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Cancionero popular infantil

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VACAS MORENO, Pedro y VACAS GÓMEZ, Mercedes, Cancionero popular infantily juvenil (recopiladores), Madrid, Ed. Liber Factory, 2013, 304 pp.

Pedro Vacas y Mercedes Vacas, su hija, son bien conocidos en el mundo de la etnología y el folclore de Guadalajara puesto que conjuntamente, como en esta ocasión, han sido autores de numerosas obras: Pasión Viviente de Hiendelaencina(2002), Las Flores de Mayo a la Virgen María (2004), “El Ordial en Bodas” (2007), Romances del Alto Rey (2007), Leyendas romanceadas del Alto Rey (2007), Historia de los pueblos del Alto Rey (2007), Hiendelaencina en dulce (2008), Cantalojas, canto a voces (2009), Arquitectura serrana: pardelera y plateada (2011), Alto Rey, tierra y camino peregrino (2011), además de otros trabajos de diferente temática como ReMercedesbranzas(2007), recordatorio amoroso a la esposa y a la madre que se fue.
Pedro Vacas es también autor de un interesante Vocabulario Ilustrado de la Pastorería(2007), Sonetos de luna y escarcha y algunos besos sueltos (2009), Pastores y cabreros (2011) y Los Mayos en Gárgoles de Abajo (2013), quizá el trabajo de Pedro más alejado de su demarcación de trabajo.
Una amplia producción en la que habría que destacar dos amores, uno ya perdido para siempre, que fue su esposa Mercedes, y otro aun latente, que son los pueblos y las tierras del Alto Rey y sus alrededores, puesto que Pedro Vacas nació en Bustares, donde conserva casa, huerto,  amistades y recuerdos.
El libro que hoy tratamos, Cancionero popular infantil y juvenil, constituye una buena muestra de ese amor -o más atinadamente, ternura- esa que Pedro Vacas pone en todo lo que escribe, y más en este caso en que habla de niños a los que parece cantar los textos que, junto a su hija Mercedes, ha recopilado y adornado con sencillos dibujos de su creación.
Los motivos recopilados forman un amplísimo conjunto: Son canciones para bebés: nanas como esta:
“Este niño tiene sueño, tiene ganas de dormir, un ojo tiene cerrado, y otro no lo puede abrir, ea, ea. // Clavelito encarnado, rosa en capullo, duérmete, vida mía, mientras te arrullo”, y rorros: “A la rorro, rorro, a la rorrorrina, a la rorro, rorro, ya está dormida. // Mi niño pequeño, no puede dormir, le cantan los gallos, el quiquiriquí // Duérmete mi niño, que voy por pañales, que los tengo tendidos, sobre los rosales”.
Juegos de dedos:
“Este fue a por leña. Este la encendió. Este encontró un huevo. Este lo frió. Y este más chiquito, todo lo comió”.
Canciones para aprender a contar y leer:
“Una hora duerme el gallo, dos el caballo, tres el santo, cuatro el que no es tanto, cinco el cretino, seis el capuchino, siete el caminante, ocho el estudiante, nueve el posadero, diez el caballero, once el muchacho, doce el borracho”.
Oraciones:
“Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María, y el Espíritu Santo. // Dios conmigo, yo con él. Dios delante, yo tras él”.
Mitos, sin olvidar que el primer mito -la antesala del símbolo- fue la primer palabra, como el símbolo los es de la abstracción o el concepto, al decir del poeta Luis Rosales, de donde la creencia infantil (y no tan infantil) en el coco, el hombre del saco, el Sacamantecas, la bruja piruja, el lobo...
Canciones infantiles:
“San Pedro como era calvo, le picaban los mosquitos y la Virgen le decía, “ponte el gorro Periquito”” o “Caracol, col, col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre, también los sacaron”.
Canciones cortas:
“Veo, veo. ¿Qué ves?. Una cosita. ¿Con qué letrita?... Empieza con la letra... y termina con la...”.
De bautizo:
“Bautizo cagao, padrino roñoso, que a  mi no me has dao; si cojo al chiquillo, lo tiro al tejao”.
Retahílas para echar a suertes antes de comenzar los juegos:
“Pinto, pinto, gorgorito, ¿Dónde vas tú, tan bonito? Voy al monte, a trabajar. Pinto, pinto, pinto pan”.
Canciones infantiles de corro:
“Al corro de la patata, comeremos ensalada. Lo que comen los señores, naranjitas y limones. A tus pies, a tus pies, sentadita me quedé”.
Para saltar a la comba:
“Al pasar la barca, me dijo el barquero, las niñas bonitas, no pagan dinero. // Yo no soy bonita, ni lo quiero ser, arriba la barca, abajo el cordel”.
Canciones populares de acompañamiento:
“Tanto vestido blanco, tanta parola, y el puchero en la lumbre, con agua sola...”.
De repetición:
“Un elefante se balanceaba, sobre la tela de una araña, como veía que no se caía, fue a llamar a otro elefante. // Dos elefantes... // Tres elefantes...”.
Adivinanzas y acertijos:
“¿Qué es, qué es, que te da en la cara y no lo ves? (el viento).
Juegos de pandillas con romances recitados:
A la una, anda la mula (se saltaba sobre el burro, como en el correcalles), a las dos, tiró la coz (a la vez que se saltaba, para no perder, era obligado darle con el talón en las posaderas; a las tres, el almirez (se daban tres saltos y al tercero se caía sobre el burro)...”.
Rimas infantiles:
“Mi gato fue a la plaza, compró una calabaza, le dio de comer sopitas de miel en un rico plato, ¡zape, zape, gato!”.
Cuentos de nunca acabar:
“Este era el cuento de un gato, con las orejas de trajo, y la barriga al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?”
Villancicos:
“El aguinaldo regular, es un pernil de tocino, arroba y media de pan, y un pellejo de  vino”.
Romances infantiles recitables y cantables:
“Madrugaba el Conde Olinos, mañanita de San Juan, a dar agua a su caballo, a las orillas del mar, a dar agua a su caballo, a las orillas del mar. // Mientras el caballo bebe, canta un hermoso cantar, las aves que iban volando, se paraban a escuchar, las aves que iban volando, se paraban a escuchar. // Bebe mi caballo bebe, Dios te me libre del mal...”.
Navideños:
“Madre a la puerta hay un niño, más hermoso que el sol bello, no hay duda que tiene frío, porque viene medio en cueros. // Voy a decirle que pase, y aquí le calentaremos, con nosotros dormirá, y de cenar le daremos...”.
Flores de mayo:
“Como soy tan pequeñito, y tengo tan poquita voz, solo puedo decir: ¡Viva la Madre de Dios!”.
Oraciones, que pueden ser de tres clases: de adoración, de acción de gracias y de petición:
“Virgen Santa, Virgen Pura, haz que apruebe, esta asignatura. // Y la Virgen le contesta, con mucha dulzura: “Si quieres aprobar, estudia””.
Gozos, como este dedicado a San Roque, abogado de la peste:
“Pues por padre de clemencia, os llamáis Roque sagrado, sed con Dios nuestro abogado, contra toda pestilencia”.
Ensalmos, invocaciones y conjuros, por ejemplo, para alejar el pedrisco:
“Tanto truena, tanto tú, que más puede Dios, que tú”.
Trabalenguas:
“El perro de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez se lo ha cortado”.
Ramos, mayos, canciones de quintos; enramadas, y canciones de boda.
Muchos son conocidos, dada su “universalidad”, otros no tanto por estar más localizados.  Son piezas para ser recitadas, cantadas, leídas, etcétera, que pueden servir como juego o pasatiempo tanto para niños como para mayores, y vienen a conformar un cancionero que al tiempo es “antología de poesía infantil de espíritu menudo, sencilla y pura, impregnada con el alma del pueblo...”, según palabras de Mercedes Vacas en el prólogo del libro que, “es un hilo conductor que nos va marcando cada etapa de nuestra niñez y adolescencia, hasta llegar a esas edades, donde el paso de los años, nos obliga a dejar nuestro cabás escolar, y adentrarnos en la edad de merecer y ser merecido, o merecida, es decir en la edad del pavo, para volver al origen siguiendo el ciclo vital”.
Canciones, juegos o cuentos a veces reiterativos, aunque no aburridos, en los que muchas estrofas son inventadas, aumentadas o reducidas a voluntad de quien los pronuncie.
Piezas, llamémoslas así en conjunto, generalmente anónimas (“Hasta que el pueblo canta las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe su autor” como escribió Antonio Machado), que han ido pasando de generación en generación, casi siempre de oído, por lo que este libro, esta amplia compilación, es tan interesante y meritoria, ya que es una caja donde se custodian más de cuatrocientas que, lo más seguro, traerán a quien las lea recuerdos de su infancia, puesto que son conocidas por casi todos. ¿Quién no ha cantado u oído aquello de “veo veo” o eso otro de “cinco lobitos tiene la loba...”? Canciones y juegos que nos harán esbozar una sonrisa y harán que nuestra mente divague por tiempos ya algo alejados, cuando sobre sus rodillas, la abuela María nos hacía "el avión”, cucharilla en ristre, para darnos la papilla.
Pedro vacas, en su ultílogo, señala que todo hecho folclórico debe reunir las cinco condiciones siguientes:
Que sea popular, es decir conocido por la generalidad de quienes viven en un determinado lugar con parecidas maneras de reaccionar.
Anónimo, ya que el tiempo se encargó de que se olvidase su autor; tradicional, o sea que se transmita generacional mente de padres a hijos; funcional, o lo que es lo mismo, que sirva para cumplir un fin o una necesidad. y finalmente que sea universal, que tenga representación en las necesidades o sentimientos culturales de otros pueblos.
Cualidades todas que cumple el Cancionero... que comentamos, tan necesario en estos tiempos.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Sucesos sorprendentes

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BERLANGA, Andrés, Sucesos, Salamanca, Amarú Ediciones (col. mar adentro, 53), 2013, 118 páginas. (ISBN: 978-84-8196-352-6).

Disfruté leyendo La Gaznápira -aun hago algunos trabajillos acerca de su “palabrario” o de la toponimia que contiene entre sus páginas, aunque, en ocasiones sea ficticia- y también he disfrutado leyendo esta colección de relatos que presento en esta ocasión.
Lo propio creo que le ocurrirá al lector; que se encontrará con una gavilla de más de cincuenta escritos breves, en ocasiones muy breves, surgidos del alma del pueblo, de ese pueblo que te da la noticia diariamente a través de las páginas de los periódicos y también a través de sus ocurrencias, muchas veces absolutamente descabelladas.
Pues bien, estas noticias le han servido a Andrés Berlanga, buen observador de lo cotidiano, para tras pasarlas por la turmix de la creación literaria, convertirlas en pequeños comentarios llenos de razón y de ironía desenvuelta y alegre -ese arma de construcción masiva, como dice el propio Andrés Berlanga-, que no de esa otra ironía cargada de mala leche y que algunos escritores emplean para expulsar su dolor de barriga-, es decir, la ironía inteligente que, más que a risa, provoca una sonrisa que, como tantas otras cosas, es quizá producto del triste del resultado de ver cómo es posible que todavía puedan seguir ocurriendo determinadas cosas en los tiempos que corren.
Conforma pues este libro una minienciclopedia del periodismo de “sucesos” -como indica el crítico literario Ramón Luján en su “A modo de prólogo”- pero de sucesos que aunque verdaderos, en algunos casos han sido transformados de tal manera que no se sabe distinguir lo real de lo ficticio.
Evidentemente escribir un libro así no se hace de un día para otro, puesto que la noticia no surge cuando el autor quiere y son muchas las páginas de los periódicos que Berlanga ha tenido que leer para dar con las verdaderamente interesantes; al parecer ha revisado unos dieciocho, diariamente.
Lógicamente, el resultado ha sido una mezcla de, entre periodismo y literatura, que ha dado un resultado plenamente satisfactorio y en muchos casos divertido. Pero siempre dejando un poso tras la lectura realizada.
El lector se queda fascinado por el uso de la palabra, por lo irónico de algún capítulo, por la sorna -casi gallega- con la que trata algunos aspectos, por las vueltas que le da a las imágenes que quieren decir y no dicen o dicen sin decir...
Pudiera pensarse que nos encontramos con una nueva forma de ver, o mejor, de escribir, acerca de la picaresca actual que tanto vemos, no sólo en la prensa escrita (cada vez menos escrita y más digitalizada), sino también en cualquiera de los manejados telediarios al uso.
También parece un libro alejado, como distanciado del lector, poco comprometido (como se dice desde hace algún tiempo, cuando alguien se refiere a quien no “toma partido”); pero es que en eso, precisamente, consiste la objetividad del autor. No es que no tome partido, ni que exista ese distanciamiento... Es que la noticia es así y así se trata cuando la ocasión lo dispone o requiere. Y más en tan mínimo espacio de escritura, un folio o poco más, quizá como ejercicio del propio Berlanga para indicarnos que casi siempre sobran las palabras o que, con pocas palabras y bien escogidas, pueden decirse todas las cosas que se quiera, que en los tiempos que corren el papel es caro.
De todas formas, piense el lector en las nuevas formas de escribir. Antes escribíamos dos o tres folios que poca gente leía; después se pasó a las veinte líneas; ahora estamos en las quince y dentro de poco pondremos una imagen y debajo un simple pie... o una nota que diga: “A rellenar por el lector” y que sea él quien escriba lo más le acomode a su estado de ánimo o a sus deseos de ver así o asá al mundo que lo rodea.
Andrés Berlanga nos ha dejado una buenísima colección de relatos, maravillosamente escritos, que divertirán al lector al tiempo que le harán reír, sonreír y pensar, que le darán idea de cómo va el mundo cercano de nuestra España de cada día y que, además, lo hace con una buena carga de sorna, ironía y retranca, como habrá podido leer en alguno de nuestros clásicos.
Bienvenido sea el libro y enhorabuena a su autor.

José Ramón López de los Mozos 

Se presentó "Violencia política en la provincia de Guadalajara"

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El 9 de junio 2014 ha tenido lugar, en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública Provincial de Guadalajara, en el Palacio de Dávalos, la presentación pública de la obra “Violencia política en la provincia de Guadalajara (1936-1939)" que ha sido escrita por el historiador Juan Carlos Berlinches Balbacid, y editada por Aache Ediciones incluida en su Colección “Letras Mayúsculas” como nº 40 de la misma.
En el acto intervinieron, en primer lugar, Antonio Herrera Casado, como director del grupo editor que se ha encargado de poner en pública oferta esta obra.
A continuación, intervino el historiador Pedro J. Pradillo y Esteban, quien hizo una serie de comentarios acerca  del libro, de su cubierta, de sus contenidos, y finalmente esbozó con detalle la trayectoria curricular de Berlinches, anotando la forma sistemática en que está estudiando lo relativo a la Violencia Política durante el siglo XX en la ciudad y provincia de Guadalajara, resaltando su anterior libro sobre el tema, “Rendición de la memoria”, y otros trabajos presentados a los Encuentros de Historiadores del Valle del Henares.
La intervención del autor, se centró en la exposición completa, y resumida, de su obra, esbozando las partes de que consta, y exponiendo con meridiana claridad las cuestiones que plantea, y que van desde el inicio del año 1936, tras las elecciones de febrero, que fueron ganadas por los partidos de derecha, pero que fueron preámbulo de una etapa de violencia social, que no podía resolverse más que como ocurrió: en una sublevación auspiciada por parte del Ejército contra el gobierno de la República.
A partir de entonces, esta institución, como Estado español legal, debe defenderse ante la sublevación que con el nombre de Alzamiento Nacional proponen algunos militares, encabezados por el general Francisco Franco. Y se desarrollan una serie de tribunales de justicia que van a juzgar, de forma rigurosa, a cuantos han participado, de acción o de opinión, en esa sublevación. Berlinches expone con claridad fechas y circunstancias, y analiza las funciones de cada uno de los tres tribunales creados: el Especial de Guardia, el Especial Popular, y el Especial de Rebelión Militar, analizando los procesos que se someten en Guadalajara a cada uno de ellos.
Y acaba con otros temas, como son la depuración de funcionarios (especialmente de Ayuntamiento, Diputación y Magisterio), de aquellas personas que se consideró había participado en la sublevación, activa o pasivamente. Otros datos que fueron expuestos minuciosamente por Berlinches fueron lo relativo al asalto de la Cárcel de Guadalajara el 6 de diciembre de 1936, analizando este tema tan delicado con toda la objetividad que requiere.
Al finalizar el acto, que contó con un salón de actos de la Biblioteca completamente lleno de público, y que se amenizó con algunas preguntas finales, el autor firmó libros a cuantos se lo pidieron, durante largo rato.

