó fray Prudencio de Sandoval, a comienzos del siglo XVII, en su Historia de los cinco reyes,  lo que posiblemente se deba a un error de traducción (o más bien de concepto), puesto que en la Carta de arras del Cid, de donde es muy posible que proceda esta equivocación, Rodrigo Díaz menciona a Álvaro Fáñez y a Álvaro Álvarez como sobriniis suyos (palabra que no significa sobrinos, sino primos hermanos por línea paterna, puesto que por la materna serían consobrinis); error que pasó totalmente desapercibido a Menéndez Pidal en su España del Cid. Pero la consideración de primo hermano del Cid también presenta algunos inconvenientes, tales como que la Carta de arras mencionada se considera una falsificación por gran parte de los investigadores o, por lo menos, por no original.
Llegado a este punto, Ballesteros se niega a aceptar la genealogía tradicional de Alvar Fáñez, que identifica a su padre con Fernán Laínez, hermano de Diego Laínez, padre de Rodrigo Díaz de Vivar y que fue recogida en el siglo XVI por Argote de Molina en su Nobleza de Andalucía, al tratar la saga de los Castro. Históricamente es posible que el padre de Alvar Fáñez fuese un tal Fan Fáñez, que suscribe diversos documentos de Fernando I entre 1038 y 1064, y de Alfonso VI, entre 1072 y 1080 y también aparece liderando un pleito interpuesto en 1073 entre los vecinos de cuatro aldeas del valle de Orbaneja (Burgos), contra el monasterio de San Pedro de Cardeña, sobre comunidad de pastos. Tierras donde parece ser que el dicho Fan tenía ciertos intereses económicos.
Del mismo modo, es también posible que fuesen familiares de Alvar Fáñez los llamados Munio Fáñez, que suscribe documentos de Fernando I entre 1038 y 1063, y Sarracino Fáñez, que lo hace entre 1038 y 1064, dada la escasa frecuencia del patronímico en la época (aunque dichos nombres no vuelven a figurar en la documentación real).
De lo que no hay duda alguna es de que Alvar Fáñez fuera de origen castellano , puesto que como “De Kastella” consta entre los testigos firmantes de algunos documentos salidos de la cancillería real; en algunos otros aparece como “de Zorita” y “de” otros lugares, pero en ninguno como “de Minaya”, -que aparece a partir del siglo XVI- quizá por corrupción de “anaya”, según un documento de 13 de junio de 1110, cuando ya era un alto cargo en la corte de doña Urraca, que lo saluda como “mio anaya Alvar Fanes”, tal vez usando ese vocablo (“anaya”) como calificativo.
No obstante, el primer dato acerca de la carrera de honores de Alvar Fáñez lo señala como confirmante de una exención que concedió Alfonso VI al monasterio de Sahagún sobre fonsadera (1 de marzo de 1078), puesto que de los otros dos documentos donde también aparece mencionado, uno es falso y el apartado correspondiente en el Fuero de Sepúlvedabien pudiera tratarse de una interpolación que recoge un acto jurídico posterior a su otorgamiento en 1076, por lo que tal vez Alvar Fáñez no estuvo presente en la concesión del primer fuero, pero de lo que no cabe duda, es de que los primeros documentos mencionan ya al magnate, todavía no muy relevante, hasta que no emparente con el conde Pedro Ansúrez, a través de su hija Mayor Pérez, con la que contrajo matrimonio (casi con seguridad hacia 1078, cuando la corte estaba en León, según algún documento), lo que, probablemente, significo su ascenso en la corte (aunque también hubiera podido suceder al revés, es decir, no haberse casado hasta no haber alcanzado el necesario prestigio social).
Otro documento menciona a Alvar Fáñez en la comitiva real, el 22 de febrero de 1085, cuando se está preparando la conquista de Toledo. Después dejará de aparecer en los documentos, seguramente por haber sido enviado por Alfonso VI a acompañar a al-Qadir en la conquista de Valencia. Posteriormente figura nuestro personaje en la concesión de la dote fundacional de la catedral de Toledo (18 de diciembre de 1086). Tras otras menciones, no demasiadas, la última estancia documentada de Alvar Fáñez en la corte está fechada el 8 de mayo de 1107, en Monzón.
Por entonces, Alvar Fáñez había sido relevado de la alcaidía de Toledo, pero  acrecentado el dominio de Zorita con la cercana Santaver, por lo que se convirtió en el hombre más fuerte del sector conquense en el nuevo reino de Toledo, todo ello debido, claro está, a una estrategia política sensata por parte de Alfonso VI, en la que nuestro protagonista jugó un importante papel en la conquista de dicho reino y en el control de Valencia, hasta la llegada del peor momento, tras la derrota de Uclés (1108-1109), en que tiene lugar la pérdida de la mayor parte de las tierras que fueron de Alvar Fáñez -“illam terra quae fuit de Alvaro Fannici”- debida en gran parte al auxilio prestado a los almorávides por la población, todavía musulmana, que ocuparon las fortalezas más importantes, menos Zorita, fuertemente amurallada y repoblada treinta años antes por cristianos, lo que permitió a Alvar Fáñez mantener guarnecido el paso más importante del Tajo, manteniendo el control de Toledo. Se perdieron Santaver, Uclés y Huete, que a partir de entonces dejan de ser nombradas en los documentos de la cancillería real, como había sucedido anteriormente.
