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Carlos Santiesteban, una vida de artista

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Carlos Santiesteban. Óleos sobre Castilla-La Mancha. Algunos retratos”. Catálogo de la exposición en Guadalajara (Palacio del Infantado), septiembre-octubre 2014. Excmº Ayuntamiento de Guadalajara. 64 páginas. ISBN 978-84-87874-72-7

En este catálogo, espléndidamente editado, aparecen reproducidas todas las obras que Carlos Santiesteban ha presentado en esta exposición del palacio del Infantado, en septiembre-octubre de 2014. Además, un estupendo trabajo recopilatorio de su vida y su obra, a cargo del escritor Pedro José Pradillo y Esteban (pp. 5-8) y una salutación del alcalde. En el texto, Pradillo elabora una cumplida biografía del artista, a base de los recuerdos y noticias que personalmente le ha dado el protagonista. Así sabemos que Carlos Santiesteban nació en Guadalajara en 1927, quedando huérfano de su padre, (que era gran dibujante, y actuó como colaborador de la Academia de Ingenieros y delineante de la Maestranza del Fuerte de San Francisco), a los 5 años de edad. Su rebeldía desde muy joven, sus ansias de dedicarse al arte, le llevó a entrar en los mundos artísticos de la posguerra española, como figurinista, diseñador y siempre artista del color. El trabajo de Pradillo añade amplia referencia de la obra que en lugares públicos (Diputación, Ayuntamiento, Casino, Iglesia del Carmen, etc.) ha dejado Santiesteban en Guadalajara, ciudad que le ha galardonado con el título de “Hijo Predilecto” de la misma.


A.H.C.

Un cementerio romano en Aguilar de Anguita

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PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando y BARRIL VICENTE, Magdalena, “El cementerio tardorromano de Aguilar de Anguita y la problemática de las necrópolis con ajuares “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”, Sautuola, XVI-XVI (Santander, Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola”, 2010-2012), pp. 215-237 (I.S.S.N.: 1133-2166).

El presente trabajo ofrece una amplia e interesante información acerca del cementerio de inhumación tardorromano que en 1915 excavó el Marqués de Cerralbo en el lugar denominado “Los Pardales”, perteneciente al término  municipal de Aguilar de Anguita, en la actual provincia de Guadalajara.
Gracias a estos trabajos se ha podido localizar con gran precisión el antiguo yacimiento, así como el lugar de habitación al que, por lógica, debió pertenecer.
Los autores intentan reconstruir los ajuares funerarios partiendo de la brevísima descripción de los restos excavados en el pasado, además de la que puede consta en algunas etiquetas que llegaron al Museo Arqueológico Nacional acompañando numerosas piezas, las fotografías tomadas en el momento de las excavaciones y las memorias e inventarios aportados por el propio Cabré, acerca de los cuatro conjuntos excavados, cuando permanecieron expuestos en el Museo Cerralbo.
Gracias a la documentación mencionada el yacimiento arqueológico de “Los Pardales” se sitúa en el marco de las necrópolis tardorromanas de la Meseta Sur, ampliando los conocimientos a través de ciertas consideraciones sobre el significado y la cronología de las antes denominadas “necrópolis del Duero” o “ de la Meseta” y, más cercanamente (suponiéndolas más tardías), “necrópolis postimperiales”, aunque en el presente trabajo los autores prefieren referirse a este tipo de yacimientos como “cementerios tardorromanos con ajuares tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”.
En realidad, este trabajo forma parte de la revisión de materiales arqueológicos encontrados en las excavaciones llevadas a cabo en Aguilar de Anguita, a comienzos del siglo XX, por don Enrique de Aguilera y Gamboa, Marqués de Cerralbo, que se conservan actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
A través del estudio de tales piezas se ha podido identificar -entre una gigantesca cantidad de materiales de la Edad del Hierro-,  una serie de elementos provenientes de ajuares de un cementerio romano bajoimperial, (parte de estos objetos ya habían sido estudiados en su momento por José Luis Argente Oliver, en su Memoria de Licenciatura), aunque tales materiales se entremezclaron, en ocasiones, con otros procedentes de tumbas celtibéricas.
Al parecer, las etiquetas que en algunos casos acompañaban a las piezas tardorromanas ofrecían su atribución “a un cementerio de inhumación que se encontraría situado en las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora del Robusto, y que podría enmarcarse dentro del más amplio conjunto de necrópolis romanas bajoimperiales que la historiografía arqueológica española ha venido denominando “del Duero”, o más recientemente, “de la Meseta” y de las cuales los dos cementerios situados al Norte y al Sur de la villa de “La Olmeda” constituyen manifestación y ejemplo principal”, y cuyo ámbito de distribución comprende gran parte del interior y del Norte de la Península Ibérica, cuya representación más septentrional puede encontrarse en la “Carretera de la Playa” de Castro Urdiales (Cantabria).
Para llevar a cabo el presente estudio, Pérez y Barril, han intentado reunir toda la información del cementerio citado, aunque poniendo especial interés en los datos que permitieran localizar el yacimiento e “intentar reconstruir las asociaciones originales de los objetos que conformaban los ajuares funerarios”, lo que condujo poco después de la revisión de los citados materiales y su publicación, al análisis de la correspondencia mantenida entre Cerralbo y el P. Fidel Fita, referente a una estela romana altoimperial que aquel había desenterrado en Aguilar de Anguita.
Correspondencia que proporcionaba pocos datos sobre las circunstancias del hallazgo, puesto que el epígrafe había aparecido roto, formando parte de una estructura pétrea que protegía una de las tumbas de la necrópolis que nos ocupa.
Años después, en 2008, la familia Cabré-Morándepositaba en el M(useo) A(rqueológico N(acional) (M.A.N.), la copia de un inventario -realizada por Cabré- de los objetos de la colección Cerralbo que éste expuso en su palacete, en el que se incluían algunos apuntes referentes a materiales del yacimiento que comentamos, que vienen a completar la información proporcionada por tres fotografías que se conservan junto al material arqueológico y que, probablemente fueron realizadas por el responsable de la excavación -el propio Juan Cabré-, mostrando, en forma de panoplia,  el mobiliario fúnebre de las sepulturas.
De igual modo, indican Pérez y Barril, se ha procedido a una cuidadosísima revisión del contenido de algunas etiquetas, con las que originalmente fueron embaladas algunas piezas, dado que en algunos casos proporcionaban datos sobre la composición de los ajuares y su emplazamiento dentro de las sepulturas.
Y más todavía: a modo de avance a esta tarea, los autores del trabajo han presentado, como contribución al homenaje a Javier Cortés y Álvarez de Miranda, el estudio de dos sepulturas masculinas pertenecientes a este cementerio, caracterizadas por presentar arreos de caballo; trabajo que, dicho sea de paso, resultó fallido, puesto que posteriormente se pudo comprobar que los objetos que se consideraban pertenecientes al ajuar de la tumba 13 bis, pertenecían en realidad a las tumbas 4 y 5, y que la vasija que entonces fue considerada como perteneciente a la tumba 24, corresponde a la 10, puesto que la fototeca del IPCE (Instituto del Patrimonio Cultural de España) incluyó entre sus fondos el Archivo Cabré (donado al Estado en 1991), que desde 2012 ha permitido localizar dos nuevas imágenes con las “panoplias” de tres ajuares y otra serie de fotografías que muestran algunas de las tumbas con sus ajuares durante el proceso de excavación, lo que ha permitido la reconstrucción más apropiada del mobiliario sepulcral.
El yacimiento aparece en el Inventario de Cabré como“Necrópolis de Nuestra Señora del Robusto, Aguilar de Anguita”, aunque en el inventario individualizado que realizaron Pérez-Barril de los objetos procedentes de dicha localidad, las etiquetas contenían diversas denominaciones: “Necrópolis romana del Cerrillo, detrás de la Virgen del Robusto”, “Necrópolis  de los Esqueletos... Ladera de detrás de la V. del Robusto”, “Necrópolis por inhumación con clabos (sic)”.
Dos de las etiquetas precisaban “Necrópolis romana de “Los Pardales” del Cerrillo de detrás de la Virgen del Robusto”, de ahí que los autores hayan preferido emplear el topónimo “Los Pardales”, siendo lo demás meras precisiones, encontrándose en el paraje “Pardales del Castillo”, donde se localizó y excavó en 2007 un yacimiento romano en una tierra de cultivo inmediato a la ermita.
Acerca de la estela romana allí aparecida existen algunos datos en la correspondencia mantenida entre el Marqués de Cerralbo y Fidel Fita que se conserva en la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, conteniendo una fotografía y un dibujo de la inscripción, con una primera lectura de Cerralbo corregida posteriormente por Fita.
En la carta se mencionan algunas circunstancias del hallazgo:

“... que encontré en una / necrópolis por inhumación y que rotos / y separados formaban con bastantes más / piedras un rudo contorno en forma de / sepultura cuadrilonga en cuyo interior / hallé un esqueleto adornado con dos / pulseras de bronce y sobre todo una de lignito” (5 de febrero de 1915).

En otra misiva del 6 de febrero de dicho año se incluye un dibujo del epígrafe, precisando el lugar del encuentro:

“Aguilar de Anguita (Guadalajara) / en una necrópolis ibero-romana / en la vega de la Virgen del Robusto / en las inmediaciones de la gran necrópolis / ibérica de Aguilar de Anguita”.

La estela fue presentada por Fita ante la R.A.H. el 6 de abril de 1915, como:

“... la más antigua (inscripción) ibérica-celtibérica escrita en caracteres latinos que se conoce”. 

Continua el trabajo con una extensa descripción de los ajuares descritos por Cabré, así como la información proporcionada por las etiquetas antiguas que acompañaban a las piezas y las fotografías realizadas por dicho arqueólogo, además de un breve estudio, actual, de los materiales más significativos.
¿Cuáles fueron los resultados? ¿Qué se sabe del yacimiento de “Los Pardales” después de este “redescubrimiento”?
Pues, entre otras cosas, que estamos ante un lugar que fue ocupado hace unos mil seiscientos años por una comunidad rural tardorromana, cuya necrópolis fue excavada en 1915 por Cerralbo.
Las sepulturas pudieron ser, por lo menos, veintiocho, de las que once, corresponden a inhumaciones realizadas en el interior de ataúdes de madera ensamblados con clavos de hierro, sin cantoneras. Una era cuadrangular (sepultura 10, y en ella aparecieron las dos pulseras de bronce y la de lignito antes mencionadas). En otras once se encontraron objetos susceptibles de pertenecer al ajuar del fallecido u ofrendas de sus allegados, puesto que lo más probable es que los muertos fuesen amortajados con su vestimenta (de ahí que, al menos cinco tumbas, mostraban las tachuelas del calzado utilizado por los allí enterrados, excepto en la tumba 10, en la que los restos -femeninos- indican tratarse de un  par de botas).
En cinco enterramientos, las armas encontradas pertenecían a varones, mientras que en tres, se trataba de adornos femeninos.
Etcétera.
Tras la comparación de este tipo de enterramientos (“Los Pardales”) con otros peninsulares pertenecientes al marco de las necrópolis tardorromanas de ajuar de la Meseta, puede comprobarse que las gentes de ocuparon el yacimiento próximo a la ermita de la Virgen del Robusto, constituyeron una población rural modesta, en la que los varones tendían a enterrarse con los arreos de sus monturas y sus armas, lo que conduce a considerar dicho yacimiento como semejante a los que Pere de Palol bautizara como propios de las “necrópolis del Duero”, aunque su difusión supere zona geográfica perteneciente a la Meseta Norte.
“Los Pardales” encaja perfectamente dentro de esta serie de yacimientos.
A modo de conclusión Pérez y Barril señalan que la información por ellos recopilada conduce a considerar la necrópolis tardorromana de “Los Pardales” de Aguilar de Anguita dentro del esquema de necrópolis “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”, puesto que muestra a los enterrados dentro de sus ataúdes amortajados con su vestimenta (como vimos más arriba), que en ocasiones incluye el calzado con suela claveteada.
Pero, del mismo modo aparecen, en el caso de los varones, ajuares con cuchillos “tipo Simancas”, arreos de caballos, lanzas, y herramientas, y en algunas tumbas femeninas, collares y pulseras. Además, las ofrendas aparecen depositadas en vasijas de cerámica y vidrio.
Un seguimiento de las excavaciones dará lugar a saber con mayor precisión si estamos ante una comunidad enterrada en el periodo bajoimperial o acaso en el postimperial.

El trabajo se acompaña con fotografías de la época, de gran interés.

Romancero Español: nueva oportunidad de conocerlo

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“Colección de los más célebres Romances Antiguos Españoles, históricos y caballerescos”, publicada por Georges Bernard Depping, facsímil de los dos tomos de la edición de Londres de 1825. Con un estudio previo de Pedro M. Piñero Ramírez, y una Introducción y Notas de los profesores José J. Labrador Herráiz y Ralph A. DiFranco. Edita el “frente de Afirmación Hispanista” de México, 2014. 940 págs.

Varias voluntades y tareas se han conjuntado en esta obra, que viene a ser una oportunidad de manejar un clásico de la literatura española solo accesible en bibliotecas de alto nivel. La primera ha sido la de los profesores Labrador y DiFranco, que desde su posición de eméritos productivos (aunque no jóvenes, muy bien preparados) han decidido sacar a luz este volumen de romances que nos ponen en las manos tantas leyendas, historias escondidas y anticuallas contadas al amor de la lumbre, versificadas y rodadas por las plazas y hogares de España durante varios siglos. Ellos se han encargado de centrar el tema con una introducción clarificadora, ponerle notas, muchas notas al texto, y hacer unos índices complejos que abarcan títulos de romances, topografía de los mismos, y ediciones en las que han aparecido cada uno de ellos.

Otra voluntad poderosa y su correspondiente trabajo consumado ha sido la del profesor andaluz Manuel Piñero Ramírez, quien ha estudiado, analizado y explicado con claridad y detalle lo que esta obra contiene y lo que el alemán Depping, y otros especialistas del siglo XIX, hicieron recogiendo y dando vida a una gran cantidad de romances españoles, que finalmente publicaron en dos tomos, en 1825, en Londres, y que en este libro ocupa el principal bloque de sus páginas con la edición facsímil de los dos tomos de aquella obra.

El último de los aplausos que provoca este libro va dirigido a don Fredo Arias de la Canal, un empresario mexicano de origen cántabro, que en Potes ha conseguido crear su Casa de la Cultura y Centro de Estudios, y dirigir la edición continua de obras relacionadas con la literatura hispánica del Siglo de Oro, hasta ahora poco valorada, apareciendo desde hace años estudios y recopilaciones de Cancioneros y Romanceros, estudiando la obra de Pedro de Padilla, Mal Lara, Böhl de Faber, etc. Creador del Premio Vasconcelos, a la tarea de la investigación filológica, de la Canal es sin duda un ejemplo plausible de mecenazgo cultural que debería ser observado, e imitado, aquí en España.

A.H.C.


Escritos clásicos de Carmen de Ybarra

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YBARRA, Carmen de, Añoranzas, Guadalajara, Intermedio Ediciones / La Autora, 2014, 82 pp.