Una enciclopedia de las máscaras

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GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Oscar J., Mascaradas de la península Ibérica, [Oviedo], El Autor, Febrero 2014, 724 pp. (ISBN: 978-84-616-7534-0).

El libro que hoy comentamos es quizás el más amplio de cuantos existen las mascaradas (de todo tipo) que tienen lugar en la península Ibérica ya que ofrece un conjunto de más de trescientas fichas, concretamente 321, generalmente de notable extensión.
Las fichas son muy completas y en ellas se recogen el nombre de la localidad correspondiente y la provincia a la que pertenece, el nombre que recibe la fiesta, la fecha de su celebración, en qué fecha se perdió (dejó de hacerse)/ cuando se recuperó, personajes que intervienen (blancos y negros), si consta de armazón o no, qué otros instrumentos se emplean en su desarrollo y si actual o antiguamente se celebraban mayos.
La ficha parece proceder del árbol filogenético cultural de este tipo de fiestas, realizado especialmente para el libro por Belén López Martínez y Antonio Fernández Pardiñas, investigadores del área de Antropología Física de la Universidad de Oviedo, que tanto facilita el estudio comparativo de las mismas, como también puede apreciarse en el mapa de la península que se incluye en el que figuran las fiestas con diferentes colores.
Parten todas de un origen común, basado en una reunión de mozos que hacen una cuestación pidiendo alimentos con los que hacer después una comida de confraternización. De esa cuestación o petición por las calles del pueblo surgen los personajes de apertura (fustigadores) que suelen llevar cencerros y de los que proceden los guirrios, por un lado: entre los que se encuentran las y los botargas y, por otro, los zamarrones: diablos, choqueiros, zarragones, etc. Por eso, en el libro que comentamos, aparecen juntas mascaradas en las que salen personajes similares, ya sean de Galicia, León o Castilla-La Mancha, puesto que, aunque sus orígenes sean los mismos, varían el algunos elementos o acciones.
“Todas parecen seguir el mismo patrón de acciones, personajes y  transformándose con la llegada del cristianismo, que crea nuevos tipos sobre la misma base y estructura”, indica Oscar González en el prólogo del libro, añadiendo que “Los estudios realizados hasta ahora se circunscribían a mascaradas individuales o del mismo tipo y las relacionaban con antiguos ritos paganos dentro del marco símbólico”. Lo que viene a decirnos que no pensemos tanto en pasados míticos y vayamos a los hechos reales, puesto que se trata de un rito de paso, en el que los grupos de jóvenes realizan una serie de actividades cara al pueblo en el que viven incardinados, con el fin de obtener de él un reconocimiento a través de los alimentos que solicitan en la cuestación, a cambio de sus danzas, por ejemplo.
Como sigue diciendo Oscar González, estas fiestas carecen de sentido en la sociedad actual y muchas de ellas se han perdido o están en proceso de desaparición, o bien se han mantenido como elementos de atracción turística. Otras, por el contrario se siguen manteniendo o se han recuperado y gozan de excelente salud.
Volviendo al mapa antes citado podrá verse como la mayor proliferación de estas fiestas -mascaradas- corresponde al norte peninsular y más al área noroeste: Galicia y parte de Castilla y León, principalmente, correspondiendo a la provincia de Guadalajara un número importante: 29 mascaradas en total, aunque, evidentemente, no estén recogidas todas las existentes, puesto que tal vez podría incluirse la Loa a la Virgen de la Hoz con sus danzantes, así como los danzantes de Condemios.
No nos resistimos a mencionar las fiestas recogidas por Oscar González, por el mismo orden que llevan en el libro: Almiruete (Botargas y Mascaritas de Carnaval), Membrillera (Carrera del Cabro / Carnaval), Hita (Carnaval), Cogolludo (Los Chocolateros), Sierra de Atienza (Carnaval), Villares de Jadraque (Vaquillones y Zorramangos), Luzón (Carnaval de Luzón), Gajanejos (Carnaval), Valdesaz / Fuentes de la Alcarria (Carnavales), Anquela del Ducado (Vaquilla de Carnaval), Alustante (Los Inocentes), Setiles (Fiesta del Diablo), Mazuecos (Soldadesca y Botarga), Alarilla (Zarragón), Tórtola de Henares (Botarga), Humanes (Botarga), Arbancón (Botarga), Beleña (Botarga), Albalate de Zorita (Botargas de San Blas), Peñalver (Botarga), Montarrón (Fiesta de la Caridad), Robledillo de Mohernando (Botarga), Málaga del Fresno (Botarga), Retiendas (La Botarga de las Candelas), Valverde de los Arroyos (Octava del Corpus),  Majaelrayo (Danzantes de la Hermandad del Santo Niño), Valdenuño Fernández (Botarga o Fiesta del Santo Niño Perdido), Galve de Sorbe (Danzantes de Galve de Sorbe), Utande (Loa de San Acacio). Una interesante colección de fiestas aparentemente diferentes de sus acciones, pero cuyos orígenes parecen ser comunes.
El contenido del libro de Oscar González Fernández (GONFER), en el que nos cabe el honor de haber participado, es gigantesco y muchísimos los datos que aporta que, indudablemente, servirán al estudioso del tema para poder realizar cuantas comparaciones necesite. Aparte, se trata de un volumen cuya materialidad impresiona: buen papel, fotografías en color, encuadernación dura con sobrecubierta que lo hacen quizá un poco caro para el momento actual: 50 euros.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
 

El mensaje del barro

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“Alfarería tradicional de España. Los sonidos del barro”, en Sextas Jornadas de Alfarería. Avilés 2014, Avilés, Ayuntamiento de Avilés, 2014, 32 pp. Catálogo de la exposición comisionada por Ricardo Fernández.

Durante los días 11 y 12, 19 y 21 del pasado mes de abril se celebraron en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones de Avilés, dependiente de su Ayuntamiento, las Sextas Jornadas de Alfarería (2014), con el siguiente programa: el viernes día 19 se procedió a la inauguración con la exposición didáctica “Alfarería tradicional: los sonidos del barro”; el día siguiente, 12, se abrió el “taller de zambombas”, a cargo del Equipo ADOBE (con la colaboración de Escontra’l Raigañu, Aula Didáctica de Cultura Popular Asturiana) y la conferencia de nuestra querida amiga la cerámologa Ilse Schüzt “Objetos sonoros de cerámica en la cultura popular”; el 19 se procedió a la inauguración de FATVA (Feria de Alfarería Tradicional “Villa de Avilés”, a la que siguió un concierto de instrumentos musicales cerámicos: “Los sonidos del barro”, que corrió a cargo del percusionista Ernest Martínez, con un amplio repertorio -12 piezas musicales alusivas al tema del barro-, y finalmente, el día 21, la clausura de dicha Feria.

En ella han participado personas e instituciones tan importantes en el mundo de la ceramología como Alfonso Fernández García, Director del Museu de la Gaita (Gijón); el Centro de Documentación Musical de Andalucía, con sede en Granada; el Equipo Adobe, Escontra’l Raigañu; la propietaria del Museo de Alfarería de Agost (Alicante); el Kimbell Art Museum, de Texas (USA); La Compañía Colectivo Artístico; el Museo de Belles Arts, de València; el Museo de Música Étnica, de Barranda; el Museo do Pobo Galego, y el coleccionista Xosé Manuel Carballés.

Traemos a nuestra página el catálogo que se ha editado en esta ocasión, porque, afortunadamente, son numerosas las piezas de la provincia de la provincia de Guadalajara que figuran en él, pertenecientes al Archivo del Centro de Cultura Tradicional de la Diputación de Guadalajara y al etnógrafo José Antonio Alonso Ramos.

¿Qué es lo que se ha pretendido con esta muestra? Nos contesta Ricardo Fernández, Comisario de la Exposición, al comienzo de su artículo introductorio del catálogo que comentamos, titulado, precisamente, “Alfarería tradicional de España: los sonidos del barro”:

“... una sinfonía de sonidos que van desde las más amables melodías de flautas, ocarinas o xiurells, silbatos mallorquines, herencia de la coroplastia ibérica; hasta roncos bramidos producidos por zambombas misteriosas ataviadas con pieles de lo más diverso, incluidas las de merluza o de lenguado tigre (...) traen nuevamente a Asturias una colección única y excepcional, un centenar de instrumentos sonoros de arcilla...”.
Para más adelante añadir:

“... la oportunidad de descubrir cómo el ser humano ha venido utilizando los sonidos producidos por instrumentos sonoros de barro a lo largo de la Historia para exteriorizar sentimientos profundos en ritos, costumbres y fiestas de otros lugares diferentes a la comunidad de Asturias, donde no se conoce su uso más allá del que adoptaban los emigrantes asturianos cuando se reunían para danzar y corear cánticos con los que sentirse un poco más cerca de la tierra madre...”.

Quizá estos dos sean los principales motivos que reúnen en Avilés a tantas personas amantes del barro y la causa de esta exposición, que ya va por su sexta edición.

El breve, aunque interesantísimo catálogo, recoge numerosos instrumentos de distintos lugares de España (y muy pocos, de Marruecos: tres “darbukas y un “atabal doble”, muy utilizados en España), entre los que figuran varias piezas de la provincia de Guadalajara, como queda dicho, que veremos seguidamente y que no queremos dejar pasar por alto, puesto que forman parte de nuestra más ancestral cultura musical, desgraciadamente poco conocida.

Según la clasificación o sistema de Hornbostel-Sachs (Systematik der Musikinstrumente o Clasificación de Instrumentos Musicales, 1914), entre los membranófonos -aquellos en los que el material que entra en vibración es una membrana o parche, generalmente una piel de conejo, gato, zorro, etcétera, cuyo sonido se logra mediante percusión, fricción, soplo o roce con el aire-, figura la tradicional “gallina”, de Guadalajara (en la provincia de Burgos recibe el mismo nombre), que se trata simplemente de una cuerda encerada con cera virgen, atada a una piel que a su vez se ata al brocal de un botillo desechado y que al tirar de la cuerda produce un sonido que recuerda el cacarear de la gallina, según la descripción que José Antonio Alonso ofrece en El juguete popular en Guadalajara. Arqueología y tradición (2008), y que son tradicionales de Berninches, aunque en otros pueblos de la misma provincia de Guadalajara reciban distintos nombres, como el “grajo” en Bustares (en el que se utiliza un bote de conserva), “kikirigallo”, en Renales o “chincharra”, en La Fuensaviñán, todos de gran parecido. A la citada “gallina” la acompañan una zambomba, también de Guadalajara, y otras zambombas más, como “la de tinaja”, de Cifuentes, y “la de castañuelas”, de Cogolludo, tan conocidas.

Entre los instrumentos idiófonos -aquellos que para sonar deben ser percutidos, excepto los que tienen membrana- se expuso una “colmena”, de Guadalajara, y un “cántaro mayo” que se percute con una alpargata, de Tamajón, además de una “zumbadora”, de Guadalajara, como única representación de los instrumentos aerófonos, es decir, aquellos en los que el sonido se produce al vibrar el aire ambiente y que parecen tener un origen mágico o religioso, como la “zurrumba” de Clares, que consiste en una tablilla muy fina y alargada, redondeada en su base -que es donde se ata la cuerda para hacerla girar por encima de la cabeza de quien la maneje- y apuntada en el otro extremo, que produce un zumbido característico de donde parece derivar su nombre (onomatopéyico), tan semejante a ese otro juguete infantil que hacían los niños de Valverde de los Arroyos, con una corteza de álamo, denominado “cerrumba” (ver José Antonio Alonso, Instrumentos musicales tradicionales en Guadalajara, 2010), nombres, por cierto, muy relacionados con los “churinga” o “bramaderas” de las tribus australianas, aunque también se utilizaron en Europa y, dentro de ella, en España.


Nace una tertulia poética y creativa

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DIVERSOS. Tertulia Poética Café Liceo. Guadalajara, N.º 1. Marzo 2014, 40 pp.

Ha llegado hasta nosotros el primer número de la revista o boletín de la Tertulia Poética Café Liceo, de Guadalajara, titulada/o Diversos. Dicha tertulia está compuesta, en principio, por once miembros, cuyas tendencias y gustos son muy variados, yendo desde el amor a la música, el teatro y la poesía, al acuarelismo, el gusto por los clásicos y el coleccionismo de arte. Algunos son profesores de instituto, otros tienen ya una larga serie de publicaciones a sus espaldas, uno es arquitecto, pocos están jubilados y los más son soñadores, faceta que los une.
Diversos dice al principio algo que parece ser leiv motiv de su andadura: “Las ideas nos rodean. Las incubamos en nuestra cabeza. Las escribimos todas las semanas y las trasladamos a esta publicación mensual que nace sin ánimo de lucro. La dedicamos a ti que nos lees”.
Y así es, poco a poco, el lector va entrando en sus páginas repletas de poesías variadas, dibujos y fotografías y, a veces, en ocasiones, algún que otro breve comentario, en forma de acta de una reunión mantenida antes, en la que se han realizado algunas actividades de las que se da noticia y recuerdo.
Este primer número consta de cinco ¿capítulos?, que se corresponden con cada una de las tertulias mantenidas. La primera es del día 5 de marzo y da idea del propósito que aúna a estas personas y el por qué de la publicación, que no es otro que “hacer notoria la realidad de que en este Café, desde hace casi un año, nos reunimos todos los miércoles algunos trabajadores de la metáfora que residimos en la ciudad y aledaños. Luchamos con voz preñada contra el fútbol y esa maldita manía que tenemos los españoles de pregonar nuestras palabras en los lugares públicos: A gañote tendido.
Pero nos gusta. Vaya que sí; nos gusta. Y aprendemos de nosotros, claro que sí. Amamos la palabra y el alfar en que se amasan y cuecen los sentimientos. Y aunque todavía no tenemos descendencia nos dedicamos al dulce placer de arrimar nuestras ideas y pensamientos para que se apareen. Algo saldrá.
El propósito es lograr que en esta hoja aparezcan las creaciones y lecturas de estas reuniones y hacerlas llegar al resto de personas que pasan por este local que tan generosamente nos acoge. Y si se consigue que otros amantes del verso las lean, esa será nuestra recompensa”.
Nada más bello.
Al fin y al cabo quien esto escribe perteneció a una de las más tradicionales y nombradas ¿tertulias?: el Grupo Literario “Enjambre”, que tanto bien hizo en Guadalajara y sus pueblos en pro del conocimiento y desarrollo de la poesía y, en general, de las artes.
Unos propósitos dignos y encomiables.
Al texto anterior le sigue una colección de poemas debidos a Gracia Iglesias, “Delta del Okavango”: “Una trampa telúrica / hilvanada a lo largo de millones de años /despierta la gran sed del Kalahari...”; Paulino Aparicio, “Esta racha de marzo”: “Esta racha de marzo en los desvanes... / El polvo es un silencio que no pesa ni suena / Sube las escaleras como un agua olvidada; / Cristales de paraguas...”; Jorge Mato, “Veranos”: “No sé por qué, / con los primeros soles de este marzo, / pienso en ti, lagartija / Zigzag inquieto...”; José Luis Gómez Recio, “Olla a presión”: “Estoy cansado, sí señor / de que el Estado me vea subnormal, / el gran almacén talla grande, el Banco tarjeta de crédito...”, y Javier Delgado, “Colorear miedos”: “Ha amanecido rojo bofetada / sobre un horizonte terco de indefensiones. // ¿Por qué esperar siempre amaneceres de nácar?...”, de diversas tendencias y gustos, como puede verse.
Continua esta primera reunión de la tertulia con una serie de actividades del grupo, algunas ya realizadas, como por ejemplo la intervención poética de los tertulianos en su sede, el Café Liceo, con motivo de la celebración del día de San Valentín y la posterior convocatoria para proceder a lo mismo en el Cámara Café de Cabanillas, en el que se recomienda la lectura de dos o tres poemas por interviniente. Igualmente se recuerda que el grupo de Tertulia presentará en el Salón de Actos de Ibercaja  la película “Mundos sutiles”, dedicada al 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado, realizada por Eduardo Chapero Jackson, a la que asistirá su director con el que se mantendrá  un coloquio.
Y finaliza con otras intervenciones del día: lectura de un poema de Daniel Vázquez; la presentación de un amigo poeta que lee dos poemas suyos; la lectura de una selección de dos poemas de Rubén Darío acerca de Cervantes y Goya, respectivamente; la lectura de un segundo poema titulado “Sombras” dedicado al recientemente fallecido Leopoldo María Panero; otra lectura de poemas inspirados en un reciente viaje a Úbeda, realizado por uno de los componentes de la Tertulia, o de un cuento, primicia de Gracia Iglesias.
Sirvan estas notas como ejemplo de lo que contiene esta revista que acaba de ver la luz.
La segunda reunión, mantenida el siguiente miércoles (12 de marzo) comienza con buen pie: “Viene a la luz este segundo número [equivalente a lo al principio llamamos o consideramos capítulo] de nuestra creatividad poética inoculado de optimismo y alegría. Es primavera y nuestros espíritus están floridos de metáforas. La acogida al primer número de Diversos ha sido magnífica, tanto en el terreno plagado de mesas de mármol que nos acoge, como entre las personas que nos conocen.
Entre todos conseguiremos que esta publicación adquiera el reconocimiento que la poesía se merece en nuestra ciudad.
Dejemos que nuestros ojos se dirijan  al cielo de las ideas y pongámonos el traje de componer versos... ¡no tenemos todo el tiempo del mundo!”. (Debajo aparece “El Ojo, como un globo grotesco, se dirige al infinito” (fragmento), realizado por Odilon Redon (1882), y continua con una nueva entrega de poemas, tras los que llama la atención una curiosa selección de “Privilegios, ordenanzas y advertencias que Apolo envía a los poetas españoles”, debida a Vicente Moratilla,  interesantísima.
En fin, un boletín ameno, sencillo, atractivo y de sano contenido, al que deseamos larga vida para bien de la poesía y de los poetas de esta tierra sedienta de creadores que formen “escuela”.
        