Tras la muerte de Alfonso VI en Toledo (1 de julio de 1109), y como consecuencia del estrepitoso fracaso del segundo matrimonio de la reina Urraca, Alvar Fáñez no tiene más remedio que hacerse cargo, a solas, de la conservación de la frontera del Tajo. Recibe de Doña Urraca el nombramiento de duque de Toledo -“Tuletule dux- en 22 de julio de 1109, ciudad que supo defender del asedio perpetrado por Alí ibn Yusuf, que regresó de África tras enterarse de la muerte de Alfonso VI y la consecuente debilitación de sus ejércitos.
Pasado este periodo, Alvar Fáñez vuelve a prestar más atención a la situación general del reino, de cuya presencia en la corte queda constancia a través de enero y febrero de 1114, cuando surgen revueltas promovidas por Alfonso I el Batallador que subleva a los nobles gallegos, leoneses y castellanos, al tiempo que algunos concejos de la Extremadura castellana apoyaban al rey aragonés, frente a Urraca.
Desde principios de 1110 Alvar Fáñez se hace cargo del castillo de Peñafiel, próximo a Valladolid, pero los partidarios de Alfonso I de Aragón controlaban Soria, Almazán, Berlanga y Segovia, ciudad esta donde en un encuentro con sus milicias concejiles fue muerto, tal y como recogen los Anales Toledanos: “Los de Segovia, después de las octavas de Pascua mayor, mataron a Albar Hannez era M C L II”. (1152 – 38 = 1114). Una muerte absurda “a manos de sus propios correligionarios en una estéril disputa civil”.
El autor de este extraordinario libro finaliza con una serie de conclusiones, siendo la principal, desde nuestro punto de vista, que “la verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez no se corresponde con la visión que de nuestro personaje se ha transmitido hasta ahora en el conjunto de la historiografía española”.
A esta visión tan desenfocada contribuyeron intelectuales muy alejados en el tiempo, como por ejemplo Alfonso X el Sabio, quien en su Estoria de España, escrita en la segunda mitad del siglo XIII, incorporó prosificado casi todo el Poema del Mío Cid, plagado de elementos juglarescos -en gran parte apartados de la realidad histórica- al igual que mucho después, a finales del siglo XIX y comienzos del siguiente, le sucedió a don Ramón Menéndez Pidal, quien revisó el reinado de Alfonso VI en La España del Cid, cuyo Poema, así como los datos en él contenidos, avaló dejándose llevar por la pasión (y ya sabemos que las pasiones anulan la razón).
Indica más Ballesteros que “Alvar Fáñez no fue el lugarteniente del Cid. Nuestro personaje sólo  acompañó a Rodrigo Díaz el Campeador en sus aventuras y desventuras literarias”, puesto que el Alvar Fáñez histórico, el real, el que aparece en los documentos de las cancillerías reales, fue un fiel  vasallo de Alfonso VI al servicio de su proyecto político y cuya presencia fue decisiva para la defensa del Tajo, especialmente entre los años 1086 y 1114.
Un libro claro en sus exposiciones, fácíl de leer por el hombre de la calle, cuyo índice está perfectamente ordenado, y del que -sin más comentarios- yo diría que se trata del mejor libro que se ha publicado en 2014 en Guadalajara. Enhorabuena a su autor por este trabajo tan interesante que, seguro, el día de mañana, constituirá un ejemplo a seguir.


José Ramón López de los Mozos

El bosque de Valdenazar

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Guía natural del bosque de Valdenazar. Editado por el Ayuntamiento de Yebes en 2014, va firmado por Roberto Mangas Morales y Pablo Chiloeches Fernández, a los que se añaden las fotografías de Carlos Sanz García, y otros fotógrafios. La obra, de 64 perfectamente maquetadas, nos muestra una de las joyas de la Naturaleza que se ha conservado casi por milagro a escasos minutos del centro de Guadalajara.
El Ayuntamiento de Yebes, que dirige el incansable Joaquín Ormazábal con su equipo de gobierno, ha entendido que el desarrollo pasa también por el cuidado estricto del medio ambiente, y por la divulgación del mismo, no solo a través de publicaciones como esta que comentamos, sino creando las facilidades imprescindibles para que ese cuidado se transforme en disfrute de la ciudadanía. Ejemplar: este puede ser el resumen de la monografía que comentamos, y de la tarea que el municipio de Yebes está llevando a cabo en torno a este gran espacio natural, que sin protección específica ninguna, dentro de los cánones oficiales, mantiene las 43 hectáreas que definen este “bosque mediterráneo” abierto y en condiciones de ser conocido y admirado.