Carmen de Ybarra ha sacado un nuevo libro que ha titulado Añoranzas, puesto que, ciertamente, se trata de una sencilla y más bien breve recopilación de artículos, -poco más de treinta artículos y trabajos-, colaboraciones en general, publicadas con antelación en distintos medios, desde la acreditada Agenda Agromán, hasta los más prestigiosos periódicos nacionales, como ABC, pasando por otros provinciales y locales como Nueva Alcarria, de Guadalajara, ciudad en la que vive, y en la que ha venido colaborando hasta no hace mucho tiempo con su singular e inigualable manera de escribir.
Un estilo sencillo y cercano al hombre de la calle, al lector no acostumbrado a la lectura, con el que va calando en los temas humanos y sociales más llamativos o atractivos en determinados momentos, constituyendo eso que podríamos denominar “moda”.
A través de ese medio, la pensa, Carmen de Ybarra reflexiona y después devuelve a la calle, donde nacieron, sus más llamativos comentarios, transmitiéndolos y dándolos a conocer a través de sus sentimientos personales, de impresiones propias, surgidas del corazón y de la pluma, mediante un lenguaje cercano, asequible y fácilmente comprensible por la mayoría lectora.
Carmen de Ybarra es autora de numerosos libros: Cuentos infantiles (El pájaro azul, Nicolás en Marte, Saskia y otros cuentos...), leyendas (Mujeres de la Biblia. AntiguoTestamento, Leyendas vascas...) y alguna que otra crónica periodística; alguno de sus cuentos ha sido incluido en obras colectivas y antologías , como el titulado Juanillo, que lo fue en la Antología de Cuentos y versos de Castilla-La Mancha.
Hay en este libro, casi estoy seguro de ello, cierta añoranza por parte de la autora hacia su familia como queda de manifiesto en la dedicatoria que de él hace: “A mi sobrino Juan”, y a esa especie de prólogo, que no lo es en realidad, que lleva por nombre: “A mi hermano muerto” (Perico), en el que Carmen saca a relucir su semblante más profundamente lírico, sensible y, hasta, si se me apura, yo diría que rebelde:

“No me importa ir contra la corriente; yo siento un gran alivio hablando de mis muertos. Mi imaginación goza con su recuerdo y sus espíritus está conmigo”.

Y tras citar a Santa Teresa de Jesús, sigue hablando de su hermano:

“Mi hermano Perico hablaba de la muerte con frecuencia [...]. Mi hermano Perico había llegado con los hielos y las nieves del invierno. Casi le trajeron al mundo los Reyes Magos en su caravana, porque él llegó a nuestra casa un cuatro de enero. Y partió en la estación del año más cantada por los poetas, en la primavera, cuando la savia en las plantas y la sangre en las venas hierve”.

Y, por si el lector no se ha dado cuenta de esto tan trascendente, insiste más:

“Cuando los pájaros cantan”.

¿Acaso no es esta una muy bella manifestación, la más sencilla, de la Poesía, sentida a flor de piel?

En Carmen de Ybarra hay una gran poetisa, una sensibilidad profundamente amorosa, un sentimiento latente que de vez en vez se escapa y surge por los aires del pensamiento y se deposita sobre la rama verde de un árbol, el pétalo de una flor, o la solapa de un traje de caballero, a modo de emblema de nobleza: pues que dar es señorío y recibir servidumbre, al estilo mendocino.
A Carmen aún le queda esa huella muy alejadamente mendocina, pero sí de nobleza heredada de familia que le permite hablar como habla y decir como dice.
Y escribir como escribe. Suavemente por encima de todo, aparentemente sin darse cuenta de nada, pero sabiéndolo todo, dejando constancia de otras formas de ver las cosas, sin la trascendencia que se le suele dar a lo que nada vale.
Pasa por quienes recuerdan a los afligidos y rezan una oración el día de Navidad; por el recuerdo del padre justo Pérez Borragán, dominico, superior y encargado de la editorial OPE, que desapareció en las aguas del pantano de Entrepeñas.
Los cafés y la literatura, recuerda las tertulias viejas de Ramón y sus gentes, los cuadros de Solana y el café de La Montaña, aquellos cafés que frecuentaban Pío Baroja:

“...con su boina de vasco siempre sobre la cabeza; de cutis muy blanco y una barba de panocha; de expresión inteligente, cuya risa casi levantaba su bigote caído”.

Reconozco que esta descripción que Carmen de Ybarra hace de don Pío me gusta, e incluso me gusta también esa otra descripción que sigue poco más adelante sobre Azorín:

“Azorín, rubio, con una media melena y un monóculo colgando de una ancha cinta de moaré negro”.

En realidad los recuerdos de Carmencita son literarios pues que ella no llegó a vivir las tertulias que menciona, que son solo un recuerdo deseado.
La verdad es que los artículos de Carmen de Ybarra, entresacados de un amplio maremagnum de papel aprisionado entre las hojas de varios álbumes conservados enrtre sábanas perfumadas, representan una forma de ser un de ver el mundo de aquellos años, por lo que se han convertido, como por arte de gracia, en un catálogo de ciertas formas de pensar y sentir.
Es muy posible que a pocas personas le interese el fallecimiento de Rodolfo Valentino, pero Carmen de Ybarra se empeña en dejar rastro del hecho y escribe un trabajo, un artículo breve, acompañado de una fotografía en blanco y negro, en el que recuerda el momento: “Hace 50 años murió Rodolfo Valentino”.
Y es que es cierto, en la mente juvenil de la ya menos juvenil Carmen hay, existe, late, se desarrolla y sale a la luz, una forma nueva de ver las cosas, por caducas que éstas sean.
Son sus relatos, formas amables de ver la vida, formas, que a veces duelen y a veces no, y dejan su huella...
Algunos dibujos ayudan a la prosa siempre bella de Carmen de Ybarra, que no discute nunca con quien le lleve la contraria, porque, llevar la contraria a Carmencita es perder el tiempo. Ella llevará siempre razón y si no la lleva, da igual, que para eso es “nobla”.
Añoranzas, recorre un camino antaño andado, un camino serio y amable, definitivo, que Carmen de Ybarra ha querido acercarnos.
La palabra de Carmen, su palabra, es amiga y amable, y la siento como si fuese de terciopelo azul.
Allí su palabra.
Aquí el silencio que escucha y late y reconoce labores sencillísimas que deben ser reconocidas.
Hoy, hemos traído a este Baúl de libros un libro que podría haberse perdido en el tiempo. Yo me alegro de que no haya sido así, y de que esta hoja se lea y el libro de Carmen de Ybarra -Añoranzas- sea leído a modo de descanso de la mente y como recuerdo de tantas vivencias pasadas.
Lástima que el editor de la presente edición se haya olvidado de algo tan importante como señalar en cada trabajo la fecha y el lugar de su anterior publicación.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS


Un aquelarre en El Casar

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La península de las brujas. Viaje por el aquelarre ibérico, Navarra, Ed. Los libros del “Cuentamiedos”, 2009, 128 pp. (ISBN: 84-95846-51-9).

Encontré este librito en una librería de Jaca. Buscaba libros de leyendas y tradiciones y de buenas a primeras, mi costumbre de leer algunos capítulos antes de dormir, me condujo hasta una sorpresa, como tal, inesperada, puesto que en las páginas 57-58 vine a encontrarme con un breve capítulo dedicado a las brujas de El Casar de Talamanca.
El capítulo, breve como digo, lleva por título “Un aquelarre en el Casar de Talamanca” y en él se recoge la historia de unas cuantas pobres e ilusas mujeres de la localidad que fueron procesadas por la Santa Inquisición, a finales del siglo XVI, concretamente en el año 1591.
Eran las acusadas una tal Olalla Sobrino, una Juana Izquierdo y una Catalina Mateo, las dos primeras de unos sesenta años y la tercera, algo más joven, todas ellas acusadas de brujería e infanticidio.
Sus actividades brujeriles se recogen en el correspondiente proceso inquisitorial, en el que los padres de uno de los niños supuestamente asesinados, declararon “que una noche oyeron ruidos en la casa y momentos después el pequeño había desaparecido”.
Al cabo, añade el proceso, encendieron fuego para poder ver, y lo encontraron arrimado a la pared: “quebrados los brazos y por los riñones, torcidos los rostros y arrancadas sus vergüenzas y hechas otras muchas crueldades que era para quebrar el corazón”.
Por lo visto debieron cometer otro infanticidio en otra casa, pues que estando cerradas puertas y ventanas, y mientras la pareja dormía con su hija de corta edad “entraron por la ventana de la dicha casa que estaba en el aposento donde estaban marido y mujer y niña, y sacaron la dicha criatura de la cama y la ahogaron y quebraron las piernas e hicieron otros malos tratamientos de los que quedó muerta la dicha criatura”, pero, además, para colmo, cuenta el proceso, asaron el cadáver de la pequeña.
(La verdad es que las ventanas no debían estar muy bien cerradas que digamos).
La tal Izquierda, bruja, acudió a su primer aquelarre una noche en que fue propuesta por las otras dos, en “que llamaría al demonio y se holgaría mucho”.
Y al parecer así debió ser, puesto que se apareció el demonio en forma de cabrón (`aker´, de donde, teóricamente, resulta la palabra `akelarre´, el `prado del macho cabrío´) (1), que “las abrazó y le dijeron que abrazase a la dicha mujer que habían convencido para que fuese bruja, y el dicho demonio y las dichas mujeres bailaron de contento y regocijo del dicho concierto y acabado de bailar se fueron todos tres a la lumbre”.
Otro día, continua el relato del proceso, el aquelarre tuvo lugar en casa de una de las acusadas, en la que “el demonio en figura de cabrón con ellas todas tres y juntos se desnudaron en cueros y se untaron las coyunturas de las manos y los pies, y todas juntas y el demonio con ellas alzadas del suelo” fueron a cometer uno de los infanticidios mencionados, volviendo después a casa de una de ellas que, tumbadas en el suelo, fueron objeto de trato carnal por parte del macho cabrío.
A pesar de la tortura recibida, la Olalla no reconoció su culpabilidad, pero a pesar de ello, las tres salieron en el último auto de fe al que asistió Felipe II, que se celebró en la plaza de Zocodover de Toledo el 9 de junio de 1591.
 Las tres mujeres abjuraron de levi y fueron desterradas.
A pesar de todo, han pasado cerca de cuatrocientos veinticinco años y las cosas no son muy diferentes... Mírese con la lente grande y se podrá comprobar.
Pero hay más, otro articulillo que también nos afecta, -quiero decir que también afecta a estas tierras de Guadalajara y alrededores-, puesto que en la página 124, ya al final del libro, nos encontramos con un espacio muy corto dedicado a “Las brujas de Gallocanta”.
En la laguna de dicho nombre, en la raya fronteriza entre Zaragoza, Guadalajara y Teruel, se encuentra la laguna de Gallocanta, más conocida popularmente como “El Lagunazo”, donde en tiempos pasados acudían las brujas caballeras a lomos de sus escobas en las noches estrelladas, a unos dos palmos del suelo y a la velocidad “de un ave volando”, aunque, según comentarios del momento, “algo tontas y algo turbado el sentido”, para bañarse desnudas en sus aguas, según declaración tomada a alguna de ellas.
Tras el correspondiente o beso a Lucifer en el trasero y los bailes y obscenidades consiguientes, dedicaban su tiempo a jugar, sirviéndose de los niños robados que utilizaban como pelota.
Después regresaban a sus casas como si tal cosa (como si no hubiesen abandonado el lecho).
Era normal que acudieran a esta juerga brujas llegadas desde Molina de Aragón, como así declaró en el siglo XVI una tal Águeda, de la dicha ciudad de Molina, cuya abuela había sido bruja y solía reunirse con otras compañeras en Gallocanta. Pero, curiosamente, después de mucho insistir en lo que acabamos de consignar, los inquisidores no quisieron tomar sus declaraciones en serio.
Esto es lo que viene sobre Guadalajara, sus pueblos y sus gentes, en este libro ameno e interesante.
El lector se dará cuenta de cuanta fantasía que se acumula en los relatos que recoge este libro, así como en tantos otros libros que tratan del mismo o similares temas, de cuanta debía ser la pobreza mental de aquellas gentes y de cuanta, debía ser también, la de quienes apoyados en el “poder”, juzgaron con mala saña los desvaríos de estas “enfermas”, que no debieron  ser más que pobres enfermas.
La verdad es, también, que posiblemente, en determinadas ocasiones, se celebrasen reuniones de características similares, pero, acaso, sus fines fueran más concretos y, a “río revuelto, ganancia de pescadores” (y más si entre los participantes de encontraban las autoridades locales).
La introducción al libro en que hemos encontrado estas dos menciones a tierras de Guadalajara, El Casar de Talamanca y Molina de Aragón, recuerda al lector que muchos de estos supuestos aquelarres están documentados, pero que en otras ocasiones se trata de meras suposiciones, leyendas corridas de boca de boca, cuentos o consejas, pero que no por ello dejan de tener un componente de belleza.


(1) Una reciente teoría sostiene que `aker´, en lugar de `macho cabrío´o `cabrón´, podría referirse a `alka´ (dactilis hispanica), un tipo de hierba muy concreto que abunda en los alrededores del prado y la cueva de Zugarramurdi y su vecina Urdax. Vendría a significar algo así como `prado de la hierba alka´ y, por cierto, junto al foco brujeril de Zugarramurdi se encuentra el barrio rural denominado Alkerdi.

Monumental estudio sobre el patrimonio desaparecido

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Fernández Pardo, Francisco: “Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español”. Tomo VI. Edición del autor. Madrid, 2014. 904 págs., 800 grabados, muchos en color. Tamaño 22 x 30 cms. Encuadernación en tapa dura. Gran lujo. ISBN 978-7392-780-2. PVP: 88,40 €.

Todavía me tiemblan las manos, desde que terminé de pasar la última página de este libro, considerando con asombro lo que en él se contiene. Una información detallada, meticulosa, y muy abundante, acerca de una increíble variedad de temas referentes al expolio del patrimonio artístico español a lo largo de los siglos, y muy especialmente en los últimos cien años.
Sin palabras me he quedado para poder calificar este libro. Bastaría, para transmitir levemente el mensaje que contiene, copiar los títulos de los 37 capítulos que en él aparecen, aparentemente independientes unos de otros, con temas específicos, pero todos enlazados por el tema común. Por citar algunos, que pueden dar idea del volumen de información y de los derroteros que alcanza la obra: “La piqueta municipal contra fuentes, rollos, molinos, teatros comercios…”, o “La implicación de España en el expolio nazi”, sin olvidar “Los expolios arqueológicos en España” o “Los tristes designios del tesoro bibliográfico y documental”. Cada uno de sus capítulos es por sí mismo una enciclopedia de datos, de noticias, de valoraciones y de imágenes.
Por dar idea de qué va, a pesar de su variada temática, conviene quizás empezar por el artículo dedicado a las que considera Fernández Pardo “Cuatro ciudades degradadas: Cuenca, Almería, Murcia y Málaga”. Cuando pensamos que en Guadalajara se han hecho, a lo largo de los últimos cien años, un cúmulo de despropósitos difíciles de resumir aquí, el asombro se nos dispara al ver lo que se ha cometido en otras, en esas ciudades españolas a las que F. Pardo considera el ejemplo más relevante de la destrucción patrimonial. Hay trabajos dedicados a “Los atentados contra las casas blasonadas” y en la responsabilidad de tantos destrozos no perdona a nadie, desde los ayuntamientos, los ministerios de Fomento, Cultura y demás… a la propia Iglesia Católica, que sale mal parada en el trabajo titulado “Las funestas consecuencias del Concilio Vaticano” o en este otro dedicado a “La Iglesia, el Estado y los impostores del arte”.
La dedicación del profesor Francisco Fernández Pardo(Logroño, 1937) al estudio de este tema tan variopinto, pero que hiere a la raíz de la nación y de sus individuos, lleva ya 30 años de militancia casi exclusiva. Doctor en Filosofía y Letras, psicólogo, académico de la Real de Bellas Artes de Cataluña, profesor de Historia y de Historia del Arte en Institutos y Universidades, Fernández Pardo es hoy reconocido como la máxima autoridad en España de los análisis del expolio artístico español. Son tan grandes, tan numerosas y tan escandalosas las historias que conoce, que revela en sus libros y que expone en sus conferencias, que muchas veces han rayado en lo que hoy se denomina “incorrección política”, pero que no hacen sino exponer con crudeza los atentados que nuestra herencia cultural y artística han sufrido por parte de una sociedad ajena a las valoraciones culturales del patrimonio, y atentas casi siempre al enriquecimiento y a la vanidad de quienes dirigen las instituciones.