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS 

Merecido homenaje al escritor García de Paz

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En Alcázar de San Juan

Homenaje de la Universidad española a José Luis García de Paz

El pasado martes 1 de julio, y en el contexto de los Cursos de Verano que la “Universidad Alonso Quijano” organiza en la ciudad manchega de Alcázar de San Juan, tuvo lugar una sesión de homenaje a la figura de quien fuera historiador de la Alcarria y Cronista de la villa de Tendilla, el profesor José Luis García de Paz.
Con una más que nutrida asistencia de profesores y alumnos, intervinieron numerosas personas en su calidad de amigos y admiradores de la obra del escritor alcarreño. El acto se inició con unas palabras de doña María Jesús Pelayo, presidenta del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Alcázar, y del coordinador de los Cursos de la Universidad Autónoma de Madrid, prof. Carlos Javier de Carlos.

Antonio Casado Poyales, director de la Biblioteca de la
Universidad de Castilla la Mancha en Toledo, participando en el homenaje.

La primera intervención estuvo protagonizada por el prof. Antonio Herrera Casado, cronista provincial de Guadalajara, quien bajo el título “Madera de Cronista” hizo un repaso de la biografía y bibliografía del fallecido profesor, que tantos libros escribió, y tanta información recogió, en torno a temas alcarreñistas como los castillos, la Guerra de la Independencia, la villa de Tendilla, y los Mendoza.
Continuó el historiador manchego don Francisco Javier Escudero Buendía analizando las aportaciones a la historia mendocina y sobre todo su colaboración durante varios años en estos Cursos de Verano de la UAM en Alcázar. La siguiente intervención corrió a cargo de la profesora Carmen Vaquero Serrano, quien aportó en homenaje de G. De Paz un estudio (que sorprendentemente expuso en diez minutos y fue muy aplaudido) sobre “La pastora Camila de Garcilaso”, una aportación absolutamente inédita acerca de una nueva dama Mendoza, que a García de Paz le hubiera entusiasmado, como entusiasmó a todos los asistentes.
Siguió la intervención del prof. Martínez Millán, catedrático de Historia Moderna de la UAM, refiriéndose al cronista alcarreño en términos de admiración y amistad, y concluyó el acto con la palabra del prof. Antonio Casado Poyales, director de la Biblioteca de la Universidad de Castilla-La Mancha en el campus de Toledo, quien calificó a García de Paz como “Homo renascens, homo universalis”.
Cerró el acto la emotiva intervención de María Jesús Casado Robledo, viuda del homenajeado, quien se deshizo en agradecimientos a cuantos demostraron con su asistencia haber sido tan amigos, colaboradores muchos de ellos y admiradores todos, de José Luis García de Paz.

De forma unánime, en el Epílogo al acto, y en una comida posterior con profesores y alumnos, se tomó la decisión de elaborar un libro en el que se recojan las ponencias que García de Paz expuso en los años en que fue coordinador de cursos de la UAM en Alcázar, con temas a caballo entre la Ciencia y las Letras, así como las colaboraciones que en homenaje suyo quieran aportar cuantos le admiraron y le tienen por referencia. En definitiva, un acto cordial y emotivo en tierras manchegas hacia un alcarreño de proyección nacional.

Agua y Vida: costumbres en su torno

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SASTRE LARRÉ, María del Carmen et alii (coords.), Red de Bibliobuses de la provincia de Guadalajara, 2013. Guadalajara: Agua y Vida. Textos recopilados durante la campaña de recogida de tradición oral en la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Ed. del Servicio de Publicaciones de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2014, 184 pp.

El libro que comentamos hoy es el resultado de una campaña de recopilación de datos basados en la tradición oral (a veces escrita) relacionados con el agua, llevada a cabo por la Red de Bibliobuses de la provincia de Guadalajara durante el ejercicio 2013, en el que la Asamblea General de la ONU lo declaraba Año Internacional de la Cooperación en la Esfera del Agua.
Como contribución al mismo, la Red de Bibliobuses de la provincia de Guadalajara, quiso participar en esta celebración mundial recogiendo numerosos testimonios y textos de tradición oral relacionados con el agua, para lo que tuvo que viajar por numerosos pueblos de la provincia, “recopilando usos, costumbres y vivencias, además de poemas y canciones tradicionales”.
Guadalajara: Agua y Vida, tal es el título de esta obra, monográfica en su tematica pero polifacética en su contenido, que ofrece en sus páginas todo el material recogido gracias a instituciones -Asociación de Municipios Gancheros del Alto Tajo y Asociación de Amigos de las Salinas de Interior, entre otras- además de particulares que en muchas ocasiones han querido permanecer en el anonimato.
Dicho material se publica en dos partes: la primera -más amplia y generalizada en su contenido- corresponde a los testimonios de veinticinco localidades, y la segunda, va destinada a textos líricos de otras cuatro más.
Todas en conjunto son muy diversas en cuanto a su interés histórico o etnográfico, habiendo una amplia mayoría de notas referentes a las fuentes y manantiales de las localidades mencionadas que han participado en la realización del libro.
Algunas ofrecen datos de gran curiosidad por su rareza o por formar parte de esa “mitología” ancestral en la que se habla de lagos, lagunas, charcas, etcétera, sin fondo, en las que indefectiblemente se ahogaba una pareja de bueyes, que arrastrando una carreta se acercaron a beber agua y de la que nunca más se supo nada, excepto en algunos casos, en que apareció su cornamenta a unos cuantos kilómetros de distancia o apareció flotando el yugo que los uncía.
Tal es el caso que se cuenta acerca de la laguna situada junto a los puntales de las casas Layna, que solamente se utilizaba como abrevadero y donde, según cuentan, en la última guerra se ahogó un soldado canario al intentar bañarse. A raíz de lo cual entró más miedo a la población de La Hortezuela de Océn, donde, por cierto, también se cuenta lo de los bueyes que se ahogaron y cuya cornamenta apareció en los Ojos de Abánades, a bastante distancia.
Pero como todo en la vida, la “leyenda” fue perdiendo su “romanticismo” y gentes dadas a la ciencia midieron su profundidad -16 metros en lo más profundo- restándole interés a la laguna, que ahora no deja de ser un charco grande.
Lagos que se consideraron por la tradición como antiguas entradas o lenguas del mar; lugares sin fondo, cargados de tesoros históricos, visigóticos como en el caso de la laguna de Taravilla, que, al fin y al cabo, vienen a comportarse en la mente rural como un pozo Airón más, de los que tantos hay en las tierras españolas.
También aparecen numerosos lavaderos, como el denominado “El Cabozo”, de Esplegares, donde bajaban las mujeres con las borriquillas cargadas hasta los topes, para lavar la ropa, que llevaban en costales de lienzo. Lavaban la ropa, la aclaraban y la ponían a secar sobre la hierba y cuando estaba seca la volvían a meter en los costales del burro y nuevamente al pueblo.
Esto era lo propio en la mayor parte de las fuentes de los pueblos de Guadalajara y muchas de ellas ya se han secado por hacer acequias que desviaron el curso del agua. Un delito moral más que ecológico. 
Y junto a los lavaderos, las fuentes, algunas de origen romano... como las de la Zapatera, de la Calzada, o de la Poza, en Ocentejo; la del Moro, en Yélamos de Abajo, o la bellísima y arqueológica fuente Vieja, de Villanueva de Alcorón, fuentes que, en casi todos los casos dejaron de utilizarse para beber hombres y animales y que, desgraciadamente, poco a poco, se van deteriorando hasta su total desaparición, quedando únicamente su nombre, su topónimo, que en muchas ocasiones, sirve para indicarnos no sólo su origen sino su utilización, o si fue o no la fuente que dio vida al establecimiento de alguna población antigua: Fuente de Arriba y Fuente de Abajo, del Trago, del Cello... que llegaron a mover molinos harineros o muelas aceiteras, como en El Sotillo, y también fuentes del centro del pueblo, de la plaza mayor, a las que las mozas del pueblo iban a llenar los cántaros -a la cabeza- y los botijos -en ambas manos- y entablar con los mozos que volvían del campo ese diálogo / “cortejo”, quizás el primer paso para comenzar un noviazgo y acaso un posterior matrimonio.
Únicamente se habla de un acueducto romano: el de Zaorejas.
Era la fuente el lugar apropiado donde poder “pelar la pava”, ante todos, para que no pensaran mal. Hay una expresión que indica el apego que las mozas tenían a las fuentes: “¡Ahí se quedan haciendo trajes!”, en realidad cuchicheando y dándole a la lengua sin parar, amatoriamente o despellejando al prójimo o a la prójima, como cualquier otro “mentidero” público.
Entre estas últimas hay datos, muchas veces extensos, de fuentes como las de Alustante: el “Acuerdo de la fuente de este lugar de Alustante”, de hacia 1722, tomados del Archivo Municipal, en los que se dan a conocer los motivos de su implantación, generalmente motivada por la calidad de la aguas, generalmente “gordas” que atoraban los arcaduces de conducción, impidiendo su correcto uso.
Aparte estaban los pozos, como el del Sargal, en El Sotillo, de reconocida profundidad, sin peligro alguno, donde el mocerío de bañaba en calzoncillos o desnudo hasta que las mozas de Las Inviernas los pillaban haciéndoles pasar la consiguiente vergüenza.
Capítulo aparte merece el pueblo de Imón, del que se narra por extenso la extracción de la sal, actividad que le dio vida y se la quitó. Desde la subida del agua de los pozos con las tradicionales norias de tracción animal,  su secado, almacenamiento y pesado. Lo mismo que sucedía en las salinas de Armallá.
También se recogen en este libro algunos aspectos sobre los balnearios y termas; La Isabela, Mantiel, que tanto éxito tuvieron en tiempos pasados.
Datos más o menos interesantes según la apreciación del propio lector, pero siempre curiosos, especialmente mencionaremos los aportados por Medranda, de mayor extensión y claramente ofrecidos por persona culta, aunque ello no desmerezca los demás a la hora de hacer una sencilla valoración del total.
La segunda parte, referida a los textos líricos se centra en algunas coplas y poesías acerca de agua que se cantan en Brihuega (ovillejos, refranes y unas canciones de ronda), los mayos de Mohernando -que tampoco tienen relación alguna con el agua- y unas coplillas de Romanillos de Atienza: “El Agua”, escritas por Tomás Moreno, y una serie de dictados tópicos de Torremocha del Campo, poco conocidos y por ello interesantes.  
Estamos, ante un libro sencillo, iluminado con fotografías en color, realizado por gentes de numerosas localidades y diferente grado de conocimientos y cultura, que aportan lo que saben o lo que escucharon a sus mayores.
Un libro, por ello, precisamente, popular, auténticamente surgido “del pueblo” y “para el pueblo” que lo ha visto nacer, al que quizá le ha faltado un mínimo de metodología que hubiese evitado cierto grado de dispersión en los datos que se recogen y los hubiese uniformado dentro de lo posible.


José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Los caballeros de doña Blanca en Molina: una nueva visión

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RUIZ CLAVO, Ángel, Los Caballeros de Doña Blanca y la Muy Esclarecida y Antigua Cofradía Orden Militar de Nuestra Señora del Carmen fundada en Molina de Aragón (1286-2011), Molina de Aragón, Ed. Cofradía Orden Militar de Nuestra Señora del Carmen, 2013, 294 pp.