En el libro recién editado, los naturalistas Roberto Mangasy Pablo Chiloeches hacen una revisión exhaustiva de las plantras y animales que pueblan el espacio definido. De todos ellos nos dan breve descripción, anotaciones curiosas y fotografías o dibujos que nos los dejan claros. Además de un mapa muy meticuloso donde aparecen las sendas, espacios de observación, la carbonera, el mirador, y el vadeo del valle del arroyo de Valdarachas que baja desde los altos de Alcohete. Se inicia la marcha desde el aparcamiento que se ha habilitado junto a las instalaciones del Club de golf de Valdeluz, y luego se prosigue mediante indicaciones, carteles, señales y flechas de colores.
En Valdenazar prima la agreste naturaleza que forma el quejigar profuso, pero en el que se muestran sosrpresas continuas de flora y fauna. El libro del consistorio de Yebes nos parece perfecto como obra impresa y como intencionalidad de difundir  y divulgar lo que el mundo en torno aún nos ofrece. Ni que decir tiene que la obra reclama, y desde aquí nos unimos a esta petición, el respeto absoluto hacia este entorno natural, el “bosque de Valdenazar”, junto a Guadalajara, en sus olvidados escondrijos de la amable alcarria que nace y discurre en torno a Yebes & Valdeluz, que ya queda a la espera de que la primavera cercana lo inunde de verdes, flores y silbos varios.


A.H.C.

Guadalajara para niños

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OREA SÁNCHEZ, Jesús, Guadalajara para niños, Guadalajara, Diputación de Guadalajara / Aache Ediciones, 2014, 180 pp. Ilustraciones de Nora Marco Alario. (ISBN: 978-84-15537-64-9).

Enseñar divirtiendo. He aquí la fórmula de la que seguramente partió la idea de editar la presente guía de Guadalajara, o mejor dicho, de la provincia de Guadalajara, para los más jóvenes, los que recorrerán sus pueblos en un futuro no muy lejano, una idea colorista y atractiva llena de interés para quienes, en familia, vayan a conocer los múltiples y variados pueblos que contiene esta tierra, ya que se trata de un libro pensado para ir en la guantera del coche, aunque antes, en casa, hay que ver -estudiar- en el papel el lugar o lugares que quieren visitarse, para irse haciendo una idea de todo cuanto allí se puede disfrutar, desde los principales monumentos, hasta el paisaje de los alrededores, pasando por las fiestas y tradiciones, las leyendas, y llegada la hora, la gastronomía. Pero, principalmente, los propios pueblos como elemento aglutinante de la vida en sociedad de quienes los habitan, que son su primero y principal patrimonio.
Es decir, se trata primeramente de construir una maqueta mental -o incluso un guión-, de lo que después, aprovechando el domingo, el día de asueto o las vacaciones, podrá disfrutarse in situ, ese anhelado viaje en él que podrán ponerse en práctica las ideas y las notas que previamente se hayan apuntado: ¿Qué es lo que se puede ver y cómo verlo?, porque lo aquí se trata es ver las cosas desde el punto de vista del viajero curioso, interesado y no desde el del turista, impermeable a lo externo por lo general. Es decir, con esta guía vamos a tratar de hacer que nuestros “niños” (o más bien nuestros jovencitos) sepan “ver” y “mirar”, sepan analizar lo que los pueblos pueden enseñarnos y sacar las conclusiones que sean necesarias, sencillas en un principio, pero que posteriormente, con el tiempo, ellos mismos -sin necesidad de la ayuda paterna o familiar- irán ampliando -si la base es buena-, que al fin y al cabo es lo que se pretende.
Esta guía turístico-didácticpara niños consta de diez capítulos destinados a dar a conocer el Castillo de Torija -como Centro de Interpretación Turística de la Provincia de Guadalajara-, así como los nueve pueblos que antiguamente conformaron las cabezas de partido judicial: Atienza,  Brihuega, Cifuentes, Cogolludo, Guadalajara, Molina de Aragón, Pastrana, Sacedón y Sigüenza.
El libro, la guía, da la pauta acerca de diversos aspectos que el “pequeño visitante” puede encontrar en cualquiera de los pueblos que visite, pero es imprescindible la ayuda complementaria de un “cuaderno de viaje” en el que ir plasmando todo aquello que le llame la atención, fotografías de lo visto, detalles, planos, mapas, resúmenes escritos, flora… y tantas cosas como se le puedan ocurrir o surjan a modo de sorpresa inesperada, puesto que si la guía es eso precisamente, un conjunto de ideas que pueden seguirse, el “cuaderno de viaje” será el resultado de la transformación de esas ideas en acto.