El autor completa con este sexto tomo su gran obra que totaliza las 4.000 páginas, y que en los cinco libros anteriores, con el mismo título, y actualmente agotados en librerías e imposibles de encontrar si no es en Bibliotecas, aborda de forma metódica y por épocas la “dispersión y destrucción” del patrimonio hispano. En este libro, absolutamente recomendable para quienes se interesan por la integridad y recuperación de monumentos, documentos y piezas clave de nuestra esencia social, Fernández Pardo toca en esos 37 capítulos los temas intemporales y puntuales del tráfico patrimonial, su destrucción, su abandono y en algunos casos su afortunada recuperación y restauración. Hay de todo.

A.H.C. 

Los Celtíberos en Molina

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Cerdeño, María Luisa; Sagardoy, Teresa; Chordá, Marta: “Los Celtíberos en Molina de Aragón. Los pueblos prerromanos de la meseta oriental”.  Asociación de Amigos del Museo Comarcal de Molina de Aragón. Madrid, 2013. 21 x 25,5 cms. 162 págs. Encuadernación en cartoné. Ilustraciones a color. Muchos mapas. ISSN 1889-3643. PVP: 20 €

La profesionalidad de las autoras garantiza esta obra, que se constituye en la mejor obra de referencia que hasta ahora se ha publicado sobre el pueblo celtíbero en el área de la derecha del Ebro, y más concretamente en las altas parameras de la actual comarca (antaño Señorío) de Molina de Aragón.
Tal como dice en su presentación don Juan Manuel Monasterio,coordinador del Museo Comarcal de Molina de Aragón, y persona que dedica todo su empuje al rescate de la memoria arqueológica de esta remota zona de  la España profunda, el libro destaca por su rigurosidad, presentación didáctica y amenidad.
Un Prólogo del profesor Burillo Mozota, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza, pone en valor la obra, que es una aportación rigurosa y a la vez divulgativa sobre ese apasionante periodo, esa sociedad y esas huellas de lo que conocemos como Celtiberia, y que algunos quieren considerar como la esencia de España, la raza antigua y genuina de la “piel de toro”. En Molina de Aragón asentó esta “cultura” con toda su pureza, y lo que hoy podemos encontrar como remotos restos, aún nos impresiona y nos plantea nuevas incógnitas.
Un repaso al Índice nos permite saber de qué va esta obra: Quienes fueron los Celtas, quienes los Celtíberos y cuales fueron sus puntos comunes y sus divergencias. A través de los yacimientos arqueológicos, conocidos y estudiados desde principios del siglo XX, en la comarca molinesa, se ha podido establecer con precisión su forma de vida, sus costumbres, organización social, ritos funerarios, creencias, lenguaje y su acabamiento final al ser asimilados, aunque muy lentamente, por la cultura proveniente de Roma.
Esos yacimientos, para los que las autoras piden no sólo trabajo de excavación más exhaustivo, sino sobre todo una puesta en valor, y una posibilidad de ser mostrados al público de forma abierta y comprensible, nos van a ir proporcionando datos que se exponen en los siguientes capítulos. Y así encontramos todo lo que se sabe sobre “La vida cotidiana de los celtíberos”, sobre “Las costumbres funerarias”, sobre “La religión celtibérica”, sobre “La organización social y política”, y sobre “La lengua y la escritura celtibéricas”, capítulo este en que las autoras aportan datos novedosos, y nos aclaran muchas circunstancias acerca del origen indoeuropeo de la lengua celtíbera, de sus signos de escritura, del uso de las palabras, los signos y las frases, etc. Un final aporte acerca de “La llegada de Roma” y “El patrimonio cultural celtibérico” cierra y completa esta obra en la que se añade el aporte bibliográfico correspondiente y los índices ajustados de su contenido.
Quizás sea lo más importante de esta obra la capacidad de sintetizar y estructurar en capítulos y apartados concretos todo el inmenso saber que ya existe acerca del pueblo Celtíbero. Los planos clarificadores, los esquemas, los cientos de fotografías de piezas, explicadas y clasificadas por tipos… todo colabora a hacer de esta obra un elemento imprescindible para entender el mundo prerromano en las tierras de Molina y la cultura celtibérica y su forma de vivir en el contexto general que este pueblo ocupó en la Península Ibérica.
Es de agradecer la dedicación que la Asociación de Amigos del Museo Comarcal de Molina de Aragón, siempre con el empuje incansable de su coordinador don Juan Manuel Monasterio, ponen en la divulgación de la Historia Antigua y la Prehistoria, en esta amplia comarca de nuestra tierra castellana. La información veraz y asequible es la mejor forma de conseguir que el ambiente cultural cuaje definitivamente y nos permita so nolo conocer, sino amar y respetar nuestro legado patrimonial. El libro de las profesoras Cerdeño, Sagardoy y Chordá es uno de esos elementos que lo consiguen plenamente.


A.H.C.

Personajes ilustres de Atienza

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GISMERA VELASCO, Tomás, Atienza a través de sus personajes, Madrid, Ed. Asociación Sibilas de Atienza, 2014, 124 pp.

Tomás Gismera ha escrito un libro muy interesante. Un libro especial por su contenido, ya que trata de aquellas gentes que a lo largo de la Historia de Atienza han ido transformando la villa con sus quehaceres vitales.
Como podrá comprobar el lector, unos personajes son más conocidos que otros, aunque casi todos serán totalmente desconocidos para la mayoría, y ahí, precisamente, reside el interés de este libro.
Unos nacieron y pasaron por la vida anónimamente. Bastante tuvieron con vivir su vida, si además, por circunstancias socio-políticas concretas les tocó un momento difícil, de guerras, pestes o miserias...
Otros nacieron tal vez en los mismos momentos y, por ánimo, riquezas o compromisos sociales y honoríficos, tuvieron que desempeñar cargos en los que despuntaron, pero a los que después la historia, la que se escribe con hache mayúscula, ha tenido a bien considerar como de “menor importancia” o, como si dijéramos, “de segunda fila”, segundones.
Algunos más, muy pocos, destacaron por encima de los anteriores y figuran en los anales de la historia con mayúscula.
Es de estos últimos de los que habla el presente libro en su mayor parte, de gentes que por lo general nacieron en Atienza y que dejaron su huella a través de sus libros,  dedicaron  su esfuerzo a promocionar el pueblo que les vio nacer, contribuyeron a conservar y extender los límites de un reino ayudando a su señor natural, y creyeron en una idea y la defendieron por encima de todo con el fin de hacer una villa atencina más próspera.
Su autor, el autor del libro, recuerda que no están todos los que fueron, aunque probablemente, con el paso del tiempo aparecerán nuevos nombres que añadir a la presente nómina, y los que están han sido elegidos al azar y sus biografías se verán revisadas y, en su caso, ampliadas en  próximas ediciones.
Y añade más, que podría haber ampliado esa lista con nombres de quienes no habiendo nacido en Atienza la han dado a conocer ampliamente y han estudiado su historia, su arte y sus costumbres. Nombres como los del doctor Francisco Layna Serrano, el poeta José Antonio Ochaíta, biografiados por el propio Gismera, el periodista Luis Carandell o el fotógrafo Santiago Bernal, entre otros, además, claro está, de Isabel Muñoz Caravaca y su hijo Jorge, cuya peripecia vital fue estudiada con minuciosidad y posteriormente publicada por el doctor Juan Pablo Calero Delso, o el sacerdote Julio de la Llana Hernández, cuya trayectoria fue dada a conocer exhaustivamente por Jesús de la Vega García.
En fin, son: “biografías trazadas con la pluma que sale del corazón en la mayoría de los casos. Arrancadas igualmente a las páginas de los libros de la historia,  y hechas recuerdo y emoción en las calles de Atienza, y para la memoria siempre viva de Atienza”, personajes que en muchos casos no sabíamos que fueran atencinos, protagonistas de historias “a veces tristes”, que no deben quedar en el olvido y de las que debemos aprender, al menos lo bueno, de lo que nos legaron.
Tomás Gismera, que ya nos había adelantado algunas notas biográficas de los más significativos nombres que aparecen en su libro, a través de las páginas de la estupenda revista mensual Atienza de los Juglares, divide a los personajes -treinta y uno “Y muchos más...” en total- en seis grupos cronológicos distribuidos entre la Atienza medieval; la Atienza de los Bravo de Laguna -fundamentalmente el siglo XV-; la Atienza del Siglo de Oro -siglos XVI y XVII-; Atienza en el siglo XVIII -de los Elgueta a los Beladíez-; Atienza entre dos siglos, y Atienza, siglo XX, a los que precede una breve introducción acerca de la época y cómo ésta se vivió en Atienza y sus pueblos circunvecinos, a través de la que el lector puede hacerse una idea más completa del personaje de que se trate en cada ocasión.
Entre los de época medieval menciona a un Gonzalo Ruiz de Atienza, el hombre del rey, especie de privado, que acompañó a Fernando III en la conquista de Sevilla, de “particular memoria” en Elogios de los Conquistadores de Sevilla, de Argote de Molina, siglo XVI, donde se dice acerca de Gonzalo Ruiz de Atienza que era “uno de los principales caballeros de aquel tiempo y de quien el rey hizo mayores confianzas, fue por su embajada al infante don Felipe y a los ricos homes del reino que estaban desavenidos del rey en el reino de Granada, y así mismo por embajador al rey moro...”.
Igualmente dedica algunas páginas a Aparicio de Atienza, obispo de Albarracín a finales del siglo XIII y a Francisco de Atienza, que fue elegido abad de San Zoilo de Carrión el 5 de noviembre de 1524.
Especial interés tiene fray Juan de Ortega Maluenda, que después de ostentar numerosos cargos entre los jerónimos, dejó la duda -todavía no resuelta con claridad- de haber sido el autor del famoso Lazarillo de Tormes.
Tres personajes completan el apartado destinado a la Atienza de los Bravo de Laguna: Juan Bravo, que luchó al frente de los Comuneros; Luisa de Medrano, la primera mujer catedrático no sólo de España o de Europa, sino de todo el orbe, que ejerció en la Universidad de Salamanca, a comienzos del siglo XVI, grandemente ensalzada por Lucio Marineo Sículo, y Catalina de Medrano, que tantas obras mandó realizar en la iglesia de San Francisco.
Sin duda la figura más conocida es la del Comunero Juan Bravo, al que tras su ejecución en Villalar, le fueron confiscados todos sus bienes, entre los que había algunas propiedades en Atienza, así como unos pozos de sal que le rentaban quinientos ducados y reclamó el obispo de Oviedo. El padre Luis Fernández Martín, en su libro Juan Bravo (Segovia, 1961), realiza un magistral estudio genealógico de nuestro personaje y aporta suficientes pruebas como para dejar aclarado su nacimiento en Atienza en 1484, en el propio castillo, pues la casona que actualmente se conserva en la plaza de abajo fue levantada por sus parientes hacia 1568.
Gismera da a conocer tres figuras más en el apartado dedicado al Siglo de Oro. Se trata de Francisco de Segura, hombre de espada y pluma que se codeó con los más importantes ingenios, Cervantes, Quevedo, Lope, de quien se piensa que debió tener “algo que ver” en la autoría del apócrifo quijote de Avellaneda y ampliamente conocido en el mundo de la investigación literaria; el retablista Diego de Mayoral y Torija, que aprendió del seguntino Diego del Castillo y fue uno de los más afamados de la comarca atencina, siendo el autor del retablo mayor de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza; de dos colaterales en la parroquia de Galve de Sorbe; parte del mayor de San Juan del Mercado, también de Atienza; además de otros muchos trabajos en Barbatona, Querencia, Fuentegelmes, etcétera, y Ana Hernando, cerera en palacio, que dejó suficiente caudal como para construir en Atienza un hospital bajo la advocación de Santa Ana.
En el siglo XVIII incluye dos de las sagas más influyentes en el Atienza del momento: la de los Elgueta Vigil y la de los Beladíez, sin olvidar a don Juan José Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo, más conocido como el “padre” de Gaspar Melchor de Jovellanos, y la figura del obispo Antolín García Lozano.
Del primer grupo familiar ofrece datos de cuatro hermanos: Pedro Miguel, licenciado en Derecho, que fuera  Administrador Real de la Salinas de Atienza, formadas a la sazón por Imón y La Olmeda; Antonio, que pasó la mayor parte de su vida en Murcia, donde desempeñó el cargo de Secretario del Secreto de la Inquisición, gran mecenas de las artes, especialmente de la Arquitectura, -que fue quien incitó a la familia Salzillo a establecerse en Murcia, donde fue protector de Nicolás, padre el escultor-, pero al que se conoce antes que nada por haber sido el autor de La cartilla de la agricultura de las moreras (Madrid, 1761); Baltasar, que fue Intendente Real, y José, destacado -al igual que Baltasar- en la Guerra de Sucesión, como consta en su hoja de servicios, y único de los hermanos que aspiró a ocupar algunos corregimientos de las nuevas ciudades chilenas.
Del segundo, los Beladíez, naturales de Miedes, menciona a José María, que tanto tuvo que tan importante papel jugó durante la Guerra de la Independencia como miembro de la Junta y Diputación de Guadalajara, y Joaquín María, hermano del anterior, riquísimo poseedor de ganados finos trashumantes y Administrador Tesorero de Consolidación de Guadalajara, destacado durante el mismo conflicto bélico, son muchos los datos que aporta Gismera en su libro.
El quinto capítulo, Atienza entre dos siglos, recoge las peripecias vitales de Baltasar Carrillo Manrique, uno de los personajes más influyentes política y socialmente en la Atienza de finales del siglo XVIII hasta su fallecimiento en 1843; Francisco Briones Cardeña, doctor en Derecho y liberal conservador, que, con la llegada del régimen democrático, tras la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868, dio fin a su carrera política, profundamente caciquil; Dionisio Rodríguez Chicharro, desconocido historiador que dedicó gran parte de su vida a ir recopilando datos sobre numerosos pueblos de la provincia, especialmente de aquellos que tuvieron algo que ver con el Común de Villa y Tierra de Atienza, centrándose en los que posteriormente pasaron a los señoríos mendocinos y fue autor de una concienzuda Relación Historial de la Villa de Atienza, complementaria de su Historia de Miedes, una Memoria de Hiendelaencina, Noticias de la villa de Hijes, Notas acerca de la ejecutoria de nobleza de los Álvarez, Culto en Torija a Nuestra Señora de Sopetrán, Memorial a favor del Conde de Aguilar, así como de un Resumen de la riqueza imponible de la provincia de Guadalajara en 1852, además de constante colaborador de don Juan Catalina García López, a quien envió números datos para sus escritos; el médico Pedro Solís Grepi, que junto a Eduardo Contreras de Diego, fundaría el Casino de Sociedad de Atienza y daría a la luz pública la revista Atienza Ilustrada.
Quizá más conocidos -por más cercanas en el tiempo- sean las figuras que recoge en el apartado destinado al siglo XX: Bruno Pascual Ruipérez, Diputado y Senador nacional, Decano del Colegio de Notarios de Madrid; Antonio Pascual Ruilópez, pionero de la viticultura; Francisca Pascual Ruilópez, “Doña Paquita”, madrina del somatén atencino y gran benefactora de la villa; el alcalde Doroteo Cabellos Esteban; Gil Ruiz Domínguez, víctima de la barbarie nazi en Mauthausen; el maestro Teodoro Romanillos Chicharro, fundador en 1925 de El Magisterio Arriacense y gran defensor de los derechos de los maestros; Julio Ortega Galindo, el genio de Deusto, Catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao y de Historia del Derecho y Geografía Económica de la Universidad de Deusto y prolífico autor; Juan Francisco Marina Encabo, “El hombre del Cid”, abogado que llevó la causa de Vivar del Cid a la hora de recuperar el manuscrito del Poema del Cid, entre otras muchas cosas, y muchos más… ya que la nómina de atencinos destacados es muy amplia.
Concluye el libro con un poema de Carmina Casala, poetisa nacida en Atienza, titulado “Al pueblo que amo”, una bella fotografía y el reconocimiento -por parte de la Asociación Sibilas de Atienza- como Juglar de Atienza a Tomás Gismera Velasco, autor del maravilloso libro que acabamos de comentar.