Ángel Ruiz no es nuevo en estas lides de la escritura de carácter histórico y son varias las obras que han salido de su mano como la Crónica del Monasterio de la Seráfica Madre Santa Clara en la noble ciudad de Molina de Aragón (1998) o la transcripción y estudio previo del Rasgo histórico. Glorias de la Muy Noble, Leal y Antigua Villa de Molina de Aragón y su Señorío, escrito por don Antonio Moreno en 1760 (2010); además de algunos trabajos breves publicados en revistas especializadas como Cuadernos de Etnología de Guadalajara y Wad-Al-Hayara, entre otras. También ha publicado algunas obras en colaboración, por ejemplo con Santiago Azpicueta Ruiz, una Reseña histórica del cuerpo de san Valentín mártir donado por la marquesa de Villel a Molina de Aragón(2011).
El lector ya habrá podido darse cuenta de dos manifestaciones o tendencias de Ruiz Clavo: por una parte, el amor hacia todo lo molinés, y más concretamente hacia los temas relacionados con el mundo de las clarisas molinesas, y por otro lado, el titular sus obras al estilo alemán, es decir, poniendo largos títulos a sus trabajos, que a la vez puedan servir como resumen de los mismos.
El libro que hoy comentamos es una verdadera joya para quienes quieran conocer a fondo esa pequeña parte de la historia molinesa que se refiere a los Caballeros de Doña Blanca y a la Cofradía del Carmen sobre los que se ha escrito suficientemente y son  suficientes los datos existentes. Véanse las obras de Díaz Milián, Pérez Fuertes y tantos otros. Pero hasta el momento nadie había “puesto el cascabel al gato” acerca de la verdadera historia, de la continuidad que pudo existir entre los denominados Caballeros de Doña Blanca y los miembros de la Hermandad Militar del Carmen y que, a grandes rasgos constituye la parte -digamos esencial- de este libro, aunque evidentemente sin dejar aparte nada de lo que Ruiz Clavo expone, con la claridad y el rigor que suelen caracterizarlo.
El libro consta de tres partes. La primera abarca hasta el capítulo tres y se refiere a la conquista cristiana de Molina en 1128, es decir, al periodo que corresponde al señorío de los Manrique de Lara, en la que ofrece algunos datos introductorios acerca de la Compañía religioso-militar de Caballeros, que posteriormente se reorganizaría y cambiaría su nombre por el de Orden de Caballería llamada Cabildo-Compañía de los Caballeros de doña Blanca, y sus posteriores reformas; la segunda, que es la más extensa, va del capítulo cuarto al quinceno y se centra, fundamentalmente, en la Compañía de Esclavos Militares de Nuestra Señora del Carmen (1740-1773), sus ordenanzas y libros de actas, las nuevas ordenanzas (1829) y la evolución histórica sufrida en base a los datos más significativos de cada uno de los mandatos de los sucesivos Coroneles de la Cofradía, destacando los más importantes, y la tercera, que consta de cuatro capítulos, en los que se sigue la pista de las tradiciones que se vienen celebrando en la actualidad con motivo de la celebración de la Virgen del Carmen.
Nuestro autor centra el grueso de su trabajo en la segunda parte, en la que viene a demostrar la inexistencia de continuidad entre los denominados Caballeros de Doña Blanca y la Hermandad Militar del Carmen, es decir, que esta última Cofradía o Hermandad fue fundada el 15 de mayo de 1740, y que nada tiene que ver con la anteriormente citada, como así parece quedar patente en este capítulo IV titulado “Origen y fundación de la Compañía de Esclavos Militares de Nuestra Señora del Carmen: 1740-1773”, en el que se alude con claridad a la primera y brevísima presencia carmelitana en Molina, que -según la teoría de Ruiz Clavo- debió ser el origen de la devoción molinesa hacia la mencionada advocación.
Los datos vienen a corroborarlo, puesto que los carmelitas descalzos llegaron a Molina en 1589, siendo vicario Francisco Núñez -al que Ruiz Clavo considera como el primero entre iguales si tuviera que compararlo con los historiadores molineses que le sucedieron- y que fue el que relató dicha llegada, que posteriormente transcribió -a comienzos del siglo XX- León Luengo en su Licenciado Núñez. Archivo de las cosas notables del Señorío de Molina.
Mientras tanto, las clarisas ya se habían establecido en Molina procedentes de Huete, pero la población molinesa deseaba que la rama masculina también se asentara, de modo que dos hombres principales, clérigos para más señas, Gonzalo Rodríguez y Pedro de Cisneros, “se movieran a negociar con los superiores de estos religiosos viniesen a hacer fundación a esta villa, prometiéndoles buenas comodidades y que de Villa y Tierra se allegaría mucha limosna para hacerles casa e iglesia...”. Los carmelitas enviaron cuatro frailes, que al principio estuvieron de huéspedes en la casa de Cisneros, hasta que Gonzalo Rodríguez les compró camas y mesas para que vivieran en comunidad. Su iglesia era la de Santa María del Conde. Pero fue un mal año para todos, de fríos y hielos y en dos meses no se vio la tierra, extremo este que para unos hombres descalzos y mal vestidos, llegados de tierras cálidas, fue causa principal para que se marchasen con ánimo de no volver jamás a pesar de las numerosas peticiones surgidas en contra de su marcha,
Poco después, hacia 1670, el licenciado del Castillo, abad del Cabildo Eclesiástico, reunió a las mujeres observantes de la regla carmelita descalza y les legó una casa de su propiedad para que continuasen en esta piedad. Después les llegaría la concesión de clausura de parte del obispo seguntino, y hacia 1677, solicitaron la fundación de un convento que no se logró.
Es en 1690 cuando, a través de un traslado documental que se ordenó al escribano González Reynoso en 1805, conocemos la existencia de una Hermandad de Cofrades del Carmen, puesto que figuran cuatro de sus componentes como encargados de la organización de las fiestas de Nuestra Señora del Carmelo del año siguiente.
Su administrador era el capitular del Cabildo, tenía retablo en San Gil y, entre sus devotos, se contaban el Corregidor, el Alcalde Mayor y otras personas social y económicamente relevantes en Molina.
La segunda llegada carmelitana tuvo lugar el 17 de febrero de 1739 (otros autores la sitúan el día anterior), según consta en unos “aumentos” que el subdiácono Martínez de la Concha hizo al manuscrito de Elgueta, aunque son escasos los datos que se conservan, por ejemplo, que regentaban una casa-hospicio extramuros de la villa, donde se custodiaron los Libros de la Compañía de Esclavos durante algún tiempo, y que Ruiz Clavo sitúa en la casona aneja a la ermita del Carmen dejada por el fundador Antonio Velázquez de Carvajal.
Por estas referencias es factible pensar que su gran influencia y la dirección espiritual que ejercieron servirían para que los miembros de la referida Hermandad de Cofrades promulgasen unas Ordenanzas“con la finalidad de que pudiesen celebrar y sustentar con decencia las fiestas de su Patrona y otros sufragios”, pero, a pesar de todo, ninguna noticia aparece sobre los carmelitas en los Libros de Actas.
Mayor interés histórico tiene el que el día 15 de mayo de 1740 se reunieran en la iglesia del Santo Cristo de Santa Catalina, sesenta y tres individuos acompañando a fray Bartolomé de San Miguel para fundar -y aquí está la clave, “fundar” (dice)- a mayor honra de Dios, “una Esclavitud de Militares” cuyo fin fuera ensalzar el nombre de la Madre de Dios bajo la ad vocación de Nuestra Señora del Carmen, por la gran devoción que siempre ha mantenido Molina a esta Soberana, acordando disponer de unas Constituciones y Ordenanzas, según explicó a los asistentes el citado religioso carmelita descalzo, que serían las primeras -de las cinco- que ha tenido la Hermandad desde su fundación hasta hoy (1740, 1783, 1830, 1862 y 2003) y en las que no existe línea continua alguna que vincule a los Caballeros de Doña Blanca con la Esclavitud del Carmen.
En fin, Ruiz Clavo sigue defendiendo en las páginas siguientes de este mismo capítulo su teoría que, desde nuestro punto de vista, queda suficientemente demostrada.
Un libro que pudiera parecer algo farragoso en un principio, pero que poco a poco va atrayendo al lector, llegando a ser ameno y que no debe faltar en el anaquel de quienes aprecian las fiestas y tradiciones religiosas y de todo buen molinés, con el que Ruiz Clavo cumple el compromiso o promesa -difícil de cumplir- que hizo a la memoria de su madre y de haber encontrado entre sus cosas la Patente de la Hermandad, el escapulario del Carmen y un rosario.
Por lo demás un libro interesantísimo, desde nuestro punto de vista, que viene a desvelar algunas incógnitas y errores -los principales- que se vienen arrastrando por tradición nunca contrastada.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Mensaje del Románico de Guadalajara

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HERRERA CASADO, Antonio, Iconografía románica en Guadalajara, Dibujos de J.M. Antón Avila y A. Ayuso Cuevas. Guadalajara, Aache ediciones (Colección Tierra de Guadalajara, 89), 2014, 160 pp. (ISBN: 978-84-15537-45-8). 15 E.

Contrariamente a lo que otras personas puedan pensar, aunque respetando su criterio, creo que recopilar en un libro temático una serie de trabajos, artículos y comunicaciones, etcétera, es algo bueno a la hora de ayudar al estudio de las teorías propuestas por el recopilador, puesto que es la mejor forma de que estén unidos, de manera que cuando se quiera echar mano de cualquiera de ellos, ya se sabe de antemano su ubicación.
Herrera Casado ha llevado a cabo lo anteriormente dicho y, en un libro manejable y sencillo, como lo son todos los de la colección “Tierra de Guadalajara”, de la que constituye el número 89, nos entrega una relación de trabajos -quince en total-, que anteriormente vieron la luz en revistas especializadas o en publicaciones de escasa tirada como Nueva Alcarria, Wad-Al-Hayara, Archivo Español de Arte, o en la menos conocidaTraza y Baza, que tan dignamente dirigió nuestro buen amigo y familiar Santiago Sebastián López.
En cierta forma este libro surge como agradecimiento del autor al doctor Layna Serrano, por los trabajos que realizó acerca del románico y que dejó plasmados a través de una de sus mejores obras: La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara (1935).
Sin embargo, las nuevas tendencias (y las vías de comunicación, todas), las formas de ver el arte y de interpretarlo, fueron sufriendo numerosos cambios al paso del tiempo, y surgió una nueva forma de análisis a través del método iconográfico-iconológico llevado a cabo por el profesor Erwin Panofsky, que con su sistema interpretativo posibilitó una nueva forma de ver el arte románico (en el caso que comentamos, aunque, evidentemente, puede aplicarse a cualquier otro aspecto artístico temporal) a través de su contenido -o si se quiere, mensaje- religioso, cultural o social, esclarecido a través de las sencillas (o no tan sencillas) imágenes escultóricas llegadas hasta nuestros días desde los remotos años del pasado románico o gótico.
No se trata de una gran colección -por lo numerosa- de trabajos, pero sí de una forma clara y sencilla de analizar los elementos iconográficos más destacables del patrimonio perteneciente al arte medieval de la actual provincia  de Guadalajara, que se basa en varios aspectos que deben estudiarse de forma seguida: una breve introducción histórico-bibliográfica que da paso a lo que podríamos considerar como la estructura de la obra de que se trate (una portada, una fachada, un capitel... que fundamentalmente consiste en una descripción material y formal de la obra en sí), para continuar con las influencias más cercanas, es decir, con aquellos elementos -geográficamente más o menos cercanos- con los que podremos comparar la obra que comentamos con otras semejantes, para pasar seguidamente a lo que constituiría el estudio iconográfico.
La iconografía, vendría a ser, lisa y llanamente, lo que podríamos considerar como la descripción pormenorizada de todas y cada una de las piezas que constituyen el objeto analizado (o por analizar).
Quizá el capítulo más extenso de cada uno de los apartados concretos, puesto que desde él pasamos a lo que constituye el análisis o interpretación iconográfica propiamente dicha, que parcialmente o en conjunto, nos tratará o intentará darnos a conocer el mensaje oculto de su diseñador o tracista, es decir, el lenguaje simbólico que emplearon sus artífices siguiendo unos cánones -el “esquema iconográfico”- para que, en aquella época, en aquel tiempo, los conceptos artísticamente tallados en las archivoltas, capiteles, canecillos, etcétera, fueran perfectamente entendidos, pues que, al fin y al cabo, no fueron, al parecer, más que una manera más de dar a conocer a los iletrados lo que contienen los Evangelios y la Biblia, como esquema a seguir para conseguir la perfección a través de esa “escalera ascendente”  que es la Cultura.
Por eso la descripción debía ser minuciosa, llevada a cabo paso a paso, tranquilamente especificada, para que el pueblo sencillo, la gente iletrada, la supiera interpretar, comprender y llevar a cabo después de su comprensión y aceptación.
Finalmente viene la interpretación iconológica, a modo de resumen.
Herrera Casado ha unido en este libro una serie de trabajos que, posiblemente, hubiese sido muy difícil poder aunar en otro momento. Ese es uno de los valores del libro: El poner al alcance del lector una obra de conjunto, en un solo libro. Él, que es editor y amante de los libros lo sabe a la perfección.
Pero tiene muchos más valores que iremos desgranando poco a poco.
Me parece interesante ver que las obras arquitectónicas más importantes de un tiempo casi unificado en fechas, es decir, la Edad Media que va aproximadamente del siglo XI al XIV, más o menos, se vean analizadas según una misma forma de mirar y de ver, para que el resultado de esta forma de escudriñar sea genérica -es decir, sea universal- y sirva para cualquier otra muestra de arte que se analice.
Los temas van desde el calendario románico de la iglesia de Beleña de Sorbe, hasta la pila bautismal de Esplegares, pasando por muchos otros ejemplos del románico alcarreño, como pueden ser las portadas del Salvador de la iglesia de Cifuentes; la  bellísima portada de la iglesia de  Santa María del Rey, de Atienza, o de la de Santa María del Val, también de Atienza, junto a ciertos y concretos elementos románicos que todavía se conservan en la iglesia San Gil, de la misma población.
Pero sin olvidar las celosías “templarias” -nunca he creído que lo fueran- de Santa Coloma de Albendiego, o el calendario de la fachada de la iglesia de Campisábalos, por no dejar atrás los bellísimos capiteles de los atrios de las iglesias de Sauca o de Pinilla de Jadraque, que -en parte- nos atrevimos a estudiar hace ya muchos años con extraordinarios resultados.
Los trabajos, analíticos, pero perfectamente legibles por el hombre de la calle, son perfectos; quizá en alguno de ellos se haya metido algo de imaginación, pero nada indica que la imaginación -en estos casos- no pueda conducirnos a lo que pudiéramos considerar una explicación, tal vez la más adecuada de lo que vemos.
Hay más trabajos. Por ejemplo, los referidos a la trompa de la catedral de Sigüenza, al primitivo románico de Cereceda, a los monstruos de la portada de la iglesia de Millana, recientemente ¿restaurada?, o a la bestia apocalíptica de Valdeavellano, que no está tallada en piedra, sino en madera.
Aparte queda un espacio para las pilas de bautismo de  Esplegares y otros lugares.
Uno ha leído todo, página a página, renglón a renglón, y siente que, cuando ha visitado esos lugares que Herrera Casado cita en su libro, cuando explica lo que le parece que aquello que ha visto significa, piensa de forma parecida la mayor parte de las veces, pero en otras disiente, como es lógico.
Por ejemplo al analizar la bautismal piedra de Esplegares, joya donde las haya, de un románico popular, quizás andariego, peripatético y copiador de conceptos traídos (o llegados) de otros lugares -como ocurre con las estelas funerarias discoideas- elaborados por grupos de canteros, picapedreros y tallistas que, con sus obras, quizá dictadas por la Iglesia, siguiendo esquemas prefijados, quisieron dejarnos un mensaje, casi siempre amoroso, pues que una pila bautismal no es más que una concha a modo de receptáculo que recibe las aguas que pasan por la cabeza del bautizado... (de concha a concha), y caen en la concha pétrea, pero una concha que no es de plata y que, a veces, como en este caso, ¿se decora? o ¿se rellena con tallas e inscripciones que quieren decir algo al lector? (al lector del momento, que sabe las claves de su lectura), que no actual, torpe y poco sabedor de palabras antiguas, ni menos de piedras talladas.
A lo mejor el ave no es una grulla, ni una paloma, y ni siquiera esté picando de las ramas del árbol cercano -por aquello de la distancia y la perspectiva- y que el ave dé de comer a su “enemigo”, para perdonarlo y redimirlo, quizás sea un ave Fénix que alimenta a una serpiente para llevarla por el buen camino. A lo mejor la respuesta está en Esopo.
Hay evidentemente luchas gigantescas entre el Bien y el Mal -la Biblia de los Humildes- aquellas psicomachias que sirvieron al cristiano creyente iletrado y lerdo como camino para conocer los misterios de su religión.
Yo no creo en ello. No creo que quienes mandasen construir una portada románica lo hicieran pensando en los “pobres”. He creído siempre que venció la vanidad y lo hicieron pensando en ellos mismos, por eso aparecen o parece que aparecen (en Cifuentes, pongamos por caso) el rey “parido” por el diablo, la reina despechada, el obispo que da fecha a la obra, los hombres buenos de la población... Mas bien un mundo cercano y terráceo, pisable (es decir, que tiene los pies en el suelo y no en el cielo divino), que un cielo y unos santos inalcanzables, a pesar del miedo al pecado, podrían llegar a ser inalcanzables, de no ser por la mente abierta.
Por eso, estamos en los siglos XII-XIII, el mensaje es siempre el mismo. Haced lo que queráis, pero sed buenos.
Los coitos, sodomías y masturbaciones, los tocamientos entre frailes y sororas y otros pecados; los frailes disfrazados de animales como engañadores, los demonios y las carantamaulas carnavalescas y botargueras, aparecen en la piedra, tallados, pero no son más que la representación de un leve “pecadillo”, un obispo revestido entrando en las fauces draconianas de Satán o de Avirón, un Papa libertino cargado de hijos al modo de un cardenal Mendoza al que le fueron perdonados sus “bellos pecadillos” acariciados por una reina Isabel “la falsaria”, pues que hay algo que todos deben saber: Aquello que dice: “Más no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”, y esa, la Iglesia, sigue viviendo a pesar de los siglos que han pasado y de las equivocaciones que ha cometido.
Otra cosa es la representación iconográfica de sus pensamientos y la interpretación iconológica de los mismos, que quizá nunca logremos descifrar por aquello del paso del tiempo y los cambios de mentalidad.
Que todo es discutible. Hoy, viendo estos temas esculpidos, escritos o sonorizados con los cármina correspondientes, pensamos en la Iglesia actual...
Pero de todas formas el libro de Antonio Herrera es muy interesante. Yo lo recomendaría como ejemplo de cómo debe hacerse un análisis (iconográfico) y de cómo extraer las correspondientes conclusiones (iconológicas), se esté o no de acuerdo con ellas.
Herrera Casado nos deja un libro que “imprime carácter”. Y yo le doy las gracias por la generosidad que ha tenido al ofrecérnoslo tan de corazón.


La obra musical de un briocense

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VILLA-ROJO, Jesús, Notazione e grafia musicale nel XX secolo, Varese (Italy), Zecchini Editore, 2013, 346 pp. Traducción al cuidado de Karen Odrobna Gerardi y prólogo de  Gianvincenzo Cresta (ISBN: 978-88-6540-031-9).