Señala además su autor que no sólo se encontrarán en Guadalajara para niños monumentos, historias y personajes, sino que también aparecerán fiestas y tradiciones -a las que se invita a toda la familia-, así como productos típicos (artesanía, gastronomía…) de cada lugar, que pretenden hacer que el niño “aprenda a mirar paisajes, plazas y conjuntos ambientales”, de modo que nazca en él cierto interés por el patrimonio y las raíces ancestrales de Guadalajara, puesto que como indica el adagio: “lo que se conoce se ama”.
Estamos, pues, ante el primer libro de este tipo que se edita en Guadalajara; un libro específico para familias aventureras con hijos aventureros y, puesto que la aventura atrae, lo más lógico sería pensar que estos niños, dentro de unos pocos años, serán quienes recojan la antorcha de los escritores actuales y den a conocer las riquezas culturales de Guadalajara a las nuevas generaciones (y así sucesivamente, como sería de esperar).
Y ahora, con el fin de ofrecer detalladamente los aspectos concretos que contiene cada uno de capítulos, nos centraremos en uno de ellos a modo de ejemplo representativo, elegido al azar: página 87… que corresponde a… Cogolludo.
En página doble, a modo de entrada, vemos la ubicación de Cogolludo en el mapa provincial, su escudo y un plano del pueblo, en el que se señalan los restos de su antigua muralla. Después, se entra de lleno a “Descubrir Cogolludo: La tierra en la que pudo nacer Colón” donde, después de indicar su situación geográfica, se sugiere al lector infantil que investigue sobre los “chocolateros” y las “aguederas” y su significado, como fiestas tradicionales más importantes del lugar; visitar las cinco ermitas; interesarse por sus obras de arte -“el Capón de Palacio”- y también, ¿por qué no?, por el cabrito asado propio de la zona.
Pero el tema continúa y la guía que es Guadalajara para niños, propone una serie de viajes por otros lugares, más o menos cercanos, que llenarán de alegría a los visitantes para ver los castillos de Jadraque y Galve de Sorbe y jugar junto a las ruinas de los de Cogolludo, Beleña de Sorbe (aunque este es un poco peligroso) e Hita (donde a primeros de julio se celebra su archiconocido “Festival Medieval”.
También recomienda recorrer parte del denominado “Románico rural”, especialmente las iglesias de Beleña de Sorbe y de Campisábalos, donde podrán contemplar a sus anchas dos mensarios o menologios medievales, que podrán comparar para ver si coinciden las representaciones iconográficas de sus meses y, de paso, analizar detenidamente las características principales de la “arquitectura negra” en las proximidades  del pico Ocejón.
Y para finalizar (o comenzar el viaje, según la dirección que se tome), pegarse un chapuzón en las aguas del “Colchón de Humanes” -siempre bajo la atenta mirada de los mayores- o subir a “la Muela” de Alarilla y ver como vuelan los “hombres pájaro” con sus parapentes y alas delta.
Todo ello va acompañado de una serie de fotografías alusivas a cada tema propuesto, que, aunque en color, resultan un poco diminutas.
Las páginas siguientes explican y amplían lo anteriormente dicho. Así, acerca de Colón ofrece la teoría de su nacimiento en Espinosa de Henares, como hijo de doña Aldonza de Mendoza que, al parecer, murió al darle a luz. Y aquí, después de conocer estos datos, surge el interés por ver la casa donde pudo haber nacido el genial navegante, por lo que se hace necesario un viaje al cercano lugar, cuaderno de notas en ristre, y visitar los principales monumentos: la iglesia, las ermitas, el puente…
Otro tanto puede decirse acerca del “Capón de Palacio” que es el nombre que recibe  un maravilloso lienzo al óleo de Jusepe de Ribera, “el Españoletto”, que representa “Los preparativos para la crucifixión” y que se conserva en la iglesia de Santa María, en Cogolludo. ¿Por qué ese nombre tan insólito? Eso, precisamente, es lo que debe buscar el infantil visitante.
Lo propio sucede con el palacio de duques de Medinaceli, la joya más importante de Cogolludo, en cuya fachada pueden verse mazorcas de maíz, algo muy extraño, puesto que Colón descubrió América poco antes de la construcción del mencionado palacio. Aunque hay quien opina que dichos frutos no son de maíz, sino otro fruto decorativo que también aparece en palacios y arquitecturas renacentistas italianas, precedentes de este palacio.
Sigue el viaje con una visita detenida a la iglesia de Santa María, donde se supone que están enterrados los restos de Colón y de su madre y se conserva el “Capón de Palacio”, y de allí, un poco más arriba, al castillo, del que se conservan algunos restos, así como de la muralla que rodeaba la villa. Todavía pueden verse en sus cercanías el pozo de la nieve y “la Visera”, que es un nido de ametralladoras de la pasada guerra civil.