El convento dominico de Cifuentes

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BERMEJO BATANERO, Fernando, El real monasterio de monjas dominicas de San Blas del Tovar en Gárgoles de Arriba, Guadalajara, Ediciones Bornova A.T.C. S.L., 2012, 216 pp., prólogo de José Julián Labrador Herraiz. (I.S.B.N.: 978-84-938199-7-2).
El real monasterio de monjas dominicas de San Blas del Tovar en Gárgoles de Arriba, no es el primer libro de Fernando Bermejo Batanero, uno de los más aplicados investigadores de tema histórico de la zona cifontina. Libros suyos son también Organización municipal de una capital de señorío en el siglo XVIII: la villa condal de Cifuentes (1710-1766); Constitucionalismo español y Diputación Provincial de las Guadalajara: de España a América, escrito en colaboración con Ignacio Ruiz Rodríguez, que consiguió el Premio Provincia de Guadalajara de Investigación Histórica y Etnográfica “Layna Serrano” 2013, y varios otros títulos aún inéditos, además de numerosos premios, como el “Villa de Cifuentes de la Cultura” en su modalidad de Ciencias Sociales, por la otra titulada: “El abastecimiento de trigo en la villa de Cifuentes durante el antiguo régimen: el caso concreto de la obra pía de don Diego Ladrón de Guevara”, en el año 2009, y poco después, en 2011, por “Guía y notas para la historia del Monasterio de monjas dominicas de San Blas del Tovar”, origen  del libro que comentamos.
Como señala en su prólogo José Julián Labrador, catedrático emérito de Cleveland State University, el propio título indica la estructura del libro: un monasterio real, o sea, protegido y amparado por los reyes; de monjas dominicas, puesto bajo la advocación de un santo, San Blas, ubicado en un lugar determinado, El Tovar, en Gárgoles de Arriba, mandado construir por el infante don Juan Manuel y que dejó perder el duque de Lerma, trasladando a las sororas que lo habitaban a su villa burgalesa con el fin de adquirir mayor grandeza y prestigio para su villa.
Se trataba, pues, de un monasterio que se ocupase de establecer las debidas relaciones entre lo divino y lo humano a cambio de las obligatorias primicias y limosnas que, en cualquier caso, el muerto no podría llevarse a la tumba y que, por otra parte siempre significaron prestigio social, poder y fama.
Y para ello, nada mejor que un convento cercano como el del Tovar, en Gárgoles de Arriba, y un santo con fama de taumaturgo como San Blas, en Cifuentes, del que en aquellos tiempos se sabía poco -y hoy mucho menos todavía-, en cuya vida y peripecia se mezclaba la leyenda y la tradición tratando de conformar una historia verdadera, siempre difícil de demostrar documentalmente, pero que Bermejo Batanero, siguiendo las “presunciones ciertas” que inserta Fray Pedro de Ortega en su Fundación del Insigne Convento de S. Blas de Lerma, de Religiosas de la Orden de Sto. Domingo (Burgos, 1630), que ofrece la teoría de que “los restos de San Blas se custodiaban en un templo o ermita junto al cerro donde siglos más tarde se levantó el monasterio de San Blas del Tovar”, “[…] donde yace y [allí] su cuerpo, según parece por presunciones ciertas y por muchos  milagros que faze Nuestro Señor en el dicho lugar [por lo que] creemos que es y [allí] el cuerpo del dicho San Blas”.
El cerro a que se alude en el texto anterior se encuentra cercano a una laguna que describe pormenorizadamente don Juan Manuel en el Libro de la Caza: “En este arroyo [de Çifuentes] et en las lagunas cerca de Sant Blas ay muchas ánades et parada de garças […]”, próxima a su vez a una villa romana -unos cien metros- y a la antigua vía romana que enlazaba Segontia con Segobriga, que después vendría a convertirse en parte de la “ruta de la lana”, al enlazar el centro peninsular con la zona levantina.
En fin, un santo cuyo arraigo en tierras mendocinas, aparece ampliamente documentado entre los siglos XVI y XVIII y cuyo fervor fue mantenido gracias, precisamente, a la fundación y mantenimiento de un monasterio de monjas dominicas por parte de don Juan Manuel, que de ese modo se aseguraba ciertas alianzas con el poder religioso establecido en Sigüenza a través de su obispo, por lo que dicha fundación fue acompañada de numerosas donaciones que proporcionaban sustento a las monjas allí establecidas: molinos en que los cifontinos estaban obligados a efectuar sus moliendas, batanes y tintorerías, salinas y permisos para comercializar la sal, tierras de pan llevar y viñedos, ganado, etcétera, así como multitud de donaciones por parte de la nobleza, como una renta perpetua de treinta ducados anuales firmado por doña Blanca de la Cerda, mujer de Fernando de Silva, conde de Cifuentes.
La vida monacal también tiene gran interés y, aunque no existen datos concretos acerca de su desarrollo en este convento gargoleño, Bermejo Batanero recurre a otros monacatos de la misma orden y en igual fecha, como el de Lerma, para describirla paso a paso.
Posteriormente, el habilidoso y corrupto duque de Lerma, en nombre propio y en el de Felipe III, comprendiendo la importancia política que iba adquiriendo la Orden de Predicadores, aliándose con fray José González y aprovechando -según la normativa dictada por el concilio de Trento- que los monasterios y conventos no debían estar fuera de las villas y ciudades, decide trasladar la congregación cifontina hasta su villa de Lerma, naciendo así el nuevo monasterio de San Blas, cuyo traslado documenta Bermejo Batanero con gran profusión de datos.
El capítulo tercero viene a ser una continuación del primero, centrados ambos en la figura de San Blas (de Oreto o de Cifuentes) y en su devoción en las tierras alcarreñas. El lector puede encontrar en este apartado los milagros más destacados y llamativos del santo, como el del sueño duradero de las jóvenes de Val de San García, que también recogen los Aumentosa las Relaciones Topográficas de Felipe II y que en alguna ocasión hemos comparado con el sueño o visión beatífica de San Virila -que siendo abad de Leyre se paró a escuchar el canto de un pajarillo y cuando volvió al convento no lo reconocieron porque habían pasado más de mil años-. Otros milagros, atribuidos por la tradición popular, que recoge Bermejo Batanero son el de la resurrección de un niño de Salmerón, hijo de Pedro Falcón; el del “Cristo del Pozo”, el de los tres soles (considerado como un fenómeno meteorológico) y los de las reliquias de la Cueva del Beato San Blas, cuyos relatos e informaciones pertinentes ofrece en los numerosos apéndices que completan el libro (páginas 145-203) a través de dieciséis documentos que van colocados cronológicamente desde 1325, hasta 1995.
Finalmente, el cuarto capítulo consiste en un pormenorizado estudio del púlpito góticoy alabastrino, de los años setenta del siglo XV que, procedente del monasterio del Tovar, se conserva como la auténtica joya que es, en la iglesia del Salvador de Cifuentes. Los estudiosos de la heráldica disfrutarán con este apartado.
Una extensa y selecta bibliografía, así como la relación de los archivos y fuentes utilizadas completan el libro en el que, además, se incluye una “Imagen y canción popular de veneración a San Blas en Gárgoles de Arriba”.
Un libro muy interesante, que bien pudiera servir como ejemplo a seguir por los escritores de historias locales, en el que el lector puede encontrar desde los datos documentales más fiables, hasta las leyendas más tradicionales y populares, que le confieren un importante valor etnográfico, plagado de anexos y anotado más que suficientemente a pie de página. Un libro que merece la pena una lectura detenida.

José Ramón López de los Mozos

Una ocasión para saber más de nuestra tierra

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Está a punto de comenzar la XIV edición de los Encuentros de Historiadores del Valle del Henares. Este año 2014 se van a celebrar en la ciudad de Alcalá de Henares, y se desarrollarán entre el jueves 27 y el domingo 30 de Noviembre. La sede de su desarrollo será el Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid, que se ubica en la plaza de las bernardas de Alcalá.
Según el programa que nos han facilitado los organizadores, la inauguración tendrá lugar la tarde del jueves 27 de Noviembre, a las 8 de la tarde, con la lección magistral a cargo de Luis Miguel de Diego Pareja quien hablará sobre "Los afrancesados en el Valle del Henares".
Las lecturas de comunicaciones serán en el mismo lugar, los días 28 viernes y 29 sábado, desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la tarde, y el domingo habrá una visita cultura por Alcalá, y una comida de clausura en la que se entregarán las  libros de Actas, en las que se han de incluir todas las comunicaciones aportadas al Encuentro, que este año lleva 40 diversos temas de historia, arte, arqueología y costumbrismo, con un recuerdo a quien fue participante habitual de estos Encuentros, la bibliotecaria Pilar Sánchez Lafuente.
Será una ocasión de encontrarse con cuantos a día de hoy trabajan activamente en los estudios de historia del entorno geográfico del valle del Henares, con presencia mayoritaria de gentes de Alcalá, Guadalajara y Sigüenza.

Las Damas de la Casa Mendoza

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Alegre Carvajal, Esther (directora): “Damas de la Casa de Mendoza”. Editorial Polifemo. 784 páginas. Madrid, 2014. Numerosas ilustraciones, todas a color. Tamaño 17 x 24 cms. Encuadernación en cartoné. ISBN 978-84-16335-00-8. PVP: 50 €.

Es este un libro que viene a colmar un importante hueco en la historiografía de Guadalajara y de la Casa Mendoza, el linaje nobiliario que marcó durante siglos el rumbo de su historia. Un libro de colaboración entre 15 autores/as, y que presenta la biografía de 29 damas de este linaje.

El libro ofrece una impresionante galería de biografías femeninas a cuyas protagonistas las une un vínculo, y es que todas son pertenecientes, por nacimiento o compromiso matrimonial, a la Casa o Linaje de Mendoza, uno de los que fueron claves en la historia de la España medieval y moderna. Muy diversas autoras y autores, todos historiadores, dirigidos por Esther Alegre Carvajal, aportan en artículos monográficos las biografías de 29 damas, agrupadas por "Casas" o ramas del linaje mendocino. Se aportan estudios añadidos de esas ramas con detallados árboles genealógicos, que ayudan a comprender no solo la vida, individual, de estas protagonistas de la historia española, sino el ámbito en que desarrollaron esas vidas.

El volumen, muy bien diseñado editorialmente, todo a color, con buen papel y nítida tipografía, se inicia con un estudio de la directora de la obra, la profesora Esther Alegre Carvajal, quien bajo el epígrafe de “Introducción” hace de forma clara y precisa un análisis de la estructura vital de estas mujeres. Habla de sus relaciones con la familia, la infancia, el matrimonio, la viudez, la transmisión cultural, la religión (varias fueron medio monjas, medio beatas, promotoras de conventos, amigas devotas de frailes y obispos, etc…) la devoción y la ideología. Se sigue de un estudio del investigador José Antonio Guillén Berrendero, sobre “Lo femenino en la tratadística nobiliaria castellana de la Edad Moderna”.

El libro se va estructurando en el análisis de las diversas “Casas” que proceden del tronco común de los Mendoza. Y así se inicia por la Casa del Marqués de Santillana. Esta, como el resto de las “Casas” lleva al principio un meticuloso Arbol Genealógico en el que aparecen personajes, casamientos, hijos y demás parentela, señalando en rojo las féminas que aparecen luego biografiadas. En este primer bloque, surge el estudio de doña Aldonza de Mendoza, realizado por Isabel Beceiro Pita, estando iniciado el grupo marquesal por el estudio previo de Esther Alegre.

Es la “Casa del Infantado”, la más importante y nutrida de todas, la que luego pasa a ser estudiada, y en cuyo numeroso grupo de damas destacan los estudios sobre doña Ana de Mendoza, la sexta duquesa del Infantado, que escribe Angeles Baños Gil, y sobre doña Brianda de Mendoza, la fundadora del convento de la Piedad en la ciudad del Henares. En el siguiente capítulo, sobre “La Casa de Tendilla y marqués de Mondéjar” destaca el estudio magnífico de Fernando Martínez Gil sobre doña María Pacheco, cuya vida apasionada y guerrera describe con brevedad y buen tino.

En “La Casa de los marqueses de Zenete y Condes de Mélito” destaca el estudio espléndido de Esther Alegre sobre la princesa de Éboli, doña Ana de Mendoza y de la Cerda, esencia de la fuerza femenina de la Casa Mendoza. Continúan otros estudios sobre demás de la la Casa de los “Condes de Coruña y Vizcondes de Torija”, con un estudio inicial de su conjunto por Ana Vives Torija, y es finalmente Alicia Yela Yela quien se responsabiliza del estudio de algunas damas de “La Casa de Almazán”, entre las que destaca la también aventurera existencia de Luisa de Carvajal y Mendoza, mitad monja mitad espía en la Inglaterra del siglo XVII.

Este voluminoso y bien presentado libro está llamado a ser esencia de los estudios mendocinos, sobre todo porque reúne (aunque en una clave monográfica y femenina) diversas personalidades, épocas y tendencias. Ilustrado a conciencia, con retratos, edificios, detalles, los ya citados árboles genealógicos, y una carga densa de bibliografía y notas, es sin duda un apasionante mundo de saberes y recuerdos. El mismo subtítulo del libro, así lo expresa: “historias, leyendas y olvidos”. Lo que predomina son las primeras, pero de todo hay en él, para alegría de cuantos aún disfrutan con los libros, las historias, las leyendas y los olvidos.