Karen Obrodna explica en su “Note del curatore...” con notoria claridad, como la obra de Villa-Rojo que comentamos viene a ser una especie de síntesis de su conocimiento y su experiencia como creador y director, destacando uno de los aspectos más importantes del libro, basado precisamente en la relativa dificultad de separar y valorar el concepto musical estético de una parte, y de otra, el de la obra que propone, cuya grafía guarda y ofrece gran interés.
Se trataría, por tanto, de una forma de trabajar que constituye la base de un método empleado en la traducción de la presente obra, consistente en reducir al mínimo la interpretación de lo que se desea expresar en el texto y, sintetizarlo al máximo, de modo que por encima de todo sobresale el abecedario y, después, el vocabulario.
Pero, al mismo tiempo, advierte cómo sus signos, siendo expresión de un modo de pensar, dan a conocer otras formas cuya dificultad mayor se encuentra en la decodificación de los signos musicales.
En la “Premessa” se indica que los diversos sistemas de notación musical han tenido gran interés desde el punto de vista expresivo y artístico-plástico y aún siguen cambiando con el paso del tiempo. El resultado que en el presente libro se recoge es un claro ejemplo de lo anterior.
En el libro, imaginación y fantasía se refieren siempre al sistema de escritura como representación de la idea compositiva y musical. Por eso el estudio y la investigación se refieren al sistema de escritura en sí y no atiende tanto al valor musical de la obra estudiada, realización que se debe a la contribución de numerosos compositores que han desarrollado una extraordinaria documentación gráfica, que ha quedado registrada a lo largo de numerosos congresos, coloquios y reuniones internacionales y que también han servido para dirigir en la justa dirección el enorme potencial que conlleva con el fin de obtener frutos satisfactorios.
Del mismo modo conviene recordar el meritorio trabajo de los teóricos en la catalogación de la documentación, especialmente el llevado a cabo por el compositor Erhard Karkoshka que ha ordenado y sintetizado en su trabajo Das Schriftbild der Neuen Musik, los mejores ejemplos de la música de los años setenta, escrita con simbología no convencional.
Los numerosos datos estudiados, prosigue, han sido catalogados atendiendo a su propósito y finalidad, por lo que el material recopilado se ha subdividido en capítulos, con el fin de evidenciar la intención que caracteriza y diferencia cada uno de dichos signos, que pasa a mostrar, consistentes en pequeños círculos, triángulos, rombos, cuadrados y rectángulos, que son frecuentemente utilizados cumpliendo numerosas funciones, además de otros muchos signos basados en las líneas rectas, curvas, uniones de rectas y curvas, etcétera.
El libro continúa con una introducción que parte de los orígenes, las nuevas ideas musicales y los nuevos signos gráficos como consecuencia de un nuevo concepto instrumental, a la que siguen otros conceptos referidos a la estructuración, aleatoriedad de base, sonido y acción teatral, grafía y plasticidad como propuesta sonora, notación y nuevos instrumentos, pedagogía y percepción y, finalmente, el sonido representado gráficamente, para lo que el autor ha tenido que examinar y analizar concienzudamente gran cantidad de partituras.
Una extensa y selectísima bibliografía, además de un índice onomástico, ponen fin al libro que comentamos, que, evidentemente, no está al alcance de cualquier persona, si ésta no tiene profundos conocimientos musicales.
Finalmente, recordar al lector que Jesús Villa-Rojo, nacido en Brihuega (Guadalajara) en 1940, estudió en el Conservatorio Superior de Música de Madrid y en la Accademia di Santa Cecilia di Roma, habiendo recibido numerosos premios y galardones como intérprete, compositor y crítico-investigador, entre ellos, el premio Koussevitzky, el Béla Bartók, el Gran Premio di Roma, el Premio Nacional de Música (en dos ocasiones, 1973 y 1994), el Premio Siglo Futuro y le Prix des Arts en Francia, al tiempo que ha venido desarrollando una intensa actividad artística gracias a su participación en los más importantes festivales musicales de todo el mundo.
Es profesor del Real Conservatorio Superior de Madrid y profesor invitado por varias universidades: McGill, de Montreal (Canadá); Belo Horizonte (Brasil); Menéndez Pelayo, en Santander, y Complutense de Madrid, entre otras.



José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Personajes de Atienza

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Gismera Velasco, Tomás: “Atienza a través de sus personajes”. Edita “Asociación Sibilas de Atienza”. Atienza. Guadalajara, 2014. 17 x 24 cms. 124 páginas, ilustraciones. Sin ISBN.

Me llega a las manos esta nueva aportación bibliográfica de Tomás Gismera Velasco, sobre Atienza, y me entretiene la variedad de noticias y sugerencias que esta obra plantea. Es un acúmulo de relaciones biográficas sobre personalidades de muy variado rango que nacieron, o vivieron en la villa serrana. En total figuran, en su índice, treinta y un nombres protagonistas de capítulo, aunque se refieren muchos más, que de alguna manera pisaron el suelo atención, lo quisieron, lo hicieron más grande…
La tarea de Gismera en esta obra es de aplaudir sinceramente, porque arremolina muchos datos que estaban desconocidos sobre los personajes. No hace un estudio completo de sus vidas, porque no es ese el objetivo de la obra, sino que apunta las relaciones con Atienza de todos ellos, y entrega datos documentales novedosos (especialmente tomados de testamentos, memorias, bibliografías arcanas…) que perfilan mejor sus vidas.
Divide su aportación en varios grandes capítulos, agrupando a los sujetos por épocas, apareciendo los que vivieron en la Atienza medieval, los del grupo de los Bravo de Lagunas, la Atienza del Siglo de Oro, los ilustrados del siglo dieciocho y a continuación las figuras liberales del diecinueve, acabando con los perfiles de sujetos curiosos que poblaron y sufrieron el siglo veinte.
De entre todos ellos, destacaría las referencias que Gismera hace de una persona que ilumina la historia de Atienza, aunque por aquí anduviera poco: la primera mujer catedrático, Luisa de Medrano, a la que tanto alabó Lucio Marineo Sículo, y entre las líneas de los escritores del Siglo de Oro fue alabada unánimemente como perla de las letras hispanas. Aunque el autor no nos explica el por qué, Gismera añade al texto la imagen de la Sibila Samia que Soreda pintó a principios del siglo XVI y que se conserva en San Gil de Atienza, como el posible retrato de la Medrano. Sería muy bonito que ese detalle fuera cierto.
Otro personaje clave de la Ilustración hispana es don Juan José Arias de Saavedra, natural de la villa, y que toda su vida la pasó entre los pueblos y las tierras de en torno al Henares: amigo de Jovellanos, sabemos y aquí se dice que invitó al ilustrado ministro a pasar algunos días en su casa de Atienza, como antes lo había hecho en su palacio de Jadraque.
Son también meticulosos y útiles los aportes documentales, de fechas y hechos, sobre los diversos personajes de la familia Bravo de Lagunas, magnates sufragáneos de los Mendoza que tuvieron casas, tierras y poderes por los entornos de Atienza, Sigüenza y Berlanga a lo largo de varios siglos. Y de la familia Pascual Ruilópez, benefactores de Atienza donde tenían su vida antigua y sus intereses, son numerosos los datos que Gismera ofrece.
En definitiva, un libro de gran valor histórico en el que se aportan datos nuevos (esto es esencial siempre en un libro de historias/historias) y se agrupan los saberes sobre personajes que de un modo u oro hicieron grande, eterna también, a la villa serrana de Atienza. De la que Gismera Velasco es su cronista indiscutible.


A.H.C.

Por fin en libro, la historia de Fuentelahiguera

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MARTÍNEZ GÓMEZ, Luis Antonio,Crónica histórica de Fuentelahiguera. De Felipe II a Juan Carlos I. Siglos XVI al XX, Almería, Ed. Círculo Rojo, 2014, 836 pp. (I.S.B.N. 978-84-9076-479-4).


Hoy, desde mi Baúl de libros, ya el 185, quisiera darles a conocer el libro que ha escrito Luis Antonio Martínez Gómez, titulado Crónica histórica de Fuentelahiguera. De Felipe II a Juan Carlos I. Siglos XVI al XX, que tan dignamente ha editado la Editorial Círculo Rojo.
Se trata, en efecto, de una amplia “crónica” acerca de gran parte de los muchísimos y diferentes avatares que el pueblo de Fuentelahiguera de Albatages ha vivido a lo largo del tiempo que indica, nada menos que los cinco siglos, quinientos años que conforman los aspectos más importantes, históricamente hablando, de ese pueblo que es el suyo.
Es ahí, precisamente, donde escriba el meollo de la cuestión, su autor, Luis Antonio, buen amigo mío, manifiesta el amor que profesa a su pueblo a través de este su primer libro, a modo de homenaje.
Y digo su primer libro, -aunque anteriormente haya participado con algunos otros trabajos en varias ediciones de los ya tradicionales Encuentros de Historiadores del Valle del Henares y tenga guardados en su baúl de los misterios algún que otro manuscrito más a la espera de su publicación-, su primer libro, decía, en el que pueden encontrarse dos aspectos que abarcan lo que podríamos considerar como la definición de “pueblo”.
Por una parte, como la gente, el grupo de personas que habitan un lugar determinado o en un lugar determinado y, por otra, el propio pueblo -el lugar físico- que habitan.
El libro parte de este doble aspecto, puesto que en él se habla de las gentes que le dieron vida y que fueron su propia vida a través del tiempo, de las personas que más sobresalieron, especialmente en el mundo eclesiástico y del Derecho, así como de otras personas de nombres menos sonoros y rimbombantes, pero que también dejaron su huella en los cientos de documentos que el autor da a conocer: albañiles y maestros de obra, artesanos de todo tipo, simples curas de misa y olla, albeitares o veterinarios, y, más modernamente, alcaldes y concejales, secretarios y representantes políticos, que formaron parte de las sucesivas Corporaciones Municipales.
Es este apartado el que constituye lo que podríamos denominar el tejido humano y/o social de Fuentelahiguera.
El otro aspecto que, como ya hemos dicho, se refiere al propio pueblo como elemento geográfico donde vivir y del que vivir, aprovechando los recursos que pudo ofrecer en cada momento histórico: el agua, diversos tipos de materiales de construcción, la madera, el carbón... como queda de manifiesto a través de las páginas que dedica al estudio y transcripción de las conocidas Relaciones Topográficas de Felipe II, así como  del Catastro del Marqués de la Ensenada, entre otros, que a la vez sirvieron para tener idea fiscal de la villa, además de otros aspectos de vital importancia referidos a  los despoblados entonces existentes en la zona: Albatajar, Galapaguillos, La Puebla de Guadalajara y Fuentelfresno.
Cabría, además, hablar también de ese otro aspecto, un tanto escondido, pero latente siempre, pero que asoma con cierta frecuencia, que es el que se refiere al “alma” del pueblo de Fuentelahiguera, y que lo hace a través de su toponimia, de sus fiestas, muchas de ellas ya desaparecidas y otras aún vivas y latentes, de las historias pasadas, aunque relativamente recientes, como las del Cristo de la Salud, historias verdaderas que van pasando oralmente de generación en generación y que significan una parte tan importante de la forma de ser del pueblo, de su idiosincrasia y de sus valores morales.
Sin olvidar, es necesario hacerlo así, esos periodos nefastos que fueron las distintas guerras que dejaron su huella en Fuentelahiguera y en sus obras de arte, especialmente aquella última del 36-39, que más vale que no se repita para bien de todos.
Quedaría ese otro apartado en el que nuestro autor recoge, casi minuciosamente, datos y datos acerca de la iglesia parroquial y las obras de arte, algunas desaparecidas, que fue custodiando, como así queda de manifiesto a lo largo de los sucesivos inventarios que transcribe, desde la obra más destacada y grandilocuente, hasta la más mínima señal, como por ejemplo esos ladrillos firmados que aparecen en la pared trasera del ábside...
Luis Antonio no ha querido escribir un libro de Historia en el sentido más amplio de la palabra, sino que ha querido dejar constancia de los hechos más importantes o interesantes que han ido acaeciendo; por eso se trata de una sencilla, y a la vez gran “crónica”, que va dando paso, cronológicamente, a los datos que a lo largo de varios años de búsqueda minuciosa ha ido encontrando y ordenando, para después, generosamente, ofrecerlos aunados al pueblo del que partieron y a cuantos quieran participar de su lectura.
Es, como dije, su primer libro, su primera obra extensa, tan extensa como pueden comprobarse a primera vista dado el elevado número de páginas que contiene, que supera con creces las ochocientas. Y es que Luis Antonio no quiere dejar pasar por alto ningún dato por aparentemente poco interesante que pudiera parecer.
Luis Antonio ha construido una “crónica” extensa y exhaustiva, cargada de datos y de fechas que contribuirán, sin duda, a que la historia de este pueblo, que es el suyo, sea más y mejor conocido por todos. Por eso yo siempre doy la bienvenida a los estudios de historias locales, a veces tan denostadas por los que apenas saben de Historia o se creen superiores a los que, buenamente, gratis et amore, ofrecen lo que tienen a los demás sin esperar nada a cambio y, después, utilizan sus descubrimientos sin citar procedencia.
Pero dejemos soberbias de solar aparte que, por eso su autor ha dividido su libro en dos grandes conjuntos o apartados, cada uno de ellos con sentido propio: la crónica propiamente dicha y la parte exclusivamente documental que quizá, no dejará de ser de gran interés para quienes estudien historias más o menos locales porque encontrarán en ella ciertos documentos de gran atractivo e interés, como los relativos a la concesión del título de villazgo, con toda la parafernalia que contienen.
Además, claro está, de una amplia colección de fotografías antiguas que ya constituyen por sí mismas un aporte documental de primera magnitud.
Y ahora, amigo lector, déjame que le abra la puerta de entrada a este libro y mi deseo de que disfrutes de su lectura.

Tres mujeres que entraron por la puerta grande de la historia

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VAQUERIZO MORENO, Francisco, Tres mujeres. Teatro, Guadalajara, Aache, 2014, 152 pp. (ISBN: 978-84-15537-51-9).