En lo que toca a fiestas y tradiciones, ya hemos visto que son dos las que se conservan en Cogolludo: la de Santa Águeda, en la que mandan las mujeres, que tiene lugar alrededor del día 5 de febrero, y “los Chocolateros”, especie de diablillos encapuchados de blanco que ofrecen bizcochos y chocolate a los transeúntes el Miércoles de Ceniza, fecha en que comienza la Cuaresma con sus ayunos y abstenciones. Pero, además, junto a los dos ejemplos citados, aparecen “las botargas” y “los vaquillones”, de los que se propone que en el cuaderno de viaje se realicen los dibujos de aquellas “botargas” que más le hayan gustado o las que menos miedo le hayan dado, al igual que se propone con los “vaquillones”.
Respecto a los “hombres pájaro” no estaría de más dar una vuelta por Alarilla y ver cómo llegan al pueblo los Reyes Magos.
También se resalta el interés del Festival Medieval de Hita y su Arcipreste y se propone al visitante infantil investigar sobre diversos ejercicios medievales, tales como el estafermo, los bohordos y las sortijas, amén de callejear por las cuestudas calles empedradas de la villa medieval, visitar su museo e iglesias y conocer por dentro alguno de sus “bodegos”.
Otra opción más consiste en visitar los pueblos de la “arquitectura negra”, donde la propuesta consiste en este caso en anotar en el cuaderno de viaje los que más le hayan gustado al visitante, además de describir las fiestas más destacadas que se siguen celebrando en la zona, -aunque también sería interesante ir anotando las características más sobresalientes de este tipo de construcciones: casas de paredes gruesas, tejados con grandes faldones, vanos diminutos, aunque más grandes en la solana, uso de los materiales, chimeneas gigantescas…-
Y, finalmente, termina el viaje por el antiguo Partido Judicial de Cogolludo, con un amplio recorrido por Jadraque, donde el niño y su familia, ilusionados viajeros, podrán visitar el castillo “del Cid”, la “Saleta de Jovellanos”, la iglesia -donde se conservan diversas lápidas funerarias de notable interés- y las ermitas, sin olvidarse del callejeo y del tradicional cabrito asado al estilo jadraqueño.
Una guía interesante que constituye una verdadera novedad, y es base para que los niños y sus familiares conozcan a fondo la provincia de Guadalajara, primeramente a través de sus aspectos más amplios y generalizados, para desde ellos, en segundo lugar, ir profundizando a otros más particulares pero no menos importantes. Diversión y aprendizaje se dan la mano en este libro-guía que tan bien ha sabido encauzar Jesús Orea, gran conocedor de los secretos provinciales, al que felicitamos por tan brillante trabajo, así como a la Diputación Provincial que a través de su Servicio de Cultura ha propiciado su edición.


Una guía segura

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Pueblos de la Arquitectura Negra, sin lugar, un proyecto de Pelonio para la Diputación de Guadalajara (gcg. Guías Cómodas de Guadalajara), sin fecha, 62 páginas.[Textos: FERNÁNDEZ OTTO, Alberto, Diseño Gráfico y Fotografía: Máximo Recio, Ayudante de Diseño: David G. Uzquiza].
Hace algún tiempo escribimos acerca de las otras dos “Guías Cómodas de Guadalajara” dedicadas íntegramente a Sigüenza y, más tarde, a Torijayya dijimos entonces que no se trataba de guías corrientes, de esas que suelen entregarse en las oficinas de turismo, que siempre dicen lo mismo, incluidos los errores, puesto que sus textos no se renuevan y ponen al día.
Estas guías, por el contrario están destinadas al viajero antes que al turista, a ese tipo de personas que prefieren ver “cuatro cosas” en profundidad, que no esas otras que prefieren ver casi todo a mil por hora y, en definitiva, no ven nada.
Esta guía se dedica a los siguientes Pueblos de la Arquitectura Negra: El Cardoso de la Sierra (Bocígano, Colmenar de la Sierra, Peñalba de la Sierra, Cabida, Corralejo y el despoblado de La Vihuela), Majaelrayo, Valverde de los Arroyos (Zarzuela de Galve), Campillo de Ranas (Campillejo, El Espinar, Roblelacasa, Robleluengo, Matallana y La Vereda) y Tamajón (Almiruete, Mauriel, Palancares y el despoblado de Sacedoncillo) y su sumario no es muy amplio, aunque sí lo suficientemente interesante desde el mismísimo comienzo -ya que en las páginas ocho y nueve aparece un mosaico compuesto por cuarenta y ocho fotografías en color, en las que se dan a conocer gentes, paisajes, monumentos, detalles, etcétera, de gran belleza y que la mayoría de las guías de mano suelen pasar por alto-.
Páginas que dan paso a un mapa de situación de los mencionados pueblos, así como a exponer algunos datos prácticos de interés: Cómo llegar en coche, la comarca a la que pertenece, cuáles son sus pedanías -incluidas más arriba para mejor información del lector-, distancias a Madrid y a Guadalajara, superficie en kilómetros cuadrados, su gentilicio, las fiestas locales y, finalmente, su sitio web.