Un nuevo Viaje por Guadalajara

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Juan Pablo MAÑUECO MARTÍNEZ: “Viaje por Guadalajara ¿Dónde estáis los que soliáis?”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2014. 308 páginas. ISBN 978-84-15537-58-8. PVP 20 €.

Estamos ante un libro fuera de lo habitual, una obra literaria que nos ofrece juntos los tres vehículos en los que se sostiene la creación literaria, esto es, la prosa (pues de una novela se trata, con sus características propias que ahora epxlicaremos), la poesía, que enlaza y nutre muchas de sus páginas, y el drama, puesto que aparecen varias piezas teatrales, que son en concreto un auto sacramental profano y un entremés dramático.  A lo largo de sus 308 páginas, se nos desgrana un viaje de 12 horas de duración por la ciudad de Guadalajara, desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche de uno de los días finales del mes de agosto. El total de la obra consta de tres libros en uno, que pueden leerse en conjunto o bien cada género puede leerse por separado, teniendo argumento y sentido en sí mismo.

La novela lleva por título “Viaje por Guadalajara” y su protagonista principal, denominado el Viajero, engarza y da unidad al conjunto de la obra, puesto que los poemas pueden considerarse un monólogo interior rimado de este personaje, que le va acompañando a lo largo de toda la acción narrada en la novela, haciéndonos partícipes de sus pensamientos más hondos, mientras efectúa su viaje por Guadalajara.

Por otra parte, las dos piezas de teatro en verso que contiene el libro son derivaciones del Viajero, la primera de ellas es un sueño que le sobreviene mientras queda dormido, sentado en un parque de la ciudad, a primera hora del atardecer. y la segunda, una proyección de su imaginación cuando llega a un bucólico lugar ameno, con una fachada blanca donde esa especie de proyección cinematográfica puede realizarse. Ambas piezas de teatro se publican en el texto a doble columna, para diferenciarlas claramente del resto de la obra.

El lector que siga el curso correlativo y ordenado del escrito alcanzará una visión conjunta de este libro y de la andadura de su protagonista. Aunque ya advertimos que también puede leerse cada género por separado, y en tal caso se conseguirán perspectivas distintas del libro, mensajes diferentes de esta obra polisémica.

La novela de Mañueco es a su vez doble, y contiene dos estructuras diferentes pero complementarias: el relato mayor, en prosa, se titulada“Viaje por Guadalajara”, y narra un recorrido de su protagonista por esta ciudad castellana, durante las doce horas que dedica a caminar por sus calles, plazas, monumentos y establecimientos comerciales y a trabar conversación con las personas que le salen al paso, con sus correspondientes descripciones, narraciones y diálogos. Para diferenciarse del resto de la obra, va en caja tipográfica más ancha que la parte poética.Dentro la novela, podría distinguirse un relato más breve o novela corta, titulado “Conversación ante San Ginés”, el cual, sin embargo, también puede leerse como parte del relato mayor.

Se complementa con otra serie de pequeños relatos en  verso (narraciones cortas o pinceladas de acción o historias breves o cuentos), que se presentan bajo el nombre de “Evocaciones”, y que descienden sobre el texto de una forma torrencial, tempestuosa, incontenible y que, por servirse de la rima asonante, serán llamados, en la adenda final del libro, “torrentes asonantados”.

Tienen también su propia y peculiar ilación argumental para quien los lea en conjunto, más intimista, puesto que se trata de los recuerdos del protagonista y contribuyen a que el lector conozca mejor la psicología del personaje. Asimismo van en caja tipográfica ancha, como la novela en prosa.

El Teatro, por último, se estructura en dos unidades dramáticas. Una de ellas es el auto sacramental profano titulado “La danza del Amor, el Desengaño y la Esperanza”, que incluye la intervención de figuras alegóricas, con sus oportunas acotaciones escénicas.

La segunda unidad, más breve, es el entremés dramático “Vive el momento presente”. Toda esta parte teatral se halla también escrita en redondillas dobles –olas, brisas o coplas alcarreñas-, lo que refuerza formalmente el carácter armónico de la obra. Llevan su título en letras grandes y se señala en letra negrita, en el lugar oportuno, el final de cada una de las obras.

El estilo en que está redactada la obra es el de “realismo simbólico”, esto es, la realidad no transcrita directamente, sino reelaborada mediante un vigoroso componente de creatividad poética, metafórica y alegórica, aunque también se encontrarán pasajes de puro realismo decimonónico en la parte  novelada.

La acción transcurre en nuestros días, y hay en la obra numerosos personajes, espacios, comercios, lugares de Guadalajara en los que protagonista entra: están vivos y tienen pálpito. Se describen diferentes calles y monumentos de la ciudad de Guadalajara: el Palacio del Infantado, la calle Mayor, el convento de la Piedad, el Liceo Caracense, las ruinas de San Gil, la plaza del Jardinillo, la plaza de Santo Domingo, el parque de la Concordia, la iglesia de San Francisco, la concatedral de Santa María...

Por esas calles, pasean personajes reales e imaginarios vinculados a la ciudad, que nos cuentan sus peripecias vitales y sus particulares visiones de la ciudad y de la sociedad en la que vivimos, al tiempo que se nos muestran cafeterías, restaurantes, establecimientos y librerías, etc. perfectamente conocidos por cualquier habitante de la ciudad. Un índice de nombres, al final del libro, da cuenta de los personajes y personas alcarreñas de nuestros días y de todos los tiempos, que se citan en la obra.

Todavía, y en el camino del realismo simbólico en el que se mueve la obra de Mañueco, hay una sorpresa para el lector/viajero: los últimos capítulos de la novela nos llevan a  un lugar sorprendente, porque como si se tratara de una novela policíaca se descubre en qué lugar de la ciudad de Guadalajara se encuentra el Paraíso Terrenal bíblico, al que, después de un viaje cósmico hasta el instante inicial de la  Creación o del Big Bang del Universo, se llega en el Tercer Día de la Creación, cuando todavía no ha surgido el hombre, sino solamente las plantas. En dicho lugar de Guadalajara está emergiendo en ese momento el Árbol de las Letras del Bien y del Mal, que se describe y se comentan sus innumerables frutos.

Intercalado entre los capítulos de la novela, como ya hemos visto, aparece el poema "Dónde estáis los que solíais", compuesto de unos 4.500 versos, escritos en una nueva estrofa, inédita, denominada "coplas alcarreñas", "octavas olas" u "octavas brisas" (básicamente, son redondillas con rima que se va alternando: abba baab), y dos pequeñas obras de teatro en la misma estrofa.
 
Hablando en propiedad, este largo poema que va y viene, tiene personalidad y viva propia, y puede ser leído sucesivamente en su integridad. El mensaje que recibirá el lector en tal caso será otro diferente al de la obra en conjunto. En él se tratan una decena de los motivos literarios universales (de entre el centenar de los posibles): el "ubi sunt?" o "¿dónde están?" de las personas y de las tiempos que se fueron, la vida como camino, la esperanza como luz y faro de la vida, el "carpe diem" del momento presente, único tiempo realmente existente, el Amor, la búsqueda de Dios, el paso del tiempo, el cambio continuo de las cosas, las relaciones humanas...


En definitiva, es esta obra un monumental aporte a la literatura generada en Guadalajara, que tiene a la ciudad, a sus monumentos, a sus gentes y a su historia por protagonista, y que cumple varias funciones: porque tiene la belleza intrínseca de lo bien escrito, junto al aporte de información y de sorpresas. La pluma de Juan Pablo Mañueco, veterana y madura como pocas, aquí se alza poderosa y clara. Un gusto para los lectores empedernidos, una obligada tarea –su lectura- para cuantos aman, o lo dicen, a la Guadalajara de siempre.

Detalles en el Museo de Guadalajara

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GONZÁLEZ-ALCALDE, Julio, Cultura material agrícola, pastoril y apícola del Museo de Guadalajara, Madrid, autoediciones.com, 2014, 144 pp. Prefacio de Jorge Cela Trulock. (I.S.B.N.: 978-84-616-9777-9).

El Doctor Julio González-Alcalde es actualmente Conservador del Museo Nacional de Antropología, aunque con anterioridad ha desempeñado su cargo de Conservador en los museos Arqueológico Nacional, Nacional de Artes Decorativas, Reproducciones Artísticas y de Ciencias Naturales (C.S.I.C.) y muchísimas sus publicaciones, algunas relacionadas con la provincia de Guadalajara, donde ha colaborado últimamente en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, con sus trabajos “Patrimonio etnográfico: raíces culturales y pedagogía de nuestro pasado”, números 32-33 (2000-2001) y “Cultura material y arte pastoril del Museo de Guadalajara”, números 43-44 (2011-2012), así como en el Boletín de la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara, número 5 (2014), a punto de ver la luz, con el titulado “Apicultura en el Museo de Guadalajara”, que en gran parte le han servido de base para la realización del libro que comentamos.
Quisiéramos recordamos también, por su importancia, el amplio estudio que le sirvió de Tesis Doctoral: Las Cuevas Santuario y su incidencia en el contexto social del Mundo ibérico, que defendió en la Universidad Complutense de Madrid (2002), y fue publicado en 2013.
El libro de González-Alcalde que comentamos viene a ser para nosotros una especie de “recuerdo del recuerdo”, es decir, se trata de un traslado al momento actual de numerosas piezas -aperos, utensilios y herramientas-, objetos al fin y al cabo,  que no hace muchos años todavía utilizaron los agricultores y ganaderos de las tierras de Guadalajara. Piezas que se conservan en las vitrinas y en los almacenes del Museo de Guadalajara, en su colección etnográfica.
Julio González-Alcalde ha ido estudiando, midiendo y fotografiando, una por una, las ciento cincuenta y nueve piezas que conforman este catálogo de “cultura material”, para darlas a conocer -re-cordarlas- (con el corazón) nuevamente, mediante un amplio análisis a modo de conclusión general, con el fin de que las nuevas generaciones sepan para qué sirvieron y cómo las usaron y trabajaron con ellas sus padres, sus abuelos y los abuelos de sus abuelos…
El lector del trabajo, no muy extenso, podrá encontrarse con numerosos utensilios cuyos nombres le sonarán -según su edad-, pero que con el paso del tiempo van desapareciendo del vocabulario cotidiano, convirtiéndose en arcaísmos, cuando no desapareciendo totalmente. Así, tenemos herramientas con nombres tan bellos y sugerentes como colmenas, yugos (y sus tipos: boyal y yugal), hoces, rastrillos, arados (y todo el conjunto de piezas que lo componen: mancera, esteva, cama, vilorta, pescuño, orejera, reja, dental, telera, etcétera), entre esa gran cantidad de piezas estudiada.
Y es que, como muy bien apunta en su prólogo Fernando Aguado, Director del Museo de Guadalajara -en el que se custodian las piezas reseñadas en este libro-: “La industrialización del ámbito rural trajo como consecuencia la falta de uso de muchos objetos y también múltiples y rápidos cambios en las formas de vida que se habían mantenido inalterables durante siglos”, instrumentos para trabajar que construía el propio pueblo: carpinteros, herreros, que después serían utilizados en las tareas agrícolas de la siembra, la recolección, el transporte, el almacenamiento; en las ganaderas y en esas otras, menos conocidas, a pesar de que Guadalajara es la tierra de la miel, de la apicultura.
Pero, de repente, ese mundo de agricultura manual, artesana, cambia de repente y la fuerza animal de bueyes y mulas se ve sustituida por tractores y cosechadoras; los carros, por remolques más amplios y menos pesados; las piezas de ordeño ya no sirven y la leche de cabras, vacas y ovejas se extrae de sus ubres por medios mecánicos; y en la apicultura, los antiguos vasos de madera -simples troncos de árbol ahuecados- dan paso a los sistemas más modernos de caja, Layens, donde se cuelgan los panales…
Pues bien, muchas de aquellas piezas hoy en desuso, que se conservan en los fondos del Museo de Guadalajara, constituyen el motivo de este libro. Más de mil doscientas piezas que fueron recogidas a lo largo de varias campañas realizadas principalmente entre los pueblos de la Sierra Norte, a comienzos de los años ochenta del siglo XX, de las que tan sólo una pequeña parte, unas sesenta, se muestran en la exposición permanente Tránsitos.
Y para mostrarnos esta selección de piezas, Julio González-Alcalde ha formado una especie de ficha mediante la que nos las da a conocer a través de su descripción, medidas, usos y finalidad, procedencia y datación, “pero sobre todo [sabiendo] introducirlas en su contexto, explicando cómo funcionaban estas actividades, fundamentales en todos los aspectos de la vida de estas comunidades” (agrícolas, ganaderas, pastoriles, apícolas…).
Tras una sencilla introducción, el libro comienza con un apartado destinado a la agricultura, centrado en los cultivos entonces existentes en las distintas comarcas en que se divide la actual provincia de Guadalajara; sigue con la ganadería, ofreciendo previamente unos datos que podríamos considerar históricos, puesto que se centran en la Mesta y las Cañadas Reales en Guadalajara y entrar de lleno en el estudio de las materias primas y la elaboración de los objetos y sus usos, dejando para el final las técnicas y motivos decorativos (ya que aquí introduce un breve recorrido por las colecciones de cuernas y colodras de algunos museos españoles, a modo de comparación con otras de la provincia de Guadalajara), y sobre apicultura, sobre la que ofrece algunos aspectos históricos, una aproximación a la misma, el sistema de fabricación de las colmenas antiguas y un recuerdo de los aspectos más destacados de la vida productiva y social en la colmena, para terminar explicando el proceso de recolección y preparación de la miel.
Unas conclusiones, en las que incluye importantes datos sobre la legislación nacional y regional que afecta a la protección de las piezas pertenecientes a la “cultura material”, o sea, a “los aperos agrícolas y útiles ganaderos y apícolas conservados en la actualidad [que] son la expresión de una forma de vida ya desaparecida que formó parte de la existencia de nuestros más próximos antepasados, pero también de los más lejanos (…) todo un mundo que comenzó a cambiar y finalizó con la industrialización, puesto que si bien existen la agricultura, la ganadería y la apicultura, no podemos afirmar que tengan ya relación directa con el desempeño tradicional de estas actividades que detentaban unos valores tradicionales incompatibles con el actual desarrollo industrial y de servicios”.
Y añade: “(…) el desconocimiento, la incuria y el desprecio, actitudes tradicionales hacia estos bienes patrimoniales, fueron determinantes para que esta herencia de todos los españoles quedase del ámbito educativo”.
Gracias a la protección brindada principalmente por las Comunidades Autónomas, estos bienes, debidamente puestos en valor, han vuelto a ser respetados en el mundo actual por quienes serán considerados como una herencia cultural a conservar.
La segunda parte del libro, por así decir, está formada por el propio Catálogo, que comienza por los aperos agrícolas (de labranza, para cosechar cereales, para trabajos en la era, medidas de áridos, acarreo y transporte, etcétera, hasta catorce apartados); arte pastoril (tal vez sería mejor decir aperos pastoriles) (para ganado, perros, monturas, para comer, para sentarse, etcétera y otros usos varios), y útiles propios de la apicultura (colmenas, partidera, careta y ahumador).
Muy interesante es la bibliografía, que abarca las páginas 135 a144.
Un trabajo muy interesante sobre aspectos que muchas veces han pasado desapercibidos y que de esta forma podrían convertirse en objetos de recuerdo, para algunos, y estudio, para otros, especialmente para las nuevas generaciones, desconocedoras, por lo general, de lo que fue una zoqueta, un pujavante o un arel, o a cuántos kilos equivale una fanega de trigo.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

La poesía de Suárez de Puga

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SUÁREZ DE PUGA, José Antonio, Cancionero de lugares y compañías, Guadalajara, Diputación Provincial de Guadalajara, 2014, 240 pp. (ISBN: 978-84-92502-37-0).
Estamos ante un libro fundamental, Cancionero de lugares y compañías, un libro que Guadalajara estaba esperando, una antología en la que se recoge la mayor parte de la obra del poeta José Antonio Suárez de Puga, una de las voces más destacadas de la creación poética alcarreña, aunque poco dado a la publicación de sus creaciones, puesto que el poema no termina de crearse nunca…
Lo que hoy se escribe en determinadas circunstancias, mañana puede ser retocado, y así una y otra vez, de modo que ha sido muy difícil poder reunir en un solo volumen esta magna obra poética, que su autor ha dividido en tres libros.
En el primero se recogen veintitrés poemas dedicados a las gentes y los lugares de la propia capital de la provincia: Guadalajara. Allí pueden leerse poemas sobre la primitiva “Wad-Al-Hayara”, la “Olma de Bejanque”, el “Carnaval en la Plaza Mayor” o el “Busto de José Antonio Ochaíta”, amén de algunas muestras en las que es posible apreciar ese gracejo tan propio y especial que caracteriza en ocasiones al poeta, y que en el libro queda patente a través de la “Chacona en palacio”, a la que pertenecen los versos que siguen:

“La casa de los dechados / Mendozas ha unido el mundo / de Francia con el segundo / Felipe de los reinados. / Suelto de rizos cuidados / y lazos de terciopelo / de Isabel, el blondo pelo, / tras de bailar la chacona / se desmelena en la lona / verde que tapiza el suelo.”