Francisco Vaquerizo, que es el autor de este libro, nos recuerda que estos tres trabajos, estas tres obras de teatro, representaciones como se hacían en la antigüedad para recreo del pueblo cristiano al modo de los “autos religiosos”, iban a quedar olvidadas en cualquiera de sus muchas carpetas de trabajos originales, y pensó que lo mejor que podía hacer era darlas a la imprenta, en un solo volumen, para regocijo de los lectores. De modo que de esta forma pudieran ser leídos y no olvidados, -también representados- por quienes puedan y quieran, especialmente por aquellas asociaciones de carácter cultural que realizan todo tipo de actividades a lo largo de los meses del verano, puesto que durante el invierno no hay nadie en los pueblos.
Francisco Vaquerizo da noticia en su libro de tres mujeres, para él muy apreciadas y queridas: dos santas y una mártir o, como dice, víctima de esa agresividad, mal llamada “de género” (¿masculino, femenino o neutro?) en los tiempos que corren: Santa Bertila Boscardín, Santa Ángela de Mérici y Doña Blanca de Borbón, tan distanciadas cronológicamente pero tan unidas en muchos otros aspectos humanos.
Tres mujeres, que sirvieron como ejemplo de humanidad, y con las que nuestro autor, Francisco Vaquerizo, ese “clérigo de buenas letras”, como dijera de él nuestro Nobel Camilo José Cela, quiere homenajear a las Hermanas Doroteas, a las Ursulinas y a Sigüenza, la bellísima ciudad episcopal cuyo castillo sirvió de prisión a Doña Blanca de Castilla, repudiada por Pedro I “el Cruel” o, más bien, “el Justiciero”, además de a la Iglesia y a la Historia, pues que “Tal ha sido mi intención”, según hace constar en el preámbulo.
El primer “auto”, por así decir, lleva por título “Palabra de amor” y es un drama histórico en tres actos sobre la figura de Santa Bertila Boscardín, de las Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones de Vicenza. Una santa que vivió en Bréndola donde nació en 1888 y murió en Treviso en 1922, cuya beatificación tuvo lugar en 1952, y su posterior beatificación en 1961. Su dramatis personae consta nada menos que de 22 figurantes.
Durante el primer acto, cuadro I, los actores se van levantando poco a poco, presentándose al público. La luz es escasa y una música suave suena de fondo. Inés Coriano, amiga de la Santa, recuerda que Anita no era muy amiga de bailes y zarandajas, así como otras amigas hablan recordando la juventud de la santa; el segundo cuadro, en su escena primera, se desarrolla en la casa rectoral de Bréndola, donde aparecen es escena Teresa, María (maestra), Antonio (sacristán) y Amelia (criada del párroco), que discuten acerca de la reprimenda que don Emidio había echado a Anita y de lo que le ocurrió al decir misa, cuando oyó una voz que le decía que “los conventos no están solo para las eminencias; en los conventos, como en la Casa de Dios Padre, hay muchas mansiones”.
La escena II es una irrupción del sacristán en la que, alocadamente, dice que “tenemos una criatura dotada de un espíritu capaz de convertir en gracia de Dios toda contrariedad, todo sufrimiento”. Las monjas lo toman por loco, pero en la tercera escena, departe con otras monjas compañeras que piensan que en verdad merece la pena escuchar a Anita, quien les recuerda un sueño que ha tenido:
- “Y les he contado que apenas he dormido esta noche tratando de encontrar una razón”.
- ¿Y la has encontrado?
- No y sí. He encontrado que no hay por qué encontrar lo que se busca si la voluntadde Dios es que no lo encontremos.
El acto segundo comienza con la profesión de Ana -ya no se trata de la niña Anita- y continua en el segundo con una acción que se desarrolla en el tren que conduce a Brianza a los heridos y enfermos del hospital de Treviso, que por razón de seguridad está detenido en Piacenza, entre Parma y Milán. El capitán Palotti va al frente de la comitiva. Las hermanas duermen sobre unas mantas son sacos de hierba por cabecera. En el vagón de Bertila hay sólo otra hermana -Justina Marotti- y la Superiora, Mónica del Monte, que lleva alimentos.
El cuadro tercero se sitúa en un rellano de las escaleras del hospital de Treviso, avanzada la noche, cuando sor Bertila sube apresuradamente para atender a un enfermo y cae súbitamente desmayada y su Ángel de la Guarda le dice:
- No te rindas, muchacha, no te rindas, que ya estás alcanzando las alturas.
Se remueve, se queja, vuelve a derrumbarse.
El acto tercero también discurre en el hospital de Treviso, aunque en la tercera planta. El doctor Rubinato y la Madre Superiora, Luisa Coppettino aparecen es escena. El doctor habla de la beatitud y también de la enfermedad de Bertila: el cáncer, por lo que dice a la Superiora que debería bajarla a su planta para que deje de trabajar tanto, pero de todas formas “Pasa las noches velando a sus enfermos graves y luego se duerme en la oración. No pone interés alguno en cuidar su salud, lo que significa inutilizarse para sí y para los demás. Cuando se le pregunta algo, responde con monosílabos, de manera que una no termina de saber nada a ciencia cierta. Reza como dejándose llevar de un dulce sopor, que enciende en su rostro una sonrisa misteriosa, de origen y naturaleza desconocidos. Le encanta separar la ropa de los enfermos infectados, a la que nadie era obligado y menos ella, tan propensa a arcadas y vómitos. Estando como está, no para de subir y bajar escaleras para complacer a sus enfermos”. ¿Qué le parece?
El acto tercero recoge su muerte, en cuya escena cuarta llega al final.
El segundo “auto” está basado en la peripecia vital de Santa Ángela de Mérici, que fue la fundadora de las Madres Ursulinas (nacida en Desenzano, Italia, en 1470 y fallecida en Brescia, en 1540), y cuya representación corre a cargo de un presentador, diez actores y la momentánea presencia de otras diez muchachas. No vamos a describirlo con tanta precisión como el anterior, pero sí diremos que el Presentador comienza con una especie de romance indicando la procedencia y hechos más importantes de la Santa, que se teatralizan en los tres cuadros siguientes, a los que sigue un epílogo, situado cronológicamente en el año 1540, amaneciendo en Brescia, cuando agoniza la Santa, hecho que recuerda el presentador:

El veintisiete de enero
de mil quinientos cuarenta
La Madre Ángela de Mérici
muere en la ciudad de Brescia.

En el templo de Santa Afra,
piadosamente la entierran
y allí sigue su cadáver,
incorrupto por más señas,
visitado por los fieles
que, piadosos, la veneran
y sienten, al venerarla,
un alivio en su conciencia.

...   ...   ...   ...   ...   ...   ...

Pero además, tras finalizar la obra, nuestro autor, Francisco Vaquerizo, incluye un “Romancero de las MM. Ursulinas”: 1. A la muerte de Venicia; 2. Desenzano; 3. Brescia (Ante el sepulcro de santa Ángela de Merici); 4. Las Ursulinas en Molina; 5. Las Ursulinas en Sigüenza, y 6. Memoria del Colegio (Poema de la alumna que volvió a visitar el Colegio después de muchos años).
El tercer y último “auto” lleva por título “Prisión y muerte de Doña Blanca de Borbón. Drama en prosa y verso”, en el que aparecen en escena seis personajes (la propia doña Blanca de Borbón, reina de Castilla; don Pedro, rey de Castilla; don Diego García de Padilla; doña Leonor de Aragón; doña Beatriz, camarera de la reina, y un juglar-ballestero, además de una voz en off), cuya acción transcurre en Valladolid (1353), Toledo (1353), Toro (1354), Sigüenza (1355) y Medinasidonia (1361).
El juglar va introduciendo el tema de que se trata en cada caso: las bodas; el traslado a Toledo, prisionera; la entrevista de Toro; la conquista de Toledo con leales de Burgos y Segovia; el movimiento de la causa de su prisión en la curia de Aviñón, etcétera:

Después de varios años prisionera,
después de tanto encono y tanto olvido,
ya no tiene la mínima esperanza
de que se haga luz en su camino.
Cierto que en Aviñón mueven su causa,
pero el momento no es nada propicio
porque las tropas de su dulce Francia
acaban de sufrir un buen castigo
en Poitiers, y no están en condiciones
de acometer hazañas de este tipo.
¡Qué mal le sale todo a doña Blanca!
¡Qué fatal y qué adverso es su destino!

El cuadro sexto finaliza en Medinasidonia, en 1361, con la muerte de doña Blanca, encargada por el rey a un ballestero.
Ella se prepara para recibir a Dios y expirar.
Un libro que se echaba en falta, puesto que el futuro lo agradecerá como actualmente agradecemos aquellos papeles volanderos, aquellos cuadernos en que el “fiel de fechos” o el “registro” de muchas cofradías y grupos de danzantes recogían las piezas teatrales que representaban cada año.
Un libro de fácil y amena lectura, emocionante en ocasiones, bien escrito y que nos viene a recordar y en algunos casos a dar a conocer de nuevas aquellas vidas honorables de las tres mujeres retratadas en estos sencillos esquemas teatrales.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS


Alvar Fáñez, entero y verdadero

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Ballesteros San José, Plácido: “Alvar Fáñez. Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114)”. Edit. Intermedio. Guadalajara, 2014. 240 páginas, imágenes y mapas, a color. 15 €.

Una obra largamente esperada que llega justamente en el año del noveno centenario de la muerte del personaje: de Alvar Fáñez, de Minaya, al que se consideró durante mucho tiempo como primo, o sobrino del Cid Campeador, y hombre fuerte de sus mesnadas, pero del que apenas se sabía nada aparte de los dicho en cantares de gesta y poemas épicos medievales. En esta obra, el historiador Ballesteros acomete con seriedad, rigor, y profundidad, la tarea que estaba pendiente de hacer: sacar a la luz la verdadera historia de este personaje, que aquí se demuestra haber sido el auténtico defensor del reino de Toledo en los tiempos de desgobierno tras la muerte de Alfonso VI, y de inquietud por la llegada del Imperio almorávide dispuesto a reconquistar la capital de la península ibérica.
El autor nos explica en su introducción la peripecia en la que surge el libro: Antonio “Chani” Pérez Henares le pidió  que actuara de documentalista de una novela histórica ambientada en el Medievo que preparaba desde hacía tiempo el periodista alcarreño. Y Ballesteros reunió tal cantidad de información que vino a constituir a su vez un libro. Y con novedades, con aportaciones inéditas.
Así pues, se lanza el libro al mismo tiempo que la novela de Pérez Henares, esa “La Tierra de Alvar Fáñez” que tan aclamada está siendo. El libro de Ballesteros lleva un prólogo de María Dolores Cabañas, directora del Centro Internacional de Estudios Históricos Cisneros, de la Universidad de Alcalá, a la que pertenece en calidad de docente el propio autor. Y se completa con tres valiosos apéndices que nos dan relación de los personajes protagonistas, de la cronología del periodo estudiado, y de abundantes gráficos incluyendo mapas.
El libro en sí consta de dos partes, bien definidas y muy bien tratadas cada una de ellas. La primera, que lleva por título “Alvar Fáñez, entre la historia y la leyenda”, muestra un exhaustivo análisis de todas las fuentes, tanto literarias como documentales, que a lo largo de los siglos han hablado de Alvar Fáñez y que le han constituido en un ser legendario del que había muy poco de real. Interesante esa indagación, profunda y variada (Lucas de Tuy, Ximénez de Rada, el Cantar de Mio Cid, la historia de Alfonso X, etc) en los cantares, las mitologías, los dichos pueblerinos, las conquistadas imaginadas, las noches de luna y estrellas…
La segunda parte, clave en la obra, se titula “La verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez”, y es en la que Ballesteros aporta su larga y profunda investigación, documental en muchos casos, bibliográfica en la mayoría, llegando a la conclusión de que aquel infanzón, con posible orígenes familiares en el valle burgalés de Urbaneja, fue el principal colaborador de Alfonso VI en el nuevo reino de Toledo tras su conquista en 1085. Y aun más, nos da la noticia novedosa de que durante los años de guerra civil que se vivieron en los reinos de León y Castilla tras la muerte de Alfonso VI (en 1109), el caballero Alvar Fáñez quedó convertido en la práctica en líder solitario de los territorios de la frontera del Tajo, donde consiguió hacer frente a los sucesivos intentos de los almorávides por recuperar Toledo, salvando para la cristiandad europea el nuevo reino peninsular.
Escrito con pulcritud, ameno siempre, este libro se constituye en una raíz básica para entender la historia de nuestra tierra, de Castilla y por ende de Guadalajara, en los años finales del siglo XI y principios del XII, rescatando la auténtica figura de Alvar Fáñez como un héroe a lo medieval, como un personaje de fuerza y valentía ante los difíciles momentos que atravesó su país. Muy recomendable su lectura, pausada y atenta, para cuantos quieren saber de Guadalajara, de sus personajes y de Castilla en suma.


A.H.C.

Reaparece Mañueco con un poemario

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MAÑUECO, Juan Pablo, Guadalajara, te doy mi palabra, Guadalajara, El Autor / Aache, 2014, 84 pp. (ISBN: 978-84-15537-52-6).

Juan Pablo Mañueco (Madrid, 1954), es un escritor prolífico, enamorado de cuanto significa Castilla y sus gentes, tema que siempre ha estado presente en sus escritos y creaciones, como, por ejemplo la creación de la editorial Riodelaire.
Ha sido galardonado en dos ocasiones con el Premio “Provincia de Guadalajara” José Antonio Ochaíta de Poesía, convocado por la Diputación Provincial de Guadalajara en 1977, con la obra titulada Claridad que emerge del agua y en 1981 con Cancionero y Romancero de la Alcarria, publicado en 1987.
Del mismo modo dio a conocer una novela titulada Soberano de nadie (2006), sin dejar aparte su labor como periodística, a través de Guadalajara. Diario de la mañana y otras muchas cabeceras, de donde salieron trabajos como España entre 2004-2005 (2005) y Sátiras de la España ZaPaterista y PePeista (2006), recopilaciones de artículos previamente publicados. Además ha colaborado en numerosas obras colectivas, como la edición crítica y anotada de las “Novelas Ejemplares” de Miguel de Cervantes (1997) en doce volúmenes (uno por cada novela), recordando su profesión educadora.
El libro que hoy presentamos constituye su tercer poemario en el que manifiesta su amor a Guadalajara, su ciudad anhelada a lo largo de una especie de trilogía poética en la se entremezcla la historia, el arte y la naturaleza.
Por eso el poemario que comentamos aparece dividido en tres apartados y una introducción, también poética, titulada “Arriaca y Victoria, amo y amaría”, dedicado a quienes dedicó su obra: A Guadalajara y a María:

“Musas que me inspiraron estas odas.
Seguro al punto las aceptaría
A las dos, por esposas y por brida.
Tales son, para mí, Arriaca y María”.

Los otros tres son “Sierras, ríos y siglos”, compuesto por una completísima serie de seguidillas de los ríos y sierras de Guadalajara, intencionadamente dedicada “A los poetas, pensadores y pintores que han dicho que en Castilla “no hay curvas” ni “regatos ni arboledas”, o bien que pintan una tierra yerma, seca y parda e intitulan de parcialísima, tópica y desmoralizadora obra...“Castilla””, y que constituye un impresionante y exhaustivo recorrido por ríos de la piel geográfica de Guadalajara: Tajuña, Tajo, Henares, Jarama..., los que van al Ebro, como el Piedra y el Mesa, o los que como el Parado y el Aguisejo, desde la Sierra de Pela, vierten al Duero. Toda una bellísima sinfonía de ríos y aguas, de paisajes y arboledas, de caminos y abismos profundos, de cursos largos y anchurosos que no saben de estiajes, y otros de corto alcance, apenas arroyuelos mortecinos si el clima es duro en verano y el sol abrasa.
Emociona leer con la debida tranquilidad estas seguidillas tan amorosamente construidas.
Son éstos los ríos que desde la antigüedad dieron vida a estas tierras “sin curvas ni regatos”, que fueron -como señala y recuerda el gran Ortega- las que dieron a la humanidad y a la eternidad (si se me permite) ese gran poema que es el de Myo Çid, que cuando la liquidación del planeta no podrán ser pagados con treinta dineros como los que recibió Judas.                   
En fin, una colección de seguidillas que, tras una introducción, también poética, se dividen en cuatro apartados y una coda: “Río Tajo, esmeralda entre las cumbres”; “Río Henares, rueda Guadalajara hacia su río”; “Río Jarama, candelizas agujas de hielo en árbol”; “Tajuña, valles de oro que dora el otoño”, y una coda -como arriba dijimos- a modo de resumen de todas las bellezas:

“¡Dios, qué hermosuras juntas
Guadalajara!
¡Cuán verde zumo de uvas
pisan tus aguas!
................................................

¡Para mi sed de amarte
bastan tus aguas,
que alzo por tu estandarte,
Guadalajara!”