Son pueblos situados al noroeste de la provincia de Guadalajara, resguardados por las laderas rocosas de la Sierra Norte, donde se agazapan conservando al tiempo una arquitectura “sin arquitectos” que aún conservan sus ancestrales invariantes, pueblos reconstruidos cuando comenzaban a extinguirse, y que en algunos casos, como en Campillo de Ranas, se sigue manteniendo la yerba -no se ha asfaltado ni enlosado equivocadamente- para “que parezca que se está cayendo, sin ningún peligro de caerse” que es, en realidad, lo que se pretende, el atractivo de estos pueblos que, en algunos casos, no se ha tenido en cuenta.
Es un territorio limitado por los ríos Sobe al Este, y Jarama, al Oeste, además de por el Hayedo de Tejera Negra. Los pueblos se extienden por la zona montañosa, conformando una serie de pueblos casi idénticos, con las mismas o muy parecidas características arquitectónicas, una arquitectura hecha a mano que aprovechaba los materiales que le proporcionaba el entorno geográfico: rocas negras o más o menos negras, madera y pizarra grisácea para las cubiertas y solados.
Casas que suelen ser de forma rectangular, de piedra sobre piedra, sin argamasa, generalmente de dos plantas, cubiertas con tejados cuyos faldones vierten a dos aguas -y que cuando se mojan parecen espejos relucientes-, con muros gruesos y vanos pequeños, aunque algo más grandes los orientados al sol, y amplias chimeneas, pues la cocina es la pieza principal de la casa, donde se hace la vida. Los dormitorios suelen ubicarse sobre las cuadras con el fin de recibir el calor animal tan necesario en los gélidos días invernales.  
Por ello son tan parecidos los pueblos de Campillo de Ranas, Majaelrayo y Valverde de los Arroyos, situados en las faldas del Pico Ocejón, de los que algunos historiadores sostienen su existencia desde el siglo XII.
Bastante diferente de los “pueblos negros” es Tamajón, cuyas casas se construyeron con caliza, por lo que algunos consideran que su arquitectura no es “negra” pero sí “dorada”, especialmente cuando las fachadas se ven alumbradas por los rayos del sol. Además, Tamajón no es tan silvestre ni montaraz y tiene un perfil más bien medieval.
Pasa después la guía a señalar los “10 monumentos de piedra imprescindibles”, o sea, los que hay que ver cuando se viaje por la zona. Son los siguientes: el reloj de sol y la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, de Campillo de Ranas, así como el conjunto urbano visto desde el Mirador y la Fuente de las Ranas; el palacio de los Mendoza y la ermita de la Virgen de los Enebrales, en Tamajón, además de los restos del monasterio cisterciense de Bonaval, en Retiendas -cerca de Tamajón-; la iglesia parroquial de El Cardoso de la Sierra; la de San Ildefonso y la ermita de la Virgen de Gracia (camposanto), en Valverde de los Arroyos, y el puente de Matallana, sobre el Jarama, en Campillo de Ranas.
Otro apartado lleva por título “En qué consiste ser un nuevo pueblo antiguo”. El ejemplo es nuevamente Campillo de Ranas: Un pueblo “reinventado”, un escenario que ha resistido siglos, con una nueva forma de vivir. La mayor parte de sus vecinos procede de Madrid, generalmente treintañeros que llevaban gran parte de su vida pisando asfalto, urbanitas sin quererlo que necesitaban pisar tierra, ser de pueblo. De modo que acudieron a Campillo, compraron una casa y la arreglaron para instalar una tienda de productos artesanos, pongamos por caso, una casa rural o un restaurante. Hoy ondea en Campillo la bandera arcoíris por ser el pueblo pionero en oficiar bodas gays sin ser un pueblo gay.
Pero lo mejor es disfrutar del campo sin perderse, y por eso la guía que comentamos recomienda algunos parajes naturales de gran belleza como Las Chorreras de Despeñalagua, en Valverde; la pequeña “Ciudad Encantada”, de Tamajón; el arroyo y la cascada de la Matilla, en Majaelrayo; el embalse de El Vado; el propio Pico Ocejón (con 2.048 metros de altitud); la ribera y la Hoz del Jaramilla; el valle de Robles, en Robleluengo; la cascada del Aljibe, y el Roble Hueco, de Campillo de Ranas.
“En qué taberna nos vemos” “¿Dónde está la gente en un pueblo de montaña? O en su casa o recogidos en una taberna. Hay que pasar una tarde con ellas, como La Garduña (Campillo de Ranas), para saber de qué se habla en un pueblo de pizarra” Y viene luego la relación de sitios recomendables donde poder comer y beber, indicando la calle, el teléfono y, en ocasiones, el correo electrónico. También donde poder dormir con demasiado silencio.