Todo ritmo, sonoridad y gracia, el poeta, satiriza algunos aspectos de la Historia, pero conserva la pureza clásica que lo caracteriza y define.
El libro segundo, el más extenso, consiste en un amplio recorrido por los pueblos de Guadalajara: ”Una peña muy fuort” (Atienza), “Noche en los jardines de Brihuega”, “Tres seguidillas a Torija con un poeta al fondo” (José María Alonso Gamo), “Tapices de Pastrana”, “Recitación y glosa de San Juan de la Cruz” (en Pastrana), “A una parra” (en el santuario de la Virgen de la Hoz, en Corduente), “Romancillo de la plazuela de Tres Palacios” (de Molina de Aragón), algunos publicados previamente o dados a conocer en recitales como aquellos Versos a medianoche que comenzaron su andadura en Aranzueque y la terminaron en Pastrana…
A este libro segundo pertenece el siguiente soneto, gráfico y sonoro:

“La madre Alcarria en el pezón de Hita / que amamantó a Juan Ruiz el arcipreste, / cántaro derramado en el celeste / estanque de la bóveda infinita.
Norte donde la brújula dormita, / barro del sur, cerámica del este, / letuario confitado en el agreste / nogal ibero por la miel semita.
Juglar enamorado de la boca / de doña Endrina, donde cuelga loca / la avena del Henares ribereño.
Azor en vilo y golondrina en llanto, / portillo abierto en flor de calicanto, / Hita del buen amor y del buen sueño.”

El poeta hace aquí, en este libro segundo, que su poesía sirva de buena guía para que el lector, a través de sus variadas composiciones, romancillos, sonetos, letrillas y seguidillas, liras, etcétera, pueda conocer numerosos pueblos de Guadalajara, así como sus fiestas más importantes y tradicionales.
El libro tercero es un libro de amistades, de poemas dedicados a los amigos y a las gentes conocidas, a los fallecidos, a músicos, pintores y escultores, a escritores y arquitectos, a los que dejaron su huella en la calle y en el corazón del poeta.
Son, en ocasiones, poemas que bien pudieran servir como oración surgida de lo más profundo del alma o llantos alegres por el amigo perdido, o dedicados a la mujer bella e inteligente: por ejemplo “Tres seguidillas para Margarita de Pedroso (Brihuega)”:

“Puerta de la Cadena, / sin cerraduras, / cárcel abierta a todas / las escrituras.
En la Peña Bermeja / cantan maitines / para una margarita / de sus jardines.
Sabiendo que no has muerto / quien te cultiva / debería llamarte / la siempreviva.”

Poemas de gran belleza “A Marina Durante” y “Soledad Santamaría”; “Al mejicano Juan López”, “A Luis Gómez El Estudiante”, “A Antonio Pérez en fundación”, “A Juan José Asenjo Pelegrina”, “Apunte para Jesús Campoamor”, “A Antonio González Lamata en Medinaceli”… y tantos otros amorosos poemas donde la delicadeza de su autor queda patente, donde el poeta se encuentra a gusto con su poesía, que nada o muy poco, tiene que ver con los ritmos actuales, pues que el poeta, como él mismo dice en su escueto “Liminar”: “ofrece un conjunto de diversos intentos poéticos deliberadamente sometidos a un cierto rigor lógico de estirpe neoclasicista”.
Una poesía culta en un libro sencillo y bello, donde la letra se une al dibujo, para hablarnos de un José Antonio Suárez de Puga “escritor, poeta, dibujante y ensayista”, al que nada de Guadalajara, la tierra que le vio nacer, le es extraño.

El libro que comentamos ha sido editado por la Diputación Provincial de Guadalajara para conmemorar el Bicentenario de su instalación.
Por ello le doy la bienvenida a su autor (al tiempo que le agradezco la dedicatoria del poema “Maranchón”, del libro segundo) y felicito a la Diputación por su edición.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Alvar Fáñez, entero y verdadero

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Ballesteros San José, Plácido: “Alvar Fáñez. Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114)”. Edit. Intermedio. Guadalajara, 2014. 240 páginas, imágenes y mapas, a color. 15 €.

Una obra largamente esperada que llega justamente en el año del noveno centenario de la muerte del personaje: de Alvar Fáñez, de Minaya, al que se consideró durante mucho tiempo como primo, o sobrino del Cid Campeador, y hombre fuerte de sus mesnadas, pero del que apenas se sabía nada aparte de los dicho en cantares de gesta y poemas épicos medievales. En esta obra, el historiador Ballesteros acomete con seriedad, rigor, y profundidad, la tarea que estaba pendiente de hacer: sacar a la luz la verdadera historia de este personaje, que aquí se demuestra haber sido el auténtico defensor del reino de Toledo en los tiempos de desgobierno tras la muerte de Alfonso VI, y de inquietud por la llegada del Imperio almorávide dispuesto a reconquistar la capital de la península ibérica.
El autor nos explica en su introducción la peripecia en la que surge el libro: Antonio “Chani” Pérez Henares le pidió  que actuara de documentalista de una novela histórica ambientada en el Medievo que preparaba desde hacía tiempo el periodista alcarreño. Y Ballesteros reunió tal cantidad de información que vino a constituir a su vez un libro. Y con novedades, con aportaciones inéditas.
Así pues, se lanza el libro al mismo tiempo que la novela de Pérez Henares, esa “La Tierra de Alvar Fáñez” que tan aclamada está siendo. El libro de Ballesteros lleva un prólogo de María Dolores Cabañas, directora del Centro Internacional de Estudios Históricos Cisneros, de la Universidad de Alcalá, a la que pertenece en calidad de docente el propio autor. Y se completa con tres valiosos apéndices que nos dan relación de los personajes protagonistas, de la cronología del periodo estudiado, y de abundantes gráficos incluyendo mapas.
El libro en sí consta de dos partes, bien definidas y muy bien tratadas cada una de ellas. La primera, que lleva por título “Alvar Fáñez, entre la historia y la leyenda”, muestra un exhaustivo análisis de todas las fuentes, tanto literarias como documentales, que a lo largo de los siglos han hablado de Alvar Fáñez y que le han constituido en un ser legendario del que había muy poco de real. Interesante esa indagación, profunda y variada (Lucas de Tuy, Ximénez de Rada, el Cantar de Mio Cid, la historia de Alfonso X, etc) en los cantares, las mitologías, los dichos pueblerinos, las conquistadas imaginadas, las noches de luna y estrellas…
La segunda parte, clave en la obra, se titula “La verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez”, y es en la que Ballesteros aporta su larga y profunda investigación, documental en muchos casos, bibliográfica en la mayoría, llegando a la conclusión de que aquel infanzón, con posible orígenes familiares en el valle burgalés de Urbaneja, fue el principal colaborador de Alfonso VI en el nuevo reino de Toledo tras su conquista en 1085. Y aun más, nos da la noticia novedosa de que durante los años de guerra civil que se vivieron en los reinos de León y Castilla tras la muerte de Alfonso VI (en 1109), el caballero Alvar Fáñez quedó convertido en la práctica en líder solitario de los territorios de la frontera del Tajo, donde consiguió hacer frente a los sucesivos intentos de los almorávides por recuperar Toledo, salvando para la cristiandad europea el nuevo reino peninsular.
Escrito con pulcritud, ameno siempre, este libro se constituye en una raíz básica para entender la historia de nuestra tierra, de Castilla y por ende de Guadalajara, en los años finales del siglo XI y principios del XII, rescatando la auténtica figura de Alvar Fáñez como un héroe a lo medieval, como un personaje de fuerza y valentía ante los difíciles momentos que atravesó su país. Muy recomendable su lectura, pausada y atenta, para cuantos quieren saber de Guadalajara, de sus personajes y de Castilla en suma.


A.H.C.

Suma Poética de Sonetos y Canciones

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Juan Pablo Mañueco "Cuarenta sonetos populares y cinco canciones diversas". Editorial AACHE. Guadalajara, 2014. 100 págs. Diciembre 2014. PVP 12 €

“Cuarenta sonetos populares y cinco canciones diversas” es una recopilación de sonetos sencillos, sin complicaciones estilísticas –de ahí el nombre de “populares”-, pero no por ello exentos de calidad literaria, sobre temas cotidianos de nuestro entorno. Con él se completa el ciclo de seis libros publicados por Juan Pablo Mañueco en el año 2014, siendo los libros anteriores: “Guadalajara, te doy mi palabra”, “Castilla, este canto es tu canto” (Parte I: La Historia, la Literatura, el Futuro. Parte II: Las ciudades, los paisajes, los estilos). “Viaje por Guadalajara” (Novela) y “¿Dónde estáis los que solíais?”, largo poema de 4.500 versos en una estrofa nueva: la “octava ola” o “copla alcarreña”. Esas 6 obras que ha brinado Mañueco se han concretado en cinco libros.

LOS CUARENTA SONETOS

Doce de ellos se refieren a los meses del calendario, desde enero a diciembre, y a las variaciones que se suceden durante un año. Por estos sonetos desfilan los vientos, las lluvias, los fríos, las siembras, las espigas, los enveros, los santos, los granos, las cosechas, los calores, los frutos, los alimentos, las tormentas, los hielos, las nieves, las celebraciones y los festejos propios de cada mes. Es el capítulo titulado “Calendario de sonetos”.

Otros diez sonetos pasan revista a los principales acontecimientos mundiales entre 2001 y 2010, desde la caída de las Torres Gemelas, la llegada del euro, la guerra de Iraq, los cambios de Papa, la crisis económica, la elección de Obama, la crisis económica… Es el capítulo titulado “Década”.

Por fin, otros dieciocho sonetos son sonetos de amor, que describen escenarios como Lisboa, el estuario del Tajo, el circuito de Estoril o las ciudades de Segovia y Soria, completan los cuarenta sonetos del título.

LAS CINCO CANCIONES.

Entre las “Cinco canciones”, composiciones muy largas, de varias páginas cada una, encontramos referencias especiales a Guadalajara, una de ellas es una amplia composición en redondillas que describen los “Encierros de Guadalajara” del mes de septiembre.
Otra canción relata la vida de “Juana la Beltraneja”, personaje vinculado a la provincia de Guadalajara, desde que era una niña y luchó en una Guerra Civil contra Isabel la Católica por el trono de Castilla, hasta el momento de su fallecimiento en el exilio de Portugal.
Finalmente, con otras largas canciones, éstas de carácter deportivo, dedicadas a glosar “La décima Copa de Europa del Real Madrid” en la que además se pasa revista, en verso, a toda la anterior trayectoria del club por las Copas de Europa desde los años 50 del pasado siglo hasta 2014, y un “Himno al Deportivo Guadalajara”, se pone punto final a este libro de sonetos y canciones