Siguen otros poemas como “Espada de amor (Álvar Fáñez y la Noche de San Juan de 1085)”: “La dama es Guadalajara / y Álvar Fáñez la rodea. / Bajo murallas pasea, / cubierta lleva la cara”, a modo de romance, y una versión alcarreña de la conocida cancioncilla romanceada de “Mambrú se fue a la guerra”, que sirve de base a la tradicional leyenda del “Mambrú” de Arbeteta y la “Giralda” de Escamilla, que hace años recogiera y publicara el doctor Layna Serrano.
Un segundo apartado “Ciudad”, mucho más extenso, contiene poemas como “Río de piedras, con Guadalajara rodando como una de ellas”, que es la visión que el poeta tiene de la tierra que ocupa Guadalajara, desde lo alto del monte hasta el río donde desciende...
“En punto a picos, estos puros clavos (Fachada del Palacio del Infantado)”; “Moza alzará en altura (Bajando la calle Mayor de Guadalajara)”; “Liras en espejo al Fuerte de San Francisco, en noviembre”; “Por catedral lo tienen (Panteón de la condesa de la Vega del Pozo)”; “El palacio de María Diega Desmaissières, mecenas”; “Leños de piedra en la Plaza Mayor de Guadalajara”; “Iglesia de San Ginés: al Cristo del Amor y de la Paz”; “Pradera en paz, Concordia... arbolada orquesta”; “El pino curvo y la retama, en la Concordia”; “Borrasca sobre el Pico del Águila, afueras de Guadalajara”, que nos recuerdan o nos conducen mentalmente, gráficamente, hasta el lugar concreto donde se encuentran y nos hacen pensar en su sencillez o rareza, en esa pieza concreta, en ese objeto, en el árbol que tantas veces vimos y en el que jugamos y nos rompimos los pantalones; en el cielo denso de nubes que deja caer su milagrosa agua sobre el cerro que sirvió para rodar la película de aquellos años pasados; en el Cristo sereno en su mirada, que más que dolor parece señalar amor...
Poemas todos en los que el poeta juega entre la poesía y la historia, y con cierto regusto de nostalgia amable va agregando ideas de cuanto le recuerdan las cabezas de diamante de la fachada del Infantado, muertes señoriales y efímeras como las de cualquier otro humano, aguas que bajan hasta el Henares o recuerdan la placidez de La Concordia cuando las plantas están en todo su esplendor o ese árbol ya citado en el que casi todos los niños de Guadalajara arrastrábamos nuestros pantaloncillos cortos en los meses soleados de verano, que en invierno no nos dejaban las nieves pertinaces. Árbol que, dicho sea de paso, recuerda cariñosamente a sus amigos Vázquez Figueroa -quien vivió unas pasos más abajo del actual asilo- en alguna de sus conversaciones, como auténtico monumento a la rareza que a veces surge de la naturaleza que nunca podrá ser domada, y donde tantas veces Marivida jugó sus infantiles juegos.
Y un apartado tercero y final: “Contorno”, que consta de siete poemas: “Donde la gleba se llama Guadalajara”: “... Y así te amo, te viajo y te visito, / hechizado de tu alma pinariega, / por Alcarria, Campiña y por la Sierra. // Unas veces urbana, otras labriega, / a ti, Guadalajara, yo te cito / entre las más hermosas de la Tierra”; “Crónica de Antonio Herrera Casado. Cronista Provincial de Guadalajara”, escrito en su honor en el que resalta la amplia cultura del homenajeado: “Si joyel  diestro y docto en letra hubiera / que colectar de Alcarria en este instante, / pienso, hoy, joyel  más sabio y más brillante / escritos son que casa Antonio Herrera”; “Al Henares seguntino (Del románico a la gubia de tus tallas)”, bello recorrido del románico al barroco; un “Soneto doble a Valverde de los Arroyos”, que describe el pueblo con auténtica y emocionada lírica; otro “Soneto doble al bosque de La Huerce y sus danzantes”: “Sigilo esmeralda pronto dulzaina / corta el bosque, y seco toque de palos / topan danzantes que izan a intervalos / espada en leño, talada a su vaina. // Cada uno, dos bastones desenvaina / cortos. Con fajín grana, negros halos / visten. El tambor brinda sus regalos / al bregar de tantas tozas. No amaina”, que nos dedica a un servidor y al cantautor José Antonio Alonso; “Colores castellanos, desde Usanos”, donde la tierra aparece en ese infinito límite con el cielo y las nubes que señalan un horizonte de esperanza, y “Villancico de Usanos”, al modo zambombero tradicional que tanto sentido da al poema juguetón y rebelde.
Yo diría que este libro de Juan Pablo Mañueco es un desahogo amoroso a la tierra que lo acoge desde que tenía tres años. Un poemario donde el poeta expone su ideario de andar por casa y de andar por la geografía de estas tierras tan mal conocidas y menos comprendidas. Aguas y montañas, tierras y cielos, gentes con sus bondades y maldades, humanas gentes como todos que viven su existencia en pueblos apegados a la tierra que les da con mucho trabajo y sudor unas judías y unas lechugas. Poemas, digo, creo, amorosos a la tierra que se quiere y a sus gentes por pobres que sean. Y al tiempo, un homenaje a la poesía del Siglo de Oro, a los poetas de antes, a los que dejaron huella en sus romanceros o en sus sonetos y liras, todo mezclado con salsa popular de seguidillas y romancillos cargados de brío, pues que son del pueblo y a el vuelven.

JoséRamón López de los Mozos

Un estudio sobre cruces parroquiales

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Con este signo vencerás. Exposición conmemorativa del V Centenario del hallazgo de la Santa Cruz de Albalate de Zorita (1514-2014). Sigüenza-Museo Diocesano. Julio-Diciembre 2014, Guadalajara, Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza, 2014, 20 pp. (Catálogo).

Un sencillo catálogo de no más de una veintena de páginas recoge la colección de cruces procesionales que durante los meses de Julio y Diciembre del presente año se exponen en el Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza con motivo de la exposición conmemorativa del V Centenario del hallazgo de la Santa Cruz de Albalate de Zorita (1514-2014).
La exposición parte del significado de la frase “Con este signo vencerás” que, según la tradición cristiana escuchó el emperador Constantino en un sueño, discutiéndose posteriormente si se le mostró una cruz o un cristograma, compuesto por las dos primeras letras griegas de la palabra Cristo, es tanto como decir ictioso pez, más conocido por crismón.
Está claro que en los sarcófagos de la Resurrección (Anástasis) aparece el lábaro como signo del Cristo resucitado. Se trata de un signo compuesto por una cruz coronada por un crismón inserto en una corona de laurel, que después pasaría a convertirse en estaurograma (representación de la cruz), por lo que -a partir del siglo IV d.C.- la cruz pasó a ser el signo identificativo del cristianismo, siempre como cruz victoriosa, o sea cubierta de piedras preciosas y sin la representación de Cristo (signo de su victoria contra la muerte).
Leyenda que más adelante se repetirá en la tradición hispana con don Pelayo, a través de la conocida como Cruz de la Victoria, que da lugar a una iconografía en la que la cruz latina se representa con el brazo inferior más alargado que los demás, en detrimento de las cruces griegas, propias del arte visigótico.
Pues bien, con motivo de los quinientos años del aparecimiento de la Cruz de Albalate se ha montado esta exposición que consta de una docena de vitrinas en las que se dan a conocer otras tantas cruces, además de la dedicada a la cruz invitada, de Albalate de Zorita, que excluyendo la primera vitrina, desde nuestro punto de vista totalmente descontextualizada (en la que se muestra una terracota hispano-visigoda, que posiblemente sirvió para exorcizar el mal, puesta en la pared del lugar que se quisiese proteger; una moneda acuñada en Constantinopla por Justiniano -en el año 539 d. C.- junto a una pequeña cruz bizantina, además de dos cruces de mano copto-etíopes -que representan “el árbol de la vida”, y una copia del Cristo de Carrizo, del siglo XI).
Cada una de las páginas que componen este sencillo catálogo sirve a modo de ficha descriptiva de cada cruz expuesta.
Pondremos como ejemplo la primera de ellas y diremos algo más concreto acerca de aquellas cruces de las que se conozca su autoría o ciertos detalles que lo merezcan por su interés artístico.
Así, pues, la segunda vitrina contiene una cruz procesional, que a pesar de su morfología, típica del siglo XIII, por sus extremos rematados en flores de lis, parece corresponder, por su tosquedad, a un siglo antes, al XII, ya que el Cristo aparece con los ojos abiertos, escasa angulación de brazos y piernas, con un clavo en cada pie (es decir, de cuatro clavos) lo que favorece su postura, paño de pureza y corona real, a cuyos lados figuran la luna (derecha) y el sol (izquierda). A los pies, Adán  sale de su sarcófago, cumpliendo la tradición bizantina en la que se asegura que su tumba de encontraba en el Calvario donde Cristo fue crucificado.
En el centro del reverso, Cristo, como juez, entronizado (la Maiestas Dimini), sujetando el globo terráqueo con la mano izquierda, mientras bendice con la derecha y a los extremos de la cruz los cuatro evangelistas según su clásica representación iconográfica o zoomorfía: arriba, Juan (águila); abajo, Mateo (hombre); a la derecha, Marcos (león), y a la izquierda, Lucas (toro), como tetramorfos, sujetando cada uno sendas filacterias.
En la tercera vitrina, el Cristo de la cruz procesional, ya del siglo XIII, es de “tres clavos”, es decir, los dos pies aparecen atravesados por uno, los ojos aparecen medio entornados, y la delgadez del costillar revela su sufrimiento. Se trata de un Cristo más “humano”.
La cuarta vitrina parece contener una cruz realizada a base de “retales”. Por su forma podríamos considerarla del siglo XIII, como la anterior, pero por la forma de su macolla correspondería al XV, con un Cristo, de un solo clavo en los pies, muy posterior. Se trata evidentemente de una cruz reutilizada.
Un Cristo de estilo burgalés se encuentra en el quinto expositorio. Procede del Seminario Conciliar de San Bartolomé. Se trata de una cruz de brazos rector rematados en pináculos y rodeados por crestería, cuya macolla es de mazonería gótica que sitúa la obra en una cronología datable en el siglo XV.
La sexta vitrina acoge una cruz procedente de Villacadima, de finales del siglo XV o comienzos del XVI. Curiosamente en el medallón central confluyen o surgen una serie de “potencias” que remarcan la figura del Crucificado. Al reverso, San Pedro en su Cátedra. Una mala ¿restauración? descolocó la iconografía de la macolla.
Ya en la séptima nos encontramos con una obra sellada y firmada por Diego/(acueducto) lo que significa ser obra segoviana, concretamente del orfebre Diego Muñoz (1574). Se trata de una obra procedente de El Cardoso de la Sierra.
En la octava vitrina se expone una cruz del primer Renacimiento italiano, de brazos abalaustrados, al igual que los que se tallaron para la portada de la capilla del Doncel, la portada de San Pedro y el altar de Santa Librada, en la misma catedral seguntina, hacia 1520, por comisionados de don Fadrique de Portugal.
La cruz de la novena vitrina nos devuelve a la antigüedad, puesto que en ella se emplea una simbología antigua, gemada y victoriosa (muy propia del XVI) basada en la representación “natural” de la cruz, de la que surgen brotes y yemas que sugieren la cruz que retoña gracias a la sangre que Cristo derramó sobre ella. El Crucificado se representa muerto y sobre su cabeza aparece por primera vez el INRI.
Nuevamente encontramos otra cruz firmada en la vitrina décima. Su autor fue el seguntino +/PASQUAL, es decir, Pascual de la Cruz, que trabajó en la ciudad mitrada hacia el año 1600.
La vitrina oncena ofrece una pieza excepcional por su iconografía. Una cruz griega clasicista de estilo acusadamente manierista y que, por su hechura, podría ser obra del entorno del orfebre Francisco Merino (o más bien del autor de la cruz de Copernal, Gabriel de Ceballos, cuya obra podemos situar cronológícamente entre finales del siglo XVI o comienzos del siguiente).
La docena vitrina corresponde a la cruz de Yélamos de Abajo, cuya marca se conserva claramente: B’SA/LAZ (Baltasar Salazar), que realizó su obra más destacada entre los años 1740 y 1750.
Hasta aquí, señala el catálogo que comentamos, los datos técnicos de cada una de las piezas estudiadas, tomados del trabajo de catalogación que realizó para el Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza la especialista en orfebrería Natividad Esteban López, que en tantas ocasiones ha participado con sus clarificadoras comunicaciones, en los numerosos Encuentros de Historiadores del Valle del Henares hasta ahora llevados a cabo, si bien la datación y la descripción iconográfica, como no podía ser menos, han sido revisadas por la dirección del propio Museo.
Las descripciones finalizan con la correspondiente a “La Cruz Aparecida de Albalate” (pp. 15-19), que es la cruz invitada, más conocida por el pueblo, especialmente el albalateño, por la “Cruz del Perro”, por tratarse de un can, un perrillo, llamado Cosula (poca cosa), quien la encontró, arañando con sus patas, en el despoblado de Cabanillas el día 27 de septiembre de 1514, convirtiéndose en la mayor seña de identidad de Albalate de Zorita, de modo que su representación iconográfica es constantemente repetida en escudos, fachadas y pinturas...
Se trata de una pieza de bronce sobredorado (de 47,5 x 28 cm.), con la forma tradicional de las cruces del siglo XIII, es decir, cruz latina de brazos flordelisados, con prolongaciones que contienen engastes de cristal de roca.
El Cristo lleva corona real, sus ojos permanecen abiertos (alejados de todo signo de dolor) y un paño de castidad cubre su cuerpo desde la cintura a las rodillas: Cristo como Rey y Juez, aunque en algunos aspectos ya se intuyen huellas gotizantes, como el único clavo que une sus pies al palo de la  cruz, como signo de dolor y, por lo tanto, más cercano a la humana forma de ser.
En los remates flordelisados aparecen la Virgen y San Juan Evangelista, a izquierda y derecha del Crucificado, y san Pedro -con las llaves e su mano derecha y un libro en la izquierda- y san Pablo -que carece de símbolo alguno que nos ayude a reconocerlo-, arriba y abajo, respectivamente.
Al reverso, Cristo Pantocrator, rodeado por el tetramorfos.
Conserva dos de las cuatro cadenillas que pendieron anteriormente de su brazo horizontal, puesto que, como se recoge en la amplia descripción que de esta cruz se hace en  las “Respuestas”al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II, el rey Carlos I se llevó dos en la visita que hizo a la villa en 1528. Se dice que a cambio de aquel acto o en compasión del mismo, el propio Carlos I o su nieto Felipe III donaron una reliquia del Lignum Crucis, que contiene la propia cruz en una prolongación oval situada en el reverso del brazo superior.
Cronológicamente indica el catálogo que comentamos que este tipo de cruces corresponde al siglo XIII, si bien -a pesar de lo dicho anteriormente- por ciertas manifestaciones de arcaísmo podría retrotraerse al siglo anterior, “ya que en este periodo tiene lugar el último episodio bélico, en estas latitudes, que pudo obligar a los portadores de la Cruz a enterrarla antes de vadear el Tajo, por el lugar más accesible en su huida hacia el norte: bien por temer por su vida, bien por evitar la profanación de ésta. Este episodio fue la batalla de Alarcos en 1195, en la que el rey Alfonso VIII fue derrotado estrepitósamente, favoreciendo así las razzias almohades que en el año 1197 se realizaron por toda esta comarca”, según apunta Miguel Ángel Ortega Canales, Director del Museo Diocesano, quien además indica que la cruz cumplía una función, indudablemente procesional (a la que la falta la macolla y el cañón).
Una pequeña producción bibliográfica de gran interés para quienes atienden a cualquier aspecto de la cultura alcarreña: historia, arte, folclore...
La verdad es que, aprovechando esta ocasión -la Exposición Conmemorativa del V Centenario del hallazgo de la Santa Cruz de Albalate de Zorita- podría haberse hecho un esfuerzo económico (Junta de Comunidades, Diputación Provincial, Ayuntamiento de Albalate de Zorita, Iglesia, empresas privadas, etc.) y haber realizado un trabajo algo más digno, pero, esto es lo que hay (que no es poco). La huella que se hubiese dejado al futuro hubiese sido mucho más importante, porque estos “folletillos” terminan la mayor parte en la papelera (además son gratuitos).

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Una nueva visión de la Hoz del Gallo

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CASTRO MALO, María del Mar, Obsequio a Nuestra Señora de la Hoz, Guadalajara, Aache (col. Tierra de Guadalajara, 88), 2014, 128 pp. (ISBN: 978-84-15537-49-6).