Termina la guía con una galería de retratos de algunas personas que viven allí, porque si el viajero conoce el nombre de las calles y plazas principales de un lugar antes de visitarlo, también debería conocer por adelantado algunos nombres de la gente que vive allí, para saludarlos al llegar: a Paloma, la de la casa rural de Majaelrayo; a Jose (no José), que es el profe de los niños de Campillo de Ranas; a Mari, que junto a su hermana llevan el pub Contrabajo, en Majaelrayo; a Maricarmen y Paco, paseantes, jubilados y enamorados, que viven en Campillo; a Julián y Alberto, que abandonaron su asesoría fiscal y su estudio de animación de Madrid y se fueron a Campillo de Ranas, donde regentan la taberna La Garduña; a Julián, que atiende la barra del restaurante La Fragua, también en Campillo; a Javier y María, que son los dueños de la casa rural La era de la tía Donata, a Paco, apicultor y alcalde Campillo de Ranas; a… tantos y tantos con los mantener una charla entretenida paladeando un tinto.

Caminos romanos por Guadalajara

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ROLDÁN HERVÁS, José Manuel y CABALLERO CASADO, Carlos, “Itinera hispana. Estudio de las vías romanas en Hispania a partir del Itinerario de Antonino, el Anónimo de Rávena y los Vasos de Vicarello”, en El Nuevo Miliario. Boletín sobre Vías romanas, historia de los caminos y otros temas de geografía histórica, nº. 17 (Madrid, Agosto de 2014), 254 páginas. (ISSN: 1885-9534).
Gracias al patrocinio del Gobierno de Extremadura a través de su Consejería de Educación y Cultura, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y la Fundación Juanelo Turriano, ha sido posible llevar a cabo la edición de este número de El Nuevo Miliario, en el que se recogen treinta y cuatro rutas, que tanto significaron para José Manuel Roldán, como para la prestigiosa revista El Miliario Extravagante, así como para quienes en los años ochenta se iniciaban en el estudio sobre de las vías romanas, puesto que tanto Roldán como Arias vinieron a significar la “luz” en un mundo un tanto desconocido entonces, para el primero sistematizando la metodología del estudio de los caminos antiguos, y para el segundo, proporcionando un sistema de comunicación en el que se fueron recopilando numerosos datos inéditos, enviados por sus “corresponsales”, con los que poder opinar y mantener informados a los  interesados en geografía histórica.
Se trata, por tanto, de un número especial, tanto por la cantidad como por la calidad de los trabajos que contiene, debidos al propio José Manuel Roldán, “padre de la investigación viaria moderna en España”, puesto que, cómo se ha dicho, en un principio los investigadores sólo podían contar con la obra de éste, en una mano, y con la revista extravagante El Miliario, en la otra, que dieron paso a nuevas investigaciones de carácter tanto provincial como regional, así como al estudio de los viejos caminos antiguos y sus obras de fábrica, yacimientos, centuraciones, ocupaciones y modos de explotación de los territorios indígenas conquistados por los romanos y que después serían utilizados por los visigodos y los árabes.
Con la llegada del nuevo milenio se dio por finalizado el estudio precedente con el proyecto de investigación del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que supuso el mayor esfuerzo en cuanto a datos y resultados llevados a cabo en España hasta el momento, las aportaciones de nuevos puntos de vista por parte de los ingenieros (re)incorporados, la creación del portal Traianus -punto de encuentro de la comunidad miliaria-, y la edición de este El Nuevo Miliario, heredero de aquel otro, “Extravagante” de tan grata recordación…
Aunque, como se indica en el editorial, no estaría de más recordar también -aunque ya “instalados en las ventajas técnicas e informáticas”- los esfuerzos de aquellos predecesores en el ars viaria  que fueron Ambrosio de Morales, Ceán Bermúdez y los humildes ayuntamientos que contestaron a la pregunta 31 de las Relaciones Topográficas de Felipe II, sin los cuales careceríamos de noticias fidedignas acerca de ruinas antiguas y viejos caminos, o sin gentes que, como Blázquez y Félix Hernández, no hubiesen recorrido a lomos de rucio la “intrincada orografía caminera” en busca de viejas veredas; sin olvidar la labor desarrollada entre los años sesenta y noventa por el propio Gonzalo Arias y sus “corresponsales”, que sigue en marcha a través de El Nuevo Miliario, popularizando temas históricos fuera del ámbito académico.
Pues bien, José Manuel Roldán, en su libro Iter ab Emerita Asturicam (Salamanca, 1971), propuso un sistema de trabajo para el estudio de la red viaria antigua desde dos puntos de vista: el primero, desde el gabinete, documentando y ordenando todas las fuentes antiguas, medievales, modernas y contemporáneas, y el segundo, recorriendo el terreno in situ -habiendo manejado antes la foto aérea y el curvímetro (de acuerdo con el valor tradicional de la milla romana en 5.000 pies, equivalentes a unos 1.480 metros- así como los mapas 1:50.000 del Instituto Geográfico y Catastral. También es mérito de Roldán el estudio de las obras de fábrica relacionadas con las calzadas, el de las posadas romanas, las mansio y su relación estratégica con los datos que aporta el Itinerario de Antonino, y que, gracias a su intuición, Arias pudo ubicar con gran precisión en la “Vía de la Plata”, tras el estudio de la importancia de los casos y las desinencias utilizados en el mencionado Itinerario.