Monedas de antiguas épocas

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GAMO PAZOS, Emilio, “La colección numismática del antiguo Museo de Guadalajara: 1838-1902”, en Documenta & Instrumenta, 12 (Universidad Complutense de Madrid, 2014), pp. 119-144. (ISSN: 1697-4328).
El investigador Emilio Gamo Pazos ofrece al lector un interesante trabajo en el que  aborda el estudio de las monedas que se conservaban en el primitivo Museo Provincial de Guadalajara; un conjunto monetario que procedía de distintos yacimientos arqueológicos en los que se llevaron a cabo algunas intervenciones arqueológicas en el  momento de su fundación, es decir, a mediados del siglo XIX.
El trabajo se ha llevado a cabo a través de la revisión de los documentos de ingreso de numerosas piezas en el Museo que comentamos, que al mismo tiempo ha permitido, aunque sólo en parte, averiguar el origen de algunas monedas.
Estudio que permite por otra parte y al mismo tiempo, conocer la circulación monetaria durante la Antigüedad en la Meseta oriental y, por lo tanto, de la numismática de algunos pueblos antiguamente ubicados en la Celtiberia, que en la actualidad corresponden administrativamente a  la provincia de Guadalajara, como Checa, en otros, por citar alguno de los más interesantes desde el punto de vista de procedencia de los ponderales que se estudian en el presente trabajo.
Conjunto numismático inédito hasta el momento, perteneciente al antiguo Museo de Guadalajara, que ha sido posible estudiar -en parte- gracias a la documentación conservada en la Comisión Provincial de Monumentos, así como en los archivos de Guadalajara, Real Academia de la Historia y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de las piezas que ingresaron en dicho Museo entre los años 1838 y 1902, lo que, a su vez, ha permitido averiguar el contexto arqueológico de algunas monedas como, por ejemplo, su circulación, los intercambios comerciales que se produjeron en aquel tiempo y las rutas de comunicación y comerciales del momento, lo que contribuye, también, a ampliar los conocimientos de la caminería en la Antigüedad.
Sin embargo, como señala Gamo Pazos, el estudio de estos aspectos numismáticos se encuentra con un grave problema: la escasez de datos sobre los que obtener conclusiones fiables siguiendo a Gozalbes (2008) en su trabajo “Aspectos numismáticos de Guadalajara en la Antigüedad (Siglos II-I a. C.)”, al que habría que añadir la escasez de los hallazgos numismáticos en excavaciones arqueológicas, puesto que gran parte de las monedas documentadas de esta cronología proceden de encuentros casuales o excavaciones antiguas en las que el origen no es siempre seguro, de manera que en muchas ocasiones se conoce el nombre de la localidad de procedencia, pero no el del yacimiento en concreto, por lo que la búsqueda del contexto arqueológico de las monedas del antiguo Museo de Guadalajara cobra especial interés para el conocimiento de la numismática de este periodo en esta área concreta.
Tras esta introducción, el trabajo se centra en la propia colección numismática del Museo de Guadalajara, vista a la luz de la información documental, por lo que comienza por dar a conocer las distintas ubicaciones que fue ocupando dicho Museo desde su fundación por la Junta Científica y Artística de Guadalajara (Comisión Provincial de Monumentos desde el año 1844), en 1838, en el convento de la Piedad, hasta que en 1861 la Diputación lo desmontó y sus colecciones fueron dispersadas por diferentes instituciones y, en 1873, fue reubicado en el Palacio del Infantado, donde permaneció hasta 1878 puesto que el Duque de Osuna, propietario del edificio, lo vendió al Ministerio de Guerra para dar acogida a un Colegio de Huérfanos, por lo que la colección debió ser trasladada al convento de la Concepción y a otros edificios; pero, desgraciadamente, en 1899 la techumbre del mencionado convento de concepcionistas se derrumbó y las colecciones que albergaba tuvieron que ser instaladas, con mejor o peor suerte, en el por entonces recientemente construido edificio de la Diputación Provincial.
Es en 1902 cuando Carmelo Baquerizo realizó un inventario o catálogo de los materiales del Museo contenidos en la Diputación y otros centros, describiendo el conjunto numismático entonces existente de la siguiente manera:
“Tres monedas de plata; una del Emperador Trabajo, otra de Don Pedro, Rey de Castilla y la otra de Calígula, y además ciento catorce monedas de cobre de diferentes épocas, entre las que se encuentran de Trajano, Antonino Imperial, Adriano, Tiberio, Cesar Augusto, Celsa Municipal, Celtíbera, Geta, Turiasu, Cartaginesa, Vespasiano, Segobriga municipal, Bilbilis, Constantino, Col Victix, Benedictina, Escavica, Graciano, Romana Consular, Segisa Celtibérica, Aliga Celtibérica, Victorino, Galba, Maximiano y Focas, no habiendo sido posible hacer la clasificación de las noventa monedas restantes, por las malas condiciones de las mismas”.
Muchos años después, en 1973, se instaló el Museo de Guadalajara en el Palacio del Infantado, donde aún permanece, en el que posteriormente la Diputación ingresó la colección numismática que se comenta en el trabajo de Gamo Pazos.
Se conserva en el Archivo del Museo un documento denominado: “Acta de entrega y recepción de un tesorillo de mondas y otros objetos antiguos, así como dos terracotas existentes en la sede de la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara” (19-VI-1975), en el que se alude a un conjunto de 102 monedas en el que faltan las de plata mencionadas en la descripción de Baquerizo. El hecho real es que estas monedas fueron ingresadas acompañadas de las etiquetas que tenían en el antiguo Museo, que todavía se conservan.
Emilio Gamo pasa seguidamente a investigar acerca del origen  de las piezas mediante el estudio de la documentación rastreada en diversos archivos.
Una parte importante del monetario conservado procede del término de Checa, donde realizó algunas excavaciones el sacerdote de la localidad, don Faustino Hernando, quien en 1845 envió a la Comisión de Monumentos una serie de objetos arqueológicos y monedas, de cuyo envío se conserva una memoria -hasta ahora inédita- en el archivo de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando, en la que se describen pormenorizadamente las “42 monedas de plata y cobre, unas armas y, otros objetos del uso de aquella época acompañándola de una memoria” enviadas.
En la citada Memoria de los hallazgos de Checa se alude a tres yacimientos: “Castil Griegos”, “El Cubillo” y “Castillarejos”, datados en las últimas fases de la cultura celtibérica.
Se dio también entrada a monedas procedentes de Hijes; concretamente de tres encontradas de la villa romana de “Los Arroyos”: “… dos del Emperador Graciano y otra de Constantino, Pío, Félix, Augusto”, además de algunos otros materiales, monedas incluidas, hallados en las obras de ferrocarril Madrid-Zaragoza, en 1859, aunque las monedas no llegaron al Museo de Guadalajara sino a la Real Academia de la Historia.
Otros hallazgos fueron realizados por Francisco de Uhagón en la villa romana de Gárgoles de Arriba y en Alaminos (sólo una).
La descripción de las piezas es metódica y exhaustiva y comprende un total de 104 monedas y da paso a una serie de conclusiones generales en las que se expone que el estudio de las colecciones antiguas, combinado con la búsqueda de datos archivísticos adecuados, permite una importante aproximación a la contextualización de los distintos materiales encontrados en los yacimientos arqueológicos antiguos y, por otro lado, arroja luz sobre los comienzos de la arqueología romana en España, aportando datos sobre las excavaciones llevadas a cabo a lo largo del siglo XIX, que se ven complementadas con otras actuales. También se ofrecen datos sobre la circulación monetaria en esta área y, además, esta colección de monedas muestra ciertas coincidencias con otros conjuntos numismáticos anteriormente publicados sobre la provincia de Guadalajara, destacando la numerosa presencia de monedas procedentes de cecas oriundas del valle del Ebro como zona de confluencia de los valles del Henares, Tajo y Tajuña, como vía de comunicación tanto comercial como cultural.
Finaliza el trabajo con una selecta bibliografía.


Mostrando Guadalajara a los más pequeños

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Orea Sánchez, Jesús, de los textos, y Marco Alario, Nora, de las ilustraciones: “Guadalajarapara niños”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2014. 180 páginas, todas ilustradas y a color. Tamaño 240 x 170 mm. Encuadernación en tapa dura. ISBN 978-84-15537-64-9. PVP: 18 €.

Tras la presentación a la Prensa el 10 de diciembre y su presentación al público en el Centro Cultural “San José” el 11 de diciembre, ha iniciado su andadura un libro al que podríamos calificar de mágico por seguir la tendencia de los apasionamientos, pero que sin duda llevará el calificativo de útil que es para lo que está hecho. Y esa utilidad se centra en dar a conocer la provincia, y su rico legado histórico, artístico, etnológico y natural a los más jóvenes miembros de la sociedad, para que con ese conocimiento lleguen a amarlo y defenderlo.

Aache edita “Guadalajara para niños”, una guía didáctica y turística para que los más pequeños conozcan la provincia. El libro, escrito por Jesús Orea e ilustrado por Nora Marco (Cuerdas) se distribuirá en colegios y bibliotecas de la provincia y se pondrá a la venta por 18 euros.

La obra es muy espectacular, con una encuadernación firme, y todas sus páginas en papel de alta calidad y a color, va mostrando al lector, que se supone mayormente infantil, los pueblos y los personajes de Guadalajara. Los textos son de Jesús Orea Sánchez, periodista y miembro del Servicio de Educación de la Institución Provincial, mientras que las ilustraciones que le dan carácter y atractivo al libro son obra de Nora Marco Alario, arquitecta y diseñadora 2D del cortometraje “Cuerdas” de Pedro Solís y responsable de la maquetación del cuento de este corto.

En el libro nos encontramos, tras unas palabras de presentación de la Presidenta Ana Guarinos, y de un breve “manual de uso” para sacarle el mayor provecho al libro, con diez capítulos que ofrecen la riqueza patrimonial de los nueve grandes municipios que antiguamente constituyeron los partidos judiciales guadalajareños (Atienza, Brihuega, Cifuentes, Cogolludo, Guadalajara, Molina de Aragón, Pastrana, Sacedón, y Sigüenza) iniciándose con el capítulo dedicado al Citug en el Castillo de Torija.

Los viajeros, que serán –o deberían ser- todos los niños de la provincia, acompañados de sus padres y con este libro en la mano, descubrirán historias y anécdotas, se plantarán ante enigmáticos personajes y subirán a miradores desde los que pueden divisarse montes, águilas, bosques y pueblos, siempre alentados por la magia de los secretos, los duendes, las leyendas y las alusiones a viejos guerreros. Se recomienda al inicio proveerse de un “cuaderno de campo” para ir dibujando, y apuntando, los temas que el libro va sugiriendo. Y al final hay una oferta de archivos y libros para los que quieran saber más sobre su tierra.

El autor de los textos, muy experimentado en las tareas docentes y divulgativas, conoce como pocos, y sabe expresarlo con limpia prosa, los intríngulis de esta provincia en la que casan damas tuertas con barbados conquistadores. O en la que planean buitres sobre las roquedas elevadas del Alto Tajo. Toda la obra se muestra atractiva y oferente de ideas, entre la clara palabra de Orea y la magistral visión diseñadora de Marco. El trabajo de maquetación de Aache y su probada calidad en ediciones por difíciles que parezcan, concluyen haciendo de este libro una maravillosa oferta para las nuevas generaciones. Cumplida y abierta gracias a la visión nítida de la Diputación Provincial, en esta tarea de divulgar siempre lo que de apasionante tiene Guadalajara. La idea inicial de este libro, todo hay que decirlo, partió de Marta Valdenebro, sin cuyo permanente entusiasmo no habría llegado nunca a concluirse.


Así pues “Guadalajara para niños” se ofrece como un libro con el que poder iniciar en el mundo de la lectura, del conocimiento y hasta de la investigación, a los más pequeños de nuestros vecinos. Está especialmente dirigidos a niños y niñas entre 6 y 12 años, pero cualquiera que lo tome en las manos, le pase las páginas y se detenga en sus textos e ilustraciones, va a quedar feliz y entusiasmado. Una obra genial que marca una época.

Los Santuarios de la Alcarria, entre Guadalajara y Cuenca

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Hualde Pascual, Pilar: “Santuarios del Obispado de Cuenca y personas ilustres en santidad que en él ha habido”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2015. Colección Libros Digitales. 490 páginas, de ellas 100 con ilustraciones a todo color. Formato PDF grabado sobre CD e incluido en carpeta de plástico con carátulas. ISBN 978-84-92886-83-8. PVP: 9,90 €.

Una obra esperada, casi mítica, que en Cuenca especialmente y en la Alcarria toda se consideró siempre como fundamental para conocer, de primera mano, la historia de algunos pueblos y sus santuarios en las fronteras del Tajo, el Guadiela y el Cabriel… ese viejo manuscrito que todos sabíamos había escrito Baltasar Porreño, pero que nadie encontraba, por fin sale a la luz. Y con su mismo título de “Santuarios del Obispado de Cuenca y personas ilustres en santidad que en él ha habido”.

La obra que ahora comentamos nos introduce ampliamente en la vida y obra de uno de los escritores más prolíficos del Siglo de Oro, y también de los menos conocidos. Porque Baltasar Porreño nos dejó mucha obra que, en parte fue impresa, y en parte quedó inédita, en manuscrito, y de esta mucha se ha perdido. Sabemos que pasó su vida escribiendo, poniendo sobre el papel sus infinitos conocimientos, pero no llegó a ver impresa sino una mínima parte de esa ingente obra. Hoy, por suerte, vemos que se pone en manos de los lectores y curiosos del siglo XXI la buscadísima Relación de los Santuarios de Cuenca, que durante siglos anduvo perdida en añejos archivos.

El trabajo que nos ofrece en esta ocasión la especialista en filología, y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, Pilar Hualde Pascual, es muy ambicioso, y el gran tamaño de esta obra, y su enorme carga gráfica, ha impuesto el destino final de la edición: esto es, se ha optado por sacarlo en formato digital, como PDF, grabado en disco incluido en carpeta de plástico, con carátula que le da portada y explica su contenido.

La Introducción o capítulo I de este libro está dedicado, con gran amplitud, al análisis biográfico y búsqueda bibliográfica de Baltasar Porreño. Nacido en Cuenca, en 1569, en el seno de una familia de intelectuales, estudiosos y artistas, se formó en la Universidad de Alcalá de Henares, y se ordenó de clérigo, actuando ya muy joven como Vicario General de la diócesis de Cuenca, y viviendo luego y optando por ser “cura de pueblo” en Huete, Sacedón y Córcoles, fundamentalmente. La mayor parte de su obra la escribió durante su estancia en Sacedón, que duró varios decenios.

La autora de este libro analiza los escritos de Porreño, dividiéndolos en libros impresos (los que se imprimieron en vida del autor y los que lo hicieron después de su muerte) y libros inéditos que quedaron como manuscritos (la parte más numerosa) localizados algunos de ellos, y considerados perdidos otra buena parte de los mismos. Relativos a la provincia de Guadalajara es curioso señalar que uno de sus manuscritos es el titulado “Vida y hechos hazañosos del Gran Cardenal de España, don Pedro González de Mendoza, Arzobispo de Toledo” y entre los perdidos figura el “Catálogo de los milagros de Nª Srª de los Llanos de Hontoba”. Fueron perdidos quizás lo más granado de su obra, como la “Historia de la Ciudad de Cuenca” y la “Historia de San Julián, obispo de Cuenca”, mientras que a caballo entre una y otra categoría (perdido y hallado el manuscrito) esta obra titulada “Santuarios del Obispado de Cuenca y personas ilustres en santidad que en él ha habido”, de la que hoy se sabe que tuvo dos partes, aunque la primera nadie la vió nunca, y esta segunda que se dio por perdida, luego la localizó el erudito alcarreño don Juan Catalina García López en la Biblioteca Real de Madrid, desapareciendo de allí y apareciendo, tras la Guerra Civil, en el Fondo Antiguo de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, que es donde la ha hallado la autora de este libro que comentamos. A la Biblioteca Real llegó en época de Carlos IV, y tras la Guerra la reclamó y consiguió llevar a Salamanca el catedrático de esta Universidad Antonio Tovar, en 1954.

Esta edición de tan importante obra, se realiza a base de un estudio previo sobre la biografía del autor. Considera Pilar Hualde que Baltasar Porreño debería figurar entre los autores de primera línea del siglo XVI, porque escribe bien y proporciona abundante información. Analiza además su lenguaje y forma de escribir. Y a continuación dedica un capítulo a cada uno de los santuarios objeto del manuscrito, con estudio previo de la autora narrando historia, descripción actual, leyendas, anécdotas y gran carga gráfica, y poniendo a continuación el texto íntegro de Porreño dedicado a cada santuario, apareciendo en todos reproducida alguna página o fragmento de ese tema.

Los santuarios que aparecen estudiados en este gran libro, y que seguro han de interesar mucho a la gente que en Cuenca, Guadalajara y Valencia se apasionan por el viejo patrimonio de la tierra, son los siguientes:

Nuestra Señora de Tejeda, junto a Garaballa
Nuestra Señora del Puerto, en Salmerón
La Santa Cruz de Carboneras
Nuestra Señora del Socorro, en Valdeolivas
Nuestra Señora de los Remedios, en Cuenca
Nuestra Señora del Sagrario, en Garcinaharro
Nuestra Señora del Soterraño, en Requena

Nuestra Señora de Llanes, en San Pedro Palmiches.