Sor María, que desciende de tierras y antepasados molineses, es una gran aficionada a los temas del Señorío. Por eso ha escrito este libro en obsequio a la Virgen de la Hoz, en el que recuerda al lector cosas ya sabidas -pero interesantes de recordar- puesto que forman la esencia de esa Tierra Molina y, principalmente, de su Patrona.
Recorre poco a poco, para que el lector pueda degustarlos a su placer, todos los rincones de esa bella leyenda hagiográfica que rodea la aparición de la Virgen de la Hoz en una cueva de la “Foz de Corduente”, en lo más enmarañado del barranco, junto a las frías aguas del río Gallo, donde generaciones anteriores dejaron sus huellas, hoy consideradas arqueología.
Es curioso comprobar cómo en tantísimas ocasiones se conjugan una serie de elementos en un lugar determinado, que después devendrá en espacio de “encuentro”, “aparición” o “hallazgo” de una imagen mariana, las más de las veces.
El agua no ha de faltar, bien a lo largo de un río, o de un manantial o una fuente; a veces de un pozo o un lago o laguna.
Un paisaje apartado de los hombres, una espelunca o gruta en la pared rocosa, rodeada de bosques impracticables, de espinos imposibles de atravesar por el ser humano del siglo X u XI.
La oscuridad de la noche, a veces con rayos y truenos o tormentas gigantescas en las que el hombre se ve empequeñecido, cuando la res: una vaca en este caso, un toro, parte del ganado, se le pierde al pastor.
Luego aparecerán luces fulgurantes y se calmarán los elementos naturales antes embravecidos, y la Virgen o el Santo de que se trate en cada caso, se darán a conocer al pastor o al niño, a veces al tullido que ha recuperado su pierna o el brazo, en lo alto de las ramas de árbol o en cualquier otro lugar propicio y natural: de ahí el nacimiento de tantas advocaciones: de los Olmos, de la Encina, del Endrino, de los Enebrales, del Peral, del Espinar, de la Cueva, del Camino, del Pozo, del Pinar, del Campo, de la Vega, del Montesino y tantas más, incluida la Virgen de la Hoz. Todos nombres relacionados con su aparición milagrosa y con la naturaleza más alejada del hombre.
La Virgen se le aparece portentosamente al pastor y le aconseja que vaya a comunicarle el hallazgo a las autoridades eclesiásticas y civiles que, incrédulas, pasan del tema, hasta que por tercera vez, consienten en acercarse al lugar indicado por el pastor y encuentran la imagen, a la que acompañan en procesión hasta la iglesia del lugar.
A veces la imagen no se deja llevar, pesa demasiado y no es posible cargar con ella. Ni siquiera pueden arrastrarla dos bueyes.
En otras ocasiones, la dejan en la iglesia o en una ermita y por la noche desaparece y aparece en un lugar distinto, indicando que es allí donde quiere que le hagan su residencia. Luego todos la admiten por patrona y la celebran anualmente con  cánticos, novenas y fiestas.
Pues bien, nuestra autora destina diez capítulos a estudiar abreviadamente la historia de su tierra molinesa, del Señorío molinés de sus antepasados, de sus pueblos, sus iglesias y ermitas, como pórtico de entrada al estudio de la propia Virgen de la Hoz, a quién dedica el libro que comentamos.
Aquí encontrará el lector datos acerca de la construcción de su ermita, en ese entorno geográfico tan maravilloso, tan sorprendente cuando de contempla por primera vez (y siempre que se vaya con la  mirada hacia el cielo).
La descripción del entorno, con sus fuentes y sus alamedas; el río que desde hace quizá millones de años va lamiendo poco a poco la roca y va excavando esa inmensa y bellísima Hoz pétrea que da idea de la pequeñez del hombre que se adentra entre sus dos paredes. Roca madres que sirve de preámbulo a la entrada a ese hueco húmedo, cálido y oscuro, especie de útero materno, donde arrodillarse ante esa otra Madre que es la de la Hoz.
Y eso me hace pensar, como señala Herrera Casado en su introducción, que no es la primera, ni será la última vez que se escriba de este paisaje maravilloso, de este santuario, ni de esta Virgen, puesto que, como señala:

“(...) al menos una vez por siglo, a alguien se le había ocurrido, y que no estaría mal que en este siglo veintiuno que acabamos de estrenar, ella como autora y yo como prologuista, pudiéramos anunciar al mundo que esta maravilla continúa existiendo, y que es inexcusable acudir a este lugar, a ver las rocas alzadas, los árboles densos, el cantar de los pájaros y la suave armonía que emana del interior de la roca, donde hoy, como hace muchos siglos, la virgen María en su advocación de la Hoz sigue latiendo”.

El libro se divide en diez capítulos que van desde el pasado de Molina de los Caballeros (pasa por la pretendida localización de Ercávica -siguiendo a los antiguos cronistas-, a los propios Caballeros que le dieron su apellido, y también a las mujeres que la ilustraron: Ermesenda, Mafalda, Blanca...), pasando por el Poema de Mío Cid, para llegar a su reconquista, allá por 1129, tras un año de asedio por las tropas de Alfonso el Batallador, entonces rey de Aragón, que pone esa tierra en manos cristianas. Luego vendría el señorío independiente de los Laras.
Habla más del castillo -brevemente-, de los despoblados y los pairones que “aparecen en los cruces de los caminos y en las fueras de los pueblos. Esas columnas pétreas, cruces y hornacinas con el santo o santa de turno”, quizá como señas de identidad, tal vez las más indicadas. Y desde allí nos conduce por los espacios marianos de Molina, mencionando previamente la iglesia de San Martín (donde se conserva en muy mal estado la lápida de Iván Sardón): Santa María del Conde, Santa María la Mayor de San Gil, Santa María la Antigua (o la Vieja), San Miguel, el convento de San Francisco y el monasterio de Santa Clara, además de numerosísimas ermitas y santuarios de todo el Señorío, para entrar de lleno en el barranco de la Hoz a través de una especie de peregrinaje que atrae al lector y trata de llevarlo por esos caminos de mística tranquilidad “huyendo del mundanal rüido” para buscar refugio en el geológico silencio de la Hoz.
El libro pasa aquí a ser una oración, a convertirse en una amorosa plegaria que sor María del Mar entona con cariño a los pueblos de la ribera del Gallo, hasta llegar al momento de la aparición de la Virgen de la Hoz, que relata con total dulzura.
Pero luego, una vez que ha traspasado el umbral del santuario, al comenzar a subir los diecisiete peldaños, nuestra autora los convierte en oración y llamada, simbólicamente hablado: 1.º.Escalón. El silencio, 2.º La capacidad de asombro, 3.º El amor a sí mismo, 4.º Fe y confianza, 5.º La paciencia, 6.º La oración, 7.º Sacar provecho del pecado, 8.º La grandeza del perdón, 9.º La gratitud, 10.º Humildad y entrega, 11.º Tal y como solos, 12.º La alegría, 13.º Abiertos a la sorpresa, 14.º La paz, 15.º La intercesión, 16.º Sentido de pertenencia y 17.º Soñar a lo grande.
Peldaños que el peregrino debe meditar según los va ascendiendo -nunca mejor dicho, “ascendiendo”- hasta llegar a la mismísima puerta del santuario, al que dedica una interesante, aunque conocida, serie de notas históricas desde su consagración, pasando por un periodo como monasterio de canónigos regulares de San Agustín, los caballeros Templarios, los monjes de Óvila, la fundación del Patronato por Fernando de Burgos, hasta llegar a ofrecer algunas pinceladas sobre la saga de los Malo de Molina (“Más valen Malos de Molina que Buenos de Medina”, agrego yo).
Una vez dentro del santuario va describiendo lo que puede verse en él: el camarín de la Virgen, el Oratorio de las Lágrimas, la propia imagen de la Virgen de la Hoz y su mirada, para centrarse en la gruta de la aparición, capítulo en el que destaca nuevamente la poesía y el lirismo más acendrados.
Luego recoge una serie de milagros, los más conocidos, y describe las fiestas y honores más importantes que todavía se siguen realizando en honor de la Virgen: El Butrón; las Letanías; la “Loa” del día de Pentecostés, con sus danzas de espadas; para terminar con unas “Palabras finales” y una brevísima, aunque suficiente, bibliografía.
El aparato fotográfico que acompaña al libro, tanto en blanco y negro como en color, es verdaderamente importante.
Es un  libro de Guadalajara para los aficionados a los libros de Guadalajara, escrito con ese gracejo y soltura que suelen poner las sororas en aquellos “trabajillos” que hacen humildemente en honor a la Virgen. Y, la verdad sea dicha; a mí, me ha gustado.

 José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

El ocaso de las salinas

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López de los Mozos Jiménez, José Ramón: “El ocaso de las salinas de interior en la provincia de Guadalajara”. En Revista de Folklore, nº 391, (2014), pp. 26-39, con ilustraciones.

En el último número de la prestigiosa Revista de Folklore, que sigue manteniendo Joaquín Díaz desde Urueña (Valladolid) aunque en formato digital, aparece un lúcido estudio de López de los Mozos acerca de las particularidades socio-económicas que han llevado a la desaparición de la industria de extracción de sal en nuestra provincia, a lo largo del pasado siglo.

Inicia el trabajo con un análisis descriptivo e histórico de las salinas existentes en la provincia, tomando como referencia la “Crónica y Guía de la provincia de Guadalajara”, haciendo a continuación un análisis de la evolución de las industrias en Guadalajara, especialmente en los inicios del siglo XX, tomando aquí los datos del trabajo de Esperanza Elices sobre “La industria de Guadalajara durante la Dictadura de Primo de Rivera”. Un capítulo posterior, titulado “El mundo rural a mediados del siglo XX”, nos muestra la evolución socio-económica y demográfica de la provincia, con análisis de la nupcialidad, la natalidad y la mortalidad en torno a 1970, tomando datos del trabajo de Alonso Fernández de aquella época. Analiza luego el proceso migratorio, y alcanza las conclusiones acerca de la evidente caída, casi a cero, de la industria extractiva de la sal en nuestra provincia, que llegó a alcanzar tasas muy elevadas de riqueza en tiempos antiguos, especialmente en la Edads Media.

El trabajo de López de los Mozos no puede sino manifestar un evidente pesimismo por lo que se refiere a la dinámica social y económica de la industria salinera y de la industria y la economía en general en la provincia de Guadalajara, caída que se inicia con la Guerra Civil y que solo los Polígonos de Descongestión en la ciudad de Guadalajara lograron paliar en parte. Algunas fotografías del complejo salinero de Imón ilustran este trabajo, que aporta una serie de cifras y evidencias que no pueden más que mantenernos en el pesimismo, al ver cómo las características geográficas (altitud, sequedad, lejanía de las vías de comunicación) abocan a la despoblación de la tierra y por tanto al agotamiento de su dinamismo social, poblacional y económico.


A.H.C.

Estudios históricos sobre límites territoriales

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BARRIO ONRUBIA, Salvador,“Los límites entre las diócesis de Sigüenza y de Osma en el año 1229”,  Revista de Soria, n.º 84 (Soria, Revista Cultural e informativa de la Diputación Provincial de Soria, Primavera 2014), pp. 61-77.

Nos encontramos con este interesante trabajo la divulgación de un documento, datado en 1229, en el que se fijan los límites entre las diócesis de Osma y Sigüenza.
El documento fue dado a conocer por Lucien Auvray en un artículo titulado “Un acte de la Légation du Cardinal Jean Halgrin en Espagne”, que se publicó en Melanges d’archéologie et d’histoire (pp. 165-179).
Tras una breve introducción en la que sitúa espacio-temporalmente al lector, Auvray transcribe -que no traduce- el documento, originalmente escrito en latín, relacionando a pie de página los nombres de personas y lugares que figuran en él.
Barrio Onrrubia indica que son muchos los lugares que señala erróneamente o no ubica correctamente, puesto que bastantes de ellos ya eran considerados despoblados cuando redactó su trabajo.
El autor, después de acercarnos a la evolución sufrida por los límites de la diócesis oxomense, los confronta con los también sufridos por la de Sigüenza, dando a conocer el acta antes mencionada, escrita en latín y dictada por Jean Halgrin, anotando nuevamente todos los personajes y lugares que se mencionan en ella y añadiendo la anotación (D) en aquellos lugares despoblados a comienzos del siglo XX.
Posteriormente ofrece una breve glosa de los despoblados mencionados, que son 33, para finalizar con una reseña acerca de tres aldeas, llamadas Liceras, que aparecen en dicha acta.
Acompaña el estudio con numerosos planos y mapas actuales en los que marca los límites entre ambas diócesis y rodea con una línea  de rótulos los lugares que están en el mapa original y, los que no aparecen en éste, se anotan sobre el propio mapa destacados en rojo para las parroquias y lugares de Osma y en azul para los de Sigüenza.
En realidad no se conoce la delimitación primitiva de la diócesis de Osma (ni cuando se instauró). Se sabe que existía en tiempos godos, cuando el obispo Juan (591-606) firmó las actas del octavo concilio toledano.
Pero el caso es que tras la reconquista, arrebatadas las tierras a los musulmanes, se reinstaura la diócesis y se fijan sus límites (1088) en el concilio de Santa María de Husillos (Palencia), por iniciativa del arzobispo de Toledo que consideraba Osma como sufragánea suya.
Según los acuerdos de Husillos, entraban en los límites diocesanos de Osma los siguientes lugares: Boceguillas, Maderuelo, Sepúlveda y Ayllón (actualmente pertenecientes a la provincia de Segovia), además de Berlanga y Almazán.
Poco después de entregaron al obispo segoviano los lugares mencionados, excepto Ayllón, que se adjudicó a Sigüenza, junto con Berlanga y Almazán, perdurando los problemas, en unas ocasiones por culpa del obispo de Osma que no admitía los nuevos límites con Sigüenza, y en otros por la de los párrocos y vecinos de los pueblos que no querían reconocer la autoridad del obispo seguntino.
El laudo del cardenal Halgrin vino a resolver “casi” definitivamente esas diferencias territoriales.
Y digo “casi”, porque quedaba una zona poco definida, hasta que en 1268 se llegó a un acuerdo. En el monasterio de Santa María de Huerta se reunieron los obispos Andrés de Sigüenza y Agustín de Osma, reconociéndose por ambas partes que este último tenía la propiedad de las iglesias de Serón de Nágima (a la que acompañaban las de Cañamaque, Torlengua y Valtueña) y de Monteagudo de las Vicarías (con Chércoles y Fuentelmonge).
Delimitación casi definitiva hasta la década de los cincuenta del siglo XX, en que se hicieron coincidir los límites de las diócesis con las actuales delimitaciones provinciales.
El documento de 1229 no aparece registrado en Loperráez Corvalán -en su colección diplomática de la diócesis de Osma (Descripción histórica del Obispado de Osma con el catálogo de sus prelados, por Juan Loperraez Corvalan, Canónigo en la Santa Iglesia de Cuenca, é individuo de la Real Academia de la Historia, Madrid. En la Imprenta Real, 1788, 3 tomos)-, ni en la colección diplomática que contiene la Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus Obispos (Madrid, 1910-1913, 3 tomos) de Fray Toribio Minguella y Arnedo, aunque al parecer lo debió conocer dado que publica una relación de los pueblos limítrofes de la diócesis seguntina (y cuando se publicó el primer volumen de la Historia de la diócesis de Sigüenza, ya había visto la luz el trabajo de Auvray).
De todas formas, Barrio Onrubia ha manejado una transcripción “ligeramente distinta”, por lo que piensa que fue él (o sea Minguella), quien observó el documento en el Vaticano, tal vez en alguna visita “ad límina”, o encargó a alguien que lo hiciera por él.
Según Auvray el documento se encontraba en el Registro 17 de los Archivos del Vaticano, número 2299 de los registros de Gregorio IX.
El documento, que ocupa las páginas 63 a comienzos de la 65, con anotaciones al pie, sirve de entrada al estudio de los despoblados, recordando nuevamente, que los que se estudian constan como despoblados anteriormente al siglo XX.
Han sido agrupados según las demarcaciones que figuran en el documento de referencia. Para su descripción se ha manejado “cuanta información hemos podido recopilar”, especialmente el libro de Gonzalo Martínez Díez (Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. Estudio Histórico-Geográfico, Madrid, Editora Nacional, 1983), al que remite sin que aparezca citado en la bibliografía final.
Tras un breve estudio de los despoblados analiza en caso de Liceras. De los tres “Liceras”, según consta en el documento de 1229: “tres aldee que vocantur hoc nomine: Lizeras” (“tres aldeas que son llamadas con este nombre: Liceras”), al parecer distintos, aunque en la actualidad sólo perviva uno con ese topónimo.
Minguella cita las iglesias de “Liceras de Fortum, Fortúnez y Liceras de la Torre Montejo” que San Martín de Finojosa donó a Santa María de Huerta, y que según Barrio Onrubia son los actuales Liceras, Montejo de Tiermes (antes Liceras) y Torresuso, que según insiste, en su día pudieron haberse denominado Licera de Abajo, Licera de Enmedio y Licera de Arriba (o de Suso), cosa ya expuesta en el libro de Teodoro García García, Historia y Tradiciones de Ayllón y su tierra(Madrid, 1985), que hemos manejado en alguna ocasión, añadiendo numerosos casos más para esclarecer esta teoría que creemos suficientemente demostrada.
Quien esto escribe considera que es muy importante leer, estudiar, ver, investigar, escudriñar lo más que se pueda acerca de los pueblos que en la actualidad quedan junto a la raya provincial. En muchos casos fueron pueblos que formaron parte de una misma forma de ser, de una misma historia, puesto que los límites casi siempre han sido algo más o menos administrativo y un tanto ficticio, especialmente a partir de la España Contemporánea.
Guadalajara, Soria y Segovia, parte de Madrid y de Teruel, de Zaragoza y de Cuenca, siempre fueron pueblos que vivieron unas mismas historias, de modo que sus formas de ser vienen a las semejantes. Poner límites a la Historia sería algo descabellado en los tiempos que corren. 


José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
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