Pero, quizás la obra más interesante de Roldán para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica (Granada / Valladolid, 1975)haya sido Itineraria Hispana, en la que analiza numerosas fuentes antiguas que, en gran parte, han servido -cuarenta años más tarde- para la realización del número especial de El Nuevo Miliario que comentamos, tras poner al día los datos que contiene, que, dada su cantidad y la imposibilidad de publicarlos exhaustivamente en una revista al uso, hubo que seleccionarlos meticulosamente, para lo que fue preciso establecer unos criterios previos teniendo en cuenta la alternativa o alternativas que iban a ser cartografiadas y descritas, considerando también la “teoría de los acusativos”, desarrollada por Gonzalo Arias y José Manuel Roldán, clave para interpretar en la actualidad el Itinerario de Antonino, sin tener en cuenta los constantes errores de la fuente que no posibilitarían llevarla a cabo de una forma global.
“De este modo, la diversa consideración dada a aquellas mansiones citadas en acusativo o precedidas por la partícula ad- permite trabajar con la hipótesis de que no todos los enclaves incluidos en los recorridos antoninianos se hallaban al paso de la ruta, sino que algunas ciudades se identificaban por la mansio (lo que Arias denomina empalme), mientras que la ciudad se hallaba, en realidad, a cierta distancia del camino”.
Las vías que menciona el Itinerario de Antonino de la actual provincia de Guadalajara pueden seguirse en las rutas 24 Item ab Emerita Caesaraugusta (páginas 125 a 140) y 25 Alio itinere ab Emerita Caesarea Augusta (páginas 141 a 146).
La primera de ellas es una de las más controvertidas de Hispania gracias a los datos que aporta el Itinerario, que sigue un camino zigzagueante que genera un larguísimo trayecto desde Mérida a Zaragoza, aunque su tramo inicial, hasta Salamanca, se correspondería con la “Vía de la Plata”.Una parte de este Itinerario también está recogido en las Tabletas de Lépido o Tablas de Astorga, que se custodian en el Museo Arqueológico de Oviedo.
De la actual Guadalajara (y sus proximidades) figuran: 436, 1 Titulciam a XXIIII m. p. (milia passum) [de Miaccum]; 2 Complutum, a XXX m. p. [de Titulciam]; 3 Arriaca, a m. p. del anterior, hasta 437, 1 Arcobriga, a XXIII m. p. de Segontia. A partir de la ciudad complutense el recorrido es común al de la ruta 25 del Itinerario, siguiendo básicamente los valles del Henares y del Jalón, de modo que llegaría a Marchamalo, en las cercanías de Guadalajara, donde estaría ubicada la mansio Arriaca y, después, siguiendo el valle del Henares, a la mansio Caesada, que estaría en Espinosa de Henares, situándose Segontia en la actual Sigüenza.
“A partir de aquí es probable que el nexo entre las cabeceras de los ríos Henares y Jalón discurriera algo alejada de la ruta moderna, por Horna y Fuencaliente de Medinaceli, dado que las distancias del Itinerario no bastarían para cubrir la totalidad del camino entre Segontia y Arcobriga, en cuyas inmediaciones retomaría la vía romana el trazado de la carretera actual”.
Siguen las fuentes epigráficas estudiadas (con su referencia, localización, ubicación y distancia), además de la correspondiente cartografía, no figurando ninguno de los topónimos mencionados anteriormente.
En la historia de la investigación, y sobre el recorrido de esta vía por el valle del Henares, se hace mención del primer trabajo de síntesis, debido a Juan Manuel Abascal, Vías de comunicación romanas de la provincia de Guadalajara (1982), con las modificaciones posteriores debidas a Gonzalo Arias, que corrige el trazado de la ruta a su entrada en Aragón, alejándolo del Jalón hasta alcanzar Arcobriga.
La segunda, la 25 es muy parecida a la anterior. Además de en la fuente antoniniana esta ruta está recogida parcialmente en el Anónimo de Ravena (309, 310 y 312) y en fuentes posteriores, figurando en los repertorios de Villuga y Meneses. En el primero un camino Sigüenza, Medinaceli, Arcos de Jalón… y en la descripción del “Camino Real de Aragón y Cataluña”, cuyo camino va por Guadalajara, Taracena, Valdenoches, Torija, Trijueque, Gajanejos, Venta del Puñal, Almadrones, Algora, Torremocha [del Pinar]…
Damos la bienvenida a este meritorio y exhaustivo trabajo, que tanta importancia tendrá, gracias sin duda a la gran cantidad de datos que aporta, cara a los estudios venideros acerca de esta materia tan interesante para el mejor conocimiento del pasado romano de la Península Ibérica.


José Ramón López de los Mozos
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