Noticias del XIV Encuentro de Historiadores del Valle del Henares

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I
XIV Encuentro de Historiadores del Valle del Henares. Alcalá de Henares 27-30 noviembre 2014. Libro de Actas, Madrid, Institución de Estudios Complutenses, Diputación Provincial de Guadalajara y Centro de Estudios Seguntinos del Ayuntamiento de Sigüenza, 2014, 692 pp. (I.S.B.N.: 978-84-88293-05-3).
Surgieron estos Encuentros por los años 88 de mil novecientos, con la sana idea y la doble pretensión de investigar y difundir la cultura generada por el fértil, en este caso en el terreno cultural, Valle del río Henares, -que no del mal llamado “Corredor del Henares”-, como principal vía de comunicación desde los tiempos prehistóricos hasta la actualidad.
Es decir, desde un punto de vista histórico en el que no debían existir líneas político-administrativas separadoras tales como las comunidades autonómicas, las provincias y los municipios, puesto que lo que se trata de analizar es ese caudal de conocimientos culturales que se extendieron por todo el Valle, gracias precisamente a ese río que les sirvió de vía de penetración.
Por eso, en esta ocasión, más de medio centenar de investigadores se han dado cita en esta XIV edición de los ya tradicionales Encuentros de Historiadores, con el fin de tratar diversos aspectos del mundo del Valle del Henares, relacionados con la Historia, el Arte, la Etnología y Antropología, así como con sus correspondientes ciencias auxiliares, porque, como se quiere demostrar, el Valle del río Henares, con todos sus afluentes, ha sido desde la lejana prehistoria un importantísimo agente generador de culturas, que en ningún momento ha dejado de serlo, como demuestra una somera valoración de los títulos de los trabajos recogidos en las actas que seguidamente comentaremos, así como en las de los trece Encuentros anteriores.
Los problemas que han surgido a la hora de realizar este XIV Encuentro han sido considerables, pero gracias las cuotas de quienes han participado -tanto como comunicantes como asistentes-, así como a la ayuda económica de la Institución de Estudios Complutenses a través de las becas a sus asociados y del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, que en gran parte han financiado las Actas, y de la Universidad de Alcalá, amén de otras instituciones del Valle del Henares como la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación Provincial de Guadalajara (a través de su Servicio de Cultura) y los Ayuntamientos de Guadalajara (Patronato Municipal de Cultura),  Sigüenza y Jadraque, y las Asociaciones de Amigos del Museo de Guadalajara y del Archivo Histórico Provincial, que si no han contribuido económicamente, al menos han ayudado al éxito de la presente edición, mediante la donación de libros y material que fue entregado a los participantes. A todos ellos nuestro agradecimiento.
Pero, verdaderamente, nuestro agradecimiento debe ir destinado a los asistentes al Encuentro, auténticos protagonistas del mismo, por exponer sus investigaciones de una manera altruista y desinteresa, compartiéndolas con amigos, colegas y compañeros.
Seguidamente, en una serie de entregas de nuestro Baúl de Libros, iremos danto a conocer todas aquellas comunicaciones que tengan algo que ver en su contenido con la provincia de  Guadalajara, comenzando por la lección o conferencia inaugural, teniendo en cuenta que muchos trabajos abarcan espacios más amplios.
CONFERENCIA INAUGURAL
* Luis Miguel de Diego Pareja, “Los afrancesados en el valle del Henares durante la Guerra de la Independencia”, páginas 13-34.
Un trabajo que se centra en el indeterminado número de españoles que se pusieron al servicio del rey José Bonaparte “Pepe Botella”.
El autor explica las causas que motivaron o pudieron motivar su afrancesamiento, que para unos fue su propia convicción, pensando que el nuevo sistema político era lo mejor para España; para otros sirvió como medio de ascenso social y mejora económica y, finalmente, para una tercera parte, quizás la menos cuantiosa, por simple temor a posibles represalias en sus personas, familias y propiedades.
Una lección dirigida al estudio de una serie de personajes afrancesados, de diferente extracción social, para, tras el seguimiento de su actividad durante la Guerra de la Independencia, intentar comprender los motivos que provocaron su conducta.   
HISTORIA
* Javier Plaza de Agustín, “Los caballeros de los montes de Guadalajara y la protección de los bosques de la ciudad al final de la Edad Media”, páginas 35-48.
Parte este trabajo del siglo XI, en que Guadalajara se constituye, desde su incorporación a la Corona de Castilla, en un extenso territorio dotado de abundantes bosques y pastos comunales, que durante la Baja Edad Media fueron constante objeto de expolio, tanto por parte de los concejos vecinos, como de sus propios habitantes y de los de sus aldeas, ante lo que los regidores de Guadalajara trataron de atajar el problema, cada día más acuciante, a través de la redacción de diversas ordenanzas y la creación de un grupo de oficiales -los denominados caballeros de los Montes- encargados de asegurar su cumplimiento, aunque la actuación de estos “vigilantes” no pudo evitar la deforestación de la comarca, que se documenta ya en el siglo XVI.
* Pablo Martín Prieto (Universidad Complutense de Madrid), “El señorío de Guadalajara en la Edad Media. Contribución a su estudio”, páginas 49-63.
Una vez conquistada Guadalajara y tras su incorporación a la Corona de Castilla, Guadalajara siempre fue considerada como de “realengo”, aunque propiamente no lo fuera, por lo que nunca fue concedida a persona alguna que no perteneciera a la familia real.
Sin embargo en algunas ocasiones fue cedida temporalmente a determinadas personas de sangre real, especialmente a reinas consortes e infantas, con el fin de poder sostener su estado y rentas.
Martín Prieto recoge en la presente comunicación nuevos detalles acerca de lo que se sabía sobre este tema, dibujando una mejor comprensión de la sucesión y el papel de quienes en el medievo retuvieron la dignidad de señor o señora de Guadalajara.
* Luis Antonio Martínez Gómez, “Colegiales de Fuentelahiguera en el Colegio Mayor de San Ildefonso”, páginas 111-129.
El autor de este trabajo recoge, desde el siglo XVI hasta finales del XVIII, una serie de colegiales en el Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, naturales de la villa de Fuentelahiguera, que se licenciaron generalmente para ejercer cargos eclesiásticos y leyes.
Parte la nómina de Eugenio Pérez, natural de Usanos (c. 1564) y llega hasta Juan de la Plaza, 1723, casi todos emparentados familiarmente, hasta completar la docena.
* Juan Gabriel Ranera Nadador, “El décimo duque del Infantado, Juan de Dios Silva y Mendoza. Guerra de Sucesión, patronato y entierro”, páginas 151-166.
Refiere Ranera Nadador que durante el periodo comprendido entre el siglo XVII y el XVIII, fue Juan de Dios Silva y Mendoza quien estuvo al frente de la casa mendocina como X duque del Infantado, es decir el hombre más rico de España gracias a la inmensa cantidad de cabezas de ganado que poseía. Fue partidario de los borbones durante la Guerra de Sucesión, por lo que tuvo que huir del archiduque de Austria, pasando de una a otra de sus posesiones alcarreñas, escondiéndose, por lo que fue procesado y desterrado por Felipe V, dada su escasa implicación en la guerra.
Finalizada dicha contienda bélica abandonó la corte para dedicarse exclusivamente a la gobernación y administración de sus posesiones y, gracias a sus éxitos comerciales, poder llevar a cabo la “gran idea” de sus antepasados, consistente en la construcción de un panteón familiar a imagen y semejanza del panteón real del Escorial, en el convento de San Francisco de Guadalajara (vulgo “El Fuerte”, donde en la actualidad puede visitarse).
Sin embargo, su última voluntad fue la de ser enterrado en el convento carmelitano de San José -“Carmelitas de Abajo”- con el fin de evitar la perpetuación de su memoria en el ostentoso panteón que él mismo mandó construir.
* Amparo Donderis Guastavino, “El Obispo Minguella y la investigación de la historia seguntina”, páginas 183-196.
Comunicación consistente en un acercamiento a la vida, obra y mentalidad del obispo fray Toribio de Minguella y Arnedo, así como al ambiente cultural del que fue rodeado y que, sin duda, dejó una importante huella en su personalidad y en su producción historiográfica, realizada principalmente en la ciudad de Sigüenza, donde supo rodearse de algunos de los más importantes investigadores del momento para dar a la luz su obra más destacada: La interesantísima (aunque necesariamente revisable) Historia de la diócesis de Sigüenza y de sus obisposhasta el siglo XIX, que dejó publicada en tres tomos y que posteriormente fue añadida en un tomo más por la pluma del canónigo Aurelio de Federico Fernández y que abarca hasta 1945.
* Juan Carlos Berlinches Balbacid, “El drama de la libertad: Las Juntas de Libertad Vigilada”, páginas 235-247.
Una comunicación que se adentra en la vida de los presos que lograron la libertad condicional en la España franquista, en la que se ve cómo, en algunas ocasiones, dicha libertad “condicional” llegó a ser un auténtico “camino de espinas”, puesto que con demasiada frecuencia, algunos “beneficiarios” se encontraron con la imposibilidad de poder regresar a sus pueblos de origen y volver a reiniciar una vida “normal”.
* Juan Antonio Espinosa Pérez, “La actuación de las organizaciones de izquierda de Guadalajara ante la sublevación de julio de 1936”, páginas 249-262.
Se trata de un estudio que analiza cómo actuaron las fuerzas izquierdistas de Guadalajara en respuesta a la preparación de la sublevación militar de julio de 1936 y su posterior desarrollo a lo largo de los días 21 y 22, entendiendo por organizaciones de izquierda aquellas que formaron parte del Frente Popular, es decir, republicanos, socialistas y comunistas, a los que hay que añadir al sindicato socialista UGT, los pocos anarquistas existentes y a los miembros de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA).
* Juan Pablo Calero Delso, “La vanguardia alcarreña de la educación femenina”, páginas 277-293.
Calero Delso ofrece en esta comunicación los aspectos biográficos más destacados de un grupo de mujeres, relacionadas con la provincia de Guadalajara, que constituyeron la avanzadilla de la educación femenina durante el siglo XX.
Mujeres que casi siempre ejercieron como maestras y profesoras, como Crescencia Alcañiz Maestro, Enriqueta Hors Bresmes, Isabel Jiménez Ruiz, María del Carmen Martínez Sancho, Visitación Puertas Latorre y Asunción Vela Torre, que estuvieron a la vanguardia de la educación femenina en España, desde los pueblos alcarreños donde ejercieron su profesión.
* Sonia Jodra Viejo (Universidad Complutense de Madrid), “Desarrollo de la prensa local en Guadalajara al albur de los cambios político-sociales de la Transición (1975-1985)”, páginas 309-326.
La comunicación comienza dando a conocer el estado en que la ciudad de Guadalajara se encontraba en los momentos inmediatamente anteriores a la Transición. Una ciudad que contaba con escasa población, como consecuencia de anteriores periodos y su proximidad a Madrid, y que tras diez años tan sólo alcanzó un llamativo crecimiento en lo referente a la prensa, a través del nacimiento de numerosos periódicos de todo tipo.
Guadalajara, que nunca había contado con un diario, se encontró de buenas a primeras con el nacimiento de dos periódicos diarios: Guadalajara. Diario de la mañana(1978-1981) y La Prensa Alcarreña(1981-1985), hecho que surgió dando paso al nacimiento de nuevas empresas periodísticas de distinto signo, a través de nuevas líneas de ayuda.
No obstante, dichos diarios tuvieron que desarrollar su actividad informativa en convivencia con dos cabeceras tradicionalmente conocidas de antemano en toda la provincia: Flores y Abejas (1894) y Nueva Alcarria(1939), cuyo modelo periodístico, en parte anticuado aunque profundamente arraigado, impidió en ocasiones -o al menos dificultó- el asentamiento del modelo diario, que también ve un impedimento a su desarrollo en la prensa madrileña de ámbito nacional, especialmente en las zonas urbanas (como más pobladas).
De todos modos, concluye Sonia Jodra su trabajo diciendo que aquellos diarios “consiguieron desarrollar la función con la que llegaron al mercado de la prensa local: agitar el orden establecido e introducir nuevos modos de comunicar”, por lo que lo que es lógico considerar que esta prensa colaboraba, como sucedía a nivel nacional, a la democratización de la sociedad guadalajareña y al replanteamiento del papel de la prensa en la nueva vida pública de la provincia.
* Enric Cabrejas Iñesta, “Luzaga. La cuestión nominativa del municipio de Guadalajara”, páginas 327-340.
Quizá el título de esta comunicación no sea muy exacto, pero tampoco debemos darle mayor importancia de la que requiere, puesto que su autor, Cabrejas Iñesta, habrá querido referirse sin duda cuando dice “municipio de Guadalajara”, a “municipio de la actual provincia de Guadalajara”. Hubo sus comentarios al respecto, en los que siempre se admitió la buena voluntad.
La presente investigación trata sobre el origen de la denominación primigenia de la ciudad de Luzaga, a través del establecimiento de la onomástica de la villa y de la restitución del origen etimológico del nombre Luzaga, todo ello gracias a la abundante cantidad de topónimos correspondientes a ciudades ibéricas, que, generalmente fueron teónimos dados, en su mayoría, en la Edad del Bronce.
Aquellas paleo o arqueodenominaciones, alteradas con el paso del tiempo, aunque aún reconocibles, constituyen la actual toponimia española, nombres de lugares y ciudades que desde tiempos ancestrales quedaron bajo el amparo y protección, dedicadas al culto de las primordiales deidades de los íberos y de los celtíberos, algo natural y perfectamente comprensible si consideramos que para ellos no hubo nada más importante que la expresión de su religiosidad.
ARTE
* Emilio Gamo Pazos, “Un elemento arquitectónico altomedieval de Tamajón (Guadalajara), páginas 341-345.
Un brevísimo trabajo en el que se aborda el estudio de un relieve visigótico conservado en el Museo de los Concilios de Toledo, que no deja de ser una aportación al conocimiento de la arqueología altomedieval de las serranías del noreste de la provincia de Guadalajara.
Al tiempo se presenta una cruz procedente de Tamajón actualmente depositada en el Museo de Santa Cruz de Toledo.
* Miguel Ángel Cuadrado Prieto y María Luz Crespo Cano, “Las mezquitas de Madinat al-Faray o Wadi-l-Hiyara.Una propuesta teórica a partir de nuevos datos”, páginas 347-366.
Los autores de este innovador, aunque controvertido trabajo, parten de la identificación de la mezquita aljama y de las mezquitas “de barrio” en la Madinat-al-Faraymedieval, con el fin de plantear una nueva hipótesis sobre el número, situación y evolución de estos templos en la medina andalusí.
* José Arturo Salgado Pantoja, “La iglesia parroquial de Castilblanco de Henares”, páginas 367-385.
La presente comunicación es un análisis pormenorizado de la iglesia de Castilblanco de Henares, erigida en la Edad Media según los esquemas románicos imperantes en la época. Posteriormente, como la mayoría de las iglesias enclavadas en esa zona y en los mismos siglos, se vieron modificadas con la adición de algunas estructuras como el pórtico o la cabecera.
Este estudio va analizando paulatinamente cada uno de los elementos constructivos añadidos -la evolución constructiva del edificio- poniendo en valor su patrimonio mueble e inmueble, con el apoyo de algunos datos procedentes de su archivo.
* Elena García Esteban, “Restauración y recuperación de un alfarje medieval policromado con escudos heráldicos en el palacio de los Conde de Coruña, Guadalajara”, páginas 387-399.
Estudio que trata acerca de los trabajos de investigación, conservación y restauración efectuados en 2010 sobre uno de los alfarjes del primer piso de la crujía de la fachada principal del Palacio de los Condes de Coruña, en Guadalajara.
Se trata de una restauración que, aparte de la recuperación de una obra de arte inmueble de incalculable valor artístico, contribuye a engrosar el patrimonio artístico de la ciudad, puesto que en el momento actual, la ciudad de Guadalajara, conserva contados ejemplos de techumbres originales de tradición mudéjar y, además, aporta una valiosa información sobre los orígenes medievales del mencionado palacio renacentista  contribuyendo al conocimiento de algunos de los linajes más importantes de la ciudad, por lo que deja abierta una nueva línea de investigación sobre este área.
(Continuará)


José Ramón López de los Mozos